El Valencia, sencillamente, pasaba por ahí. Y lo hacía sin argumentos ni ganas, que es una pésima manera de presentarse en el Bernabéu, la peor de todas. El Real Madrid, en fin, vio un corderito desvalido, abrió sus fauces y lo devoró. Así de simple, sin contemplaciones ni estridencias, sin necesidad de activar nunca el DRS. Le bastó al equipo de Xabi Alonso con dejarse llevar por el viento de optimismo y reafirmación levantado en el clásico para regalarse una noche de cómodo y satisfactorio atracón de goles.
Mbappé, como casi siempre, comandó las operaciones del líder del campeonato, que lo es ahora con ocho puntos de ventaja sobre un Barça que saldrá este domingo exigido al máximo en casa contra el Elche. Todo quedó resuelto en una primera mitad de clamorosa superioridad local, en la que los blancos hasta se dieron el lujo de fallar un penalti sin que hubiera consecuencia alguna, por parte de quien había sido el protagonista de la semana: Vinícius.
La resaca del clásico
Tan asombrosa es la capacidad del Real Madrid para crear incendios de la nada como su habilidad para caminar sobre ellos como si el fuego fuera una alfombra aterciopelada. Es parte de su idiosincrasia, incluso, por qué no, de su grandeza. La dulce semana del clásico de la redención había sido también la del estallido de Vinícius contra Xabi Alonso, el feo grano de un rostro inmaculado.
El no iniciado en neomadridismo podía esperar que el Bernabéu dictara sentencia sobre alguno de ellos. Pero el estadio, para bien o para mal, hace tiempo que dejó de estar homologado como termómetro sentimental de la hinchada blanca. En noches como la de este sábado, el socio va, consume y se marcha conforme si hay victoria. Ya está. El turista ocasional, ni necesita el triunfo. Ya no es el campo, como muchos otros tantos, una plaza pública en la que ajustar cuentas salvo que medie una debacle.
Vinícius, durante el partido. / Manu Fernandez / AP
El ruido con Vinícius
Y no, lo ocurrido en la última semana estaba lejos de ser una debacle, pues el ruido endógeno y exógeno de Vinícius resuena mucho menos que la victoria en el clásico, los cinco puntos colocados ante el Barça, ocho cuando anoche el madridista se fue a dormir. No hubo gestos de especial apoyo o reproche al brasileño, lo mismo para un Xabi Alonso que demostró ser un tipo inteligente al dar el tema por «zanjado» en público. La bala de plata siempre hay que guardarla para situaciones de emergencia.
El Real Madrid, en fin, estaba centrado en jugar a fútbol y en seguir ganando en esta Liga en la que solo ha cometido un borrón. Y para facilitarle la tarea se encontró a un Valencia con las constantes vitales bajo mínimos que en el primer cuarto de hora ya le concedió cinco ocasiones claras de abrir el marcador. Mal asunto ese en el Bernabéu. Horribles vibraciones las del conjunto ché para su futuro inmediato.

Mbappé brindó su Bota de Oro al Bernabéu. / AFP7 vía Europa Press / AFP7 vía Europa Press
Doblete de Mbappé
Acabó abriendo el marcador Mbappé, tras un claro penalti que Mateo Busquets tuvo que revisar en el VAR. El francés, que minutos antes había entregado su Bota de Oro a su público, dobló la ventaja un rato después, asistido por su querido socio Güler. Pudo buscar el tercero antes del descanso, pero le cedió a Vinícius el segundo penalti de la noche… y el brasileño lo falló.
Bellingham mitigó el pesar anotando el 3-0 justo antes del descanso, dejando el duelo visto para sentencia. Nada cambió en el intermedio, aprovechado por Xabi Alonso para dar descanso a Güler y Tchouaméni, pensando ya en la visita a Liverpool del martes. El único sentido de jugar la segunda parte fue que los asistentes al Bernabéu amortizaran su entrada. Carreras dio una razón extra, con su primer gol con el Madrid, el cuarto de la noche, pasado el minuto 80.
De hecho, lo más interesante fue contemplar cómo podía reaccionar Vinícius con un nuevo cambio. Lo hubo, en el minuto 79, a la vez que Mbappé. El brasileño aplaudió a la grada, abrazó a Rodrygo y a Endrick (primeros minutos esta temporada) y chocó su mano con la de Xabi Alonso. Pelillos a la mar.
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