Halis ha tocado fondo. Cansado y arrepentido, ha buscado consuelo en la única persona que siempre le dio calma: Hattuc.
La ha llamado para escuchar su voz, pero ella ha sido clara desde el principio. No entiende por qué ahora quiere acercarse, después de tanto tiempo: “Siempre pudiste, Halis. Siempre tuviste la oportunidad de verme. No viniste. No quisiste coger mi mano.”
Él ha intentado acercarse con palabras sinceras. “Estoy tan cansado. Déjame descansar un poco con la serenidad de tu voz”, le ha dicho. Incluso le ha propuesto un encuentro al día siguiente en la colina. Pero la tía de Seyran y Suna no ha olvidado lo que pasó. Le ha recordado lo que hizo meses atrás: “Todavía no me he olvidado de que nos echaste de casa”.
Entonces, ha cerrado la puerta para siempre: “Ya no tengo nada que ver contigo. Solo te miraré desde lejos cuando recibas lo que mereces de Dios”. Llorando, ha colgado. Ambos se han quedado destrozados. La suya fue una de las historias más bonitas, pero ahora el amor de Halis y Hattuc parece imposible.















