El vértigo es un estilo de la política argentina. Cuando Javier Milei parecía caer inexorablemente en el abismo por la falta de reservas internacionales y el mal humor social de los argentinos, una lluvia de dólares procedente de Estados Unidos y la promesa de mayor asistencia en caso de complicaciones, convirtió la zozobra en gracia provindencial. Milei no solo ganó las elecciones legislativas: ha creado las condiciones de una gobernabilidad que obligó a sus aliados de derechas y las fuerzas díscolas de los últimos meses a arrodillarse frente a una autoridad regenerada con la inestimable ayuda de Donald Trump.
El anarco-capitalista degusta en público la miel de su éxito. Concluye 2025 consolidando a La Libertad Avanza (LLA) como una fuerza a nivel nacional, que ha deglutido al PRO, el partido del expresidente Mauricio Macri, y se prepara para ejercer un papel más gravitante en un Congreso que en los últimos meses solo le provocó trastornos. Antes del 10 de diciembre, volverá a Estados Unidos. Quiere una fotografía que le ha resultado esquiva: la suya con Leo Messi. Dos reyes, según la óptica de la ultraderecha.
Washington y Wall Street han celebrado la primera puesta en escena de este nuevo momento. Milei recibió a los gobernadores provinciales con besos y abrazos. La imagen del consenso con todo el espectro antiperonista había sido reclamada desde el exterior como condición indispensable para sostener al Gobierno. Y el ex tertuliano televisivo cumplió no solo con el convite, sino con el tono de la conversación, en la que se planteó la necesidad de avanzar en el Congreso con las reformas laboral, impositiva y del sistema de pensiones, requisitos indispensables para reducir el gasto público y pagar a los acreedores. Los 20.000 millones de dólares facilitados por EEUU y una suma similar del Fondo Monetario Internacional (FMI) no son gratuitos. Además, Argentina debe abonar solo en 2026 unos 19.000 millones de dólares en concepto de capital e intereses de su deuda externa.
Los gobernadores provinciales de la llamada «oposición moderada» destacaron la cordialidad de un presidente que les negó recursos contemplados por ley y los azotó retóricamente. Ellos han expresado la buena voluntad de acompañarlo. El movimiento obrero ha encendido la luz de alarma. La Confederación General del Trabajo (CGT) no está en principio dispuesta a ceder derechos laborales. Pero sus dirigentes son conservadores y le tienen alergia al conflicto callejero y las huelgas, entre otras razones porque el sindicalismo ha perdido peso gravitante en la política de un país donde la informalidad económica alcanza a la mitad de la población. Tiempo atrás, la CGT era capaz de paralizar la actividad de este país. Pero esa Argentina ya no existe. El viejo lema «golpear y negociar» ya no rige, y Milei lo sabe.
Cambio de clima
El nuevo aire poselectoral también se reflejó en otros espacios y decisiones. El Ejecutivo no se propone cumplir con la ley de financiamiento de las universidades que sancionó el Congreso tras el veto presidencial. A su vez, el Tribunal Supremo reconoció a su modo el momento político. Un día después del escrutinio sobreseyó a Macri en una causa por espionaje estatal a los familiares de los marinos que murieron tras el hundimiento del submarino ARA San Juan, en 2017. Extendió los mismos beneficios judiciales a los ministros de Economía y Desregulación, Luis Caputo y Federico Sturzenegger, quienes tenían causas pendientes. Pero, a la vez, confirmó condenas contra dos dirigentes peronistas, Martín Sabbatella y Guillermo Moreno. «La dirigencia política, sindical y social en la Argentina está en libertad condicional», dijo la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien se encuentra cumpliendo una condena en su
La ‘primavera mileista’ se abastece del ducto que proviene de Estados Unidos. «Nos llegó la invitación para entrar al desarrollo», sostuvo el analista Andrés Malamud. «El plan de Milei es racional, no tengo idea si va a funcionar, apuesta al futuro apoyado en un paragua de dólares». Otro economista, Emanuel Álvarez Agis, no cree que el concepto «invitación para entrar al desarrollo» que ha explicado los casos de España y Polonia con su entrada a la UE en distintos momentos históricos se aplique a la realidad argentina porque no se trata de una política de Estado de Washington, sino de un capricho de Trump de sostener a un presidente.
El multimillonario republicano no está en condiciones de ser reelecto y esa preferencia de la Casa Blanca por Buenos Aires no está en los planes de la oposición demócrata. Mientras funcione la billetera de Trump, reconoce Álvarez Agis, Milei gozará de márgenes de estabilidad. La intervención norteamericana en el mercado cambiario argentino garantiza el mantenimiento del precio barato del dólar que muchos argentinos comprarán para ir al Mundial de fútbol en Estados Unidos. El respaldo de Trump puede ser insuficiente para Milei. Acaba de acordar con China una tregua comercial que le permitirá a los granjeros norteamericanos «llenar de soja» al gigante asiático. El principal perjudicado de ese entendimiento con Xi Jinping es precisamente el país sudamericano.
El dilema opositor
A pesar de cantar victoria con su vozarrón impostado, Milei sabe que seis de cada diez argentinos lo rechazaron en las urnas en un proceso electoral que contó con la participación del 67,9% de los ciudadanos, la segunda más baja desde 1983, cuando se recuperaron las instituciones democráticas. Su primavera se extenderá mucho más en la medida en que la oposición, especialmente la peronista, siga sin interpretar los anhelos de una sociedad que votó con miedo al castigo de Trump y una escalada inflacionaria.
No pasó un día de la derrota y los acólitos de la expresidenta y el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, se trenzaron en público y privado en una discusión sobre las responsabilidades de la debacle en las urnas. En septiembre pasado, el peronismo había aplastado a la ultraderecha en los comicios de Buenos Aires, la principal provincia argentina. Ese traspié no hizo más que agrupar a todo el antiperonismo disperso, sin importar la crisis y los escándalos del Gobierno. Los seguidores de Juan Domingo Perón siguen siendo asociados con una época de penurias, la que comenzó con la pandemia y concluyó en 2023. Son incapaces de sacarse ese sambenito.
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