Llega noviembre y con él una de las dudas más recurrentes de la tradición popular: ¿qué se celebra el día 1 y qué se celebra el día 2? La confusión entre el Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos es habitual, pero ambas fechas tienen un significado distinto dentro de la fe cristiana. Para aclarar esta distinción, el capellán de los cementerios de Vitoria-Gasteiz, Marcos Rad, ha explicado el sentido profundo de cada una de estas jornadas.
SANTOS Y DIFUNTOS, UNA CELEBRACIÓN PARA CADA DÍA
El 1 de noviembre, festivo nacional, es el Día de Todos los Santos. Según Rad, en esta fecha la tradición cristiana invita a «recordar a todos aquellos que oficialmente fueron canonizados», pero también a lo que el Papa Francisco llamaba «aquel santo de al lado». Es un día para hacer memoria y agradecer a quienes, reconocidos o no, siguieron el mensaje de Jesucristo, ya fuera «desde el martirio, fundadores, o anónimamente viviendo como laicos».
Al día siguiente, el 2 de noviembre, la Iglesia conmemora a los Fieles Difuntos. Aunque la gente ya acude a los cementerios desde el día 1, esta es la jornada dedicada a recordar a los seres queridos fallecidos. El capellán entiende que, para cada persona, sus familiares son santos: «¿quién no va a entender que su padre, su madre, sus abuelos, son santos, verdad?». Pese a este sentimiento, subraya que son «dos fechas que se hacen memoria diferentes».
Estos días muchas personas acuden a los cementerios
EL ORIGEN DE HONRAR A LOS ANTEPASADOS
Marcos Rad señala que el cristianismo no inventó nada nuevo, ya que honrar a los muertos es una costumbre antropológica muy arraigada. «Desde muy antiguo se va a los lugares donde se depositó al ser querido a hacer memoria, a honrar una historia compartida», explica. Esta visita a los cementerios sirve para recordar de dónde venimos y mantener un vínculo con los antepasados, incluso con aquellos que no se llegaron a conocer.
La fe juega un papel crucial ante el «vértigo» que produce el más allá, que sólo puede afrontarse como un «acto de fe». Los cementerios se convierten en lugares donde las personas no solo rezan, sino que también buscan consuelo. El capellán ha visto a personas «desahogándose con el llanto en momentos difíciles» o pidiendo a sus difuntos «esa luz, que intercedan para el asunto ese que agobia».

Flores en noviembre
HABLAR DE LA MUERTE, UN TEMA PENDIENTE
Pese a la cercanía de estas fechas, Rad cree que en nuestra sociedad sigue existiendo un gran miedo a hablar de la muerte. «Cuesta mucho decir ‘murió mi padre’, porque dentro se mueve mucho también, y no nos hemos educado para convivir con ese adiós», afirma. Como consecuencia, a menudo se recurre a eufemismos como «se fue» o, en el caso de los niños, «se fue de viaje».
Para afrontar este tabú, el capellán recomienda la bibliografía de la experta Montse Esquerda, como su libro ‘Hablar de la muerte para vivir y morir mejor’. Según Rad, aprender a «bien vivir para bien despedirse internamente en tu alma» es una enseñanza pendiente en la sociedad actual, que a menudo vive como si la muerte no fuera a llegar.

Decoración floral
Durante estos días, el capellán percibe un mayor movimiento en los cementerios, con familias que limpian las tumbas y las adornan con flores. Su labor, asegura, es «orar, que haya una bendición en esa visita, que siga habiendo luz en el caminar de los que nos quedamos aquí». Finalmente, anima a todos a afrontar estas fechas tan especiales con esperanza y serenidad, tal como él mismo concluye: «a vivir con fe estos días que nos vienen por delante».









