OPNION: La indignidad

Solo al anochecer vencí mi repugnancia y me senté a ver y escuchar la comparecencia de Pedro Sánchez en esa comisión del Senado por la noche. La principal conclusión que saqué es que estamos jodidos, muy jodidos, quizás definitivamente jodidos. El aliento pútrido de la indignidad atravesaba la pantalla y se te impregnaba en la garganta. Sé muy bien lo que se espera. Que digas que si el PP esto o el PSOE lo otro. Lo cierto es que Sánchez salió ileso no por su portentosa inteligencia o su facundia genial, sino porque los conservadores demostraron –de nuevo–su insondable oligofrenia política, una torpeza pringosa como el estiércol, una incapacidad sorprendente para hacerse cargo de una emergencia y actuar estratégica y dialécticamente en consecuencia. No están a la altura del desafío que tienen por delante. Quieren el poder pero sospecho que les aterroriza gobernar. O tal vez sea al contrario: quieren gobernar pero no tienen la más remota idea de lo que consiste verdaderamente el poder. Cuando regresen al Gobierno –por supuesto, sin un verdadero proyecto político– lo harán por accidente, por casualidad, por sacárselo en una rifa. Lo que resulta seguro es que por culpa de ellos no será.

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