El 21 de febrero de 1801, Londres, como capital de Inglaterra, sobrellevaba el trauma de haber perdido sus colonias norteamericanas, con un enfrentamiento directo con la Francia napoleónica, que acabarían venciendo, en gran medida por el poderío de la burguesía británica. Precisamente, en el seno de una familia de la burguesía banquera londinense, nacía John Henry Newman. Lo cierto es que no era una familia religiosa, ni hacia el anglicanismo, ni hacia el catolicismo, de hecho, algunos de sus hermanos eran directamente ateos militantes. Pero John, desde pequeño se interesó por la Biblia y por la religión, hasta tal punto que se convirtió a los 15 años al anglicanismo y, posteriormente, a los 24, se ordenó como presbítero de la Iglesia de Inglaterra.
Siempre estudiando, se obsesionó con la idea de conectar la Iglesia de Inglaterra con la de los Apóstoles y los primeros cristianos. Revisando documentos, estudiando, escribiendo, poco a poco se fue dando cuenta de que, su intento de dejar a la Iglesia de Roma como una farsa frente a la anglicana se iba desmoronando y que, de hecho, la farsa había sido la Reforma protestante de la que surgió entre otras, la rama anglicana. En 1845, preso de sus propias averiguaciones, argumentos y evidencias, no pudo hacer otra cosa que convertirse a lo que el mismo definió como el «Verdadero Rebaño del Redentor.» Dos años más tarde, en el año 1847 fue ordenado sacerdote.
Siguió estudiando, siguió escribiendo, corrigió sus escritos anglicanos, investigó sobre la teología y dejó aportaciones tan grandes que le han hecho ser considerado en el selecto grupo de los Doctores de la Iglesia. El Papa León XIII le creó cardenal en el año 1879 y, aunque siempre defendió que él nunca sería santo, el papa Juan Pablo II inició su proceso de canonización cuando le declaró venerable en el año 1991, un siglo después de su muerte. Fue Benedicto XVI, un gran admirador del inglés, el que le beatificó en el año 2010 y, en el 19, el papa Francisco completó su camino a la santidad, elevándole a los altares ante una abarrotada Plaza de San Pedro.
Ahora, en este Día de Todos los Santos, el papa León XIV le ha designado como Doctor de la Iglesia, una consideración que tan solo comparte con otros 37 santos de la Iglesia católica, entre ellos algunos de la importancia de San Agustín, de Santa Teresa de Ávila o de Santo Tomás de Aquino.
Además, el papa pronunció la misa por Todos los Santos, en este fin de semana que coincide con el Jubileo del Mundo educativo. De hecho, en la homilía hizo referencia al papel de educador de John Henry Newman: «es una gran alegría inscribir a san John Henry Newman entre los doctores de la Iglesia y, al mismo tiempo, con motivo del Jubileo del Mundo Educativo, nombrarlo compatrono, junto con santo Tomás de Aquino, de todas las personas que forman parte del proceso educativo». Aprovechando el ejemplo de este y de todos los santos de la Iglesia, León XIV ha querido pedir a los profesores, educadores, docentes y representantes de las instituciones educativas que han estado presentes en la Plaza de San Pedro que «brillen como haces de luz en el mundo.»












