¿Cuáles son los asuntos de política exterior más complejos de afrontar por la diplomacia española? ¿Cómo se han negociado lo largo de la historia dosieres endiablados como los de Gibraltar o el Sáhara Occidental, o la entrada en la Unión Europea o la OTAN? ¿Cómo trabajan realmente los embajadores de España en el mundo?
Domingo de Silos Manso García (Zaragoza, 1944) conoce algunas de las respuestas, porque ha hecho muchas preguntas. Las presenta en su nuevo libro, “Embajadores de España. La Patria habla a través de nosotros”: 23 entrevistas a algunos de los más importantes embajadores de España desde la dictadura hasta la Transición y la democracia actual.
Entre otros, ha hablado con los diplomáticos Marcelino Oreja Aguirre (que llegó a ser ministro de Asuntos Exteriores 1976-1980); Antonio Garrigues Díaz-Cañabate (ministro de Justicia 1975-1976); Alberto Aza y Rafael Spottorno (jefes de la Casa del Rey 2002–2011 y 2011-2014, respectivamente); Jorge Dezcallar, director del CNI (2001–2004); Ramón de Miguel y Egea, secretario de Estado para Asuntos Europeos (1996-2002); o Inocencio Arias, representante de España ante la ONU (1997-2004).
Diplomático jubilado, Manso García fue embajador en Gabón y Santo Tomé y Príncipe. Es también un prolífico escritor: de novela (“La onza de oro”, doblemente premiada), narración (“De lo bueno, verdadero y hermoso. Cuentos de hoy”) y ensayo («Diplomacia de ayer y hoy. España en el mundo 1939-2022»).
Manso García habla con EL PERIÓDICO en la sede de Prensa Ibérica en Madrid, grupo mediático en el que trabajó durante siete años.
En su libro hay diplomáticos nacidos en los años cuarenta, cincuenta. Ejercieron en la dictadura, en los primeros años de la democracia y ya con presidentes de la democracia como González o Aznar. ¿Cuál es la principal diferencia entre cómo se hacía diplomacia hace 40 o 50 años y cómo se hace ahora?
Ahora hay unos medios de comunicación que entonces no existían. Los ministros viajan más, las empresas viajan más. El diplomático ya no tiene que dar la noticia, que antes sin él no llegaba; ahora debe conocer el país en el que está, y no es nada fácil. Ver quiénes mandan en el lugar de destino, quiénes influyen sobre los que mandan, quiénes condicionan el país. Y, con esa información, asesorar a su Gobierno para que no meta la pata. Desde ese punto de vista, siguen siendo insustituibles.
Pongamos algunos ejemplos. Se cumple medio siglo de la Marcha Verde en la que Marruecos conquistó el Sáhara Occidental, entonces administrado por España como su 53.ª provincia. Uno de los embajadores que entrevista, Amaro González de Mesa, era el embajador en Marruecos entonces. Reconoce que el reino alauita “nos pilló por sorpresa”, entre otras cosas porque en el Ministerio en Madrid ignoraron una carta que él mandó advirtiendo de los movimientos de preparación que se estaban realizando. Otro diplomático de carrera, Jorge Dezcallar, recuerda que al embajador no le avisaron de que España iba a retirar sus tropas de Kosovo. ¿No escuchan los ministros a sus embajadores, por lo general?
Los ministros deberían hacer caso a sus embajadores. Ellos son los que conocen bien la situación. Incluso cuando les dicen cosas que no les gustan demasiado. Recuerdo a un embajador al que retiraron de su puesto porque avisó de algo que no era del agrado del ministro. Por eso algunos, tras mandar una información al jefe de la diplomacia, le escriben una frase final: “no obstante, V.E. [Vuestra Excelencia] resolverá”.
La vida del embajador en ocasiones llega a ser trepidante. En su libro narra la historia de Antonio Poch, embajador en Lisboa en 1975, en plena “Revolución de los Claveles” hacia la democracia de Portugal. El 27 de septiembre de ese año, una turba entró y quemó la Embajada de España a modo de protesta por unas ejecuciones firmadas por el dictador Franco. Él fue criticado porque se fue del edificio. ¿Por qué le dijo que lo hizo?
Él se comportó como un gran embajador en el sentido de que si se quedaba, y lo hieren o matan, ¿qué iba a hacer España? Afortunadamente se fue.
Hubo informaciones sobre que se habían puesto en alerta los tanques en Badajoz…
Los portugueses reaccionaron muy bien y se dieron cuenta de su equivocación [al no proteger el edificio]. Pagaron todo lo que les pedimos en compensación, sin discutir. Dos años más tarde, el rey Juan Carlos I inauguró la nueva embajada con la presencia del presidente de la nueva República de Portugal.
Otro de los diplomáticos que usted entrevista, Inocencio Arias, dice que la influencia de España en el mundo ha conocido épocas mejores. ¿Está de acuerdo?
Hemos tenido claramente una época mucho más cercana con Estados Unidos. Los americanos concedieron por primera vez al rey Juan Carlos I la oportunidad de dirigirse a la Cámara de Representantes y al Senado en 1976. La segunda persona que llegó a hacer eso fue José María Aznar [en 2004]. La relación era muy cercana. Luego llegó al Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero y retiró las tropas de Irak. Como se cuenta en el libro, lo que sentó mal a Estados Unidos fue, no tanto la retirada, sino cómo se hizo. Ahora el presidente de Estados Unidos le está llamando la atención a España [por no comprometerse a gastar el 5% del PIB en defensa como otros socios de la OTAN], lo que es muy preocupante.
Quizá esa pérdida de influencia se debe también a la falta de presupuesto en el Ministerio de Exteriores, que aún no se ha recuperado de los recortes de la crisis. Se habla de que se va a llegar a dos millones y medio de españoles en el exterior. No hay capacidad para atenderlos en los consulados. Yo fui cónsul general en Bombay, la capital económica de India. Tenemos allí un consulado, además de la representación diplomática en Nueva Delhi. Yo tenía un distrito consular de 600 millones de personas. Da casi risa decirlo.
Parece que los tiempos actuales no son muy propensos a la diplomacia.
Justo cuando los tiempos son difíciles hay más necesidad de una persona que tenga contactos en el lugar, que te ayude cuando tienes un problema. Le pongo un ejemplo. Yo estudié en la Escuela Nacional de Administración de Francia (ENA). Un compañero de clase llegó a presidente del país. Otro a primer ministro… Nosotros tuvimos un problema en el Ministerio que no se resolvía. Dio la casualidad que una persona que yo conocía de ENA tenía mucho contacto con el ministro de Exteriores francés. El asunto se resolvió en 24 horas.
31 de octubre de 2025.- El diplomático y embajador retirado, Domingo de Silos Manso García, durante una entrevista con Prensa Ibérica en Madrid por su nuevo libro Embajadores de España. La patria habla a través de nosotros / Xavier Amado
Tras estas 23 entrevistas, en las que se repasan todos los asuntos clave de la política exterior de España, ¿cuál diría que es el más fundamental y el más complicado para la diplomacia española?
Es una pregunta difícil. Estados Unidos es fundamental, eso está claro. Es el gran poder, aunque no tanto como antes. Tiene bases en España. Hay 60 millones de hispanohablantes allí. Francia es nuestro vecino del norte, con 700 kilómetros de frontera. Es fundamental llevarnos bien con Francia. Portugal no tiene la misma importancia, pero hemos progresado bastante. Y por supuesto está Marruecos. Ahora es cada vez más amigo de Estados Unidos, y España lo es cada vez menos. Ellos son cada vez más amigos de Israel, nosotros cada vez menos. Los barcos americanos que van hacia Israel no van a parar en Algeciras por el nuevo puerto TángerMed.
¿Y el asunto de Gibraltar, con las negociaciones y casi acuerdo para derribar la Verja? Si es que no sabemos lo que se está negociando. No lo cuentan. Lo que se ha creado en torno a Gibraltar es un refugio para empresas que no quieren pagar impuestos y para el contrabando. Se domicilian en Gibraltar pero se van a vivir y a jugar al golf a la Costa del Sol.¿Cuánto dinero le está costando a España?
¿Cuál ha sido para usted el mejor ministro de Exteriores y por qué? Son tiempos muy diferentes. Yo estudié bien a Fernando María Castiella [ministro de Exteriores de 1957 a 1969]. En el año 1962 manda una carta a la Comunidad Económica Europea (CEE) diciendo que queríamos entrar. El Acuerdo Comercial Preferencial se firma, ¡ocho años después! Eran tiempos muy distintos. Le sustituyó Gregorio López-Bravo, pero estuvo poco tiempo [1969-1973]. Marcelino Oreja [1976-1980] se dejó la vida en el Ministerio, entró con la dictadura y dejó la democracia, con un cambio enorme que dio España en esos tres o cuatro años, que ahora parece que hemos olvidado. Con José Pedro Pérez-Llorca [1980-1982] entra España en la OTAN. Uno de mis entrevistados habla muy bien del ministro Francisco Fernández Ordóñez [1985-1992]. Otro de los diplomáticos del libro, Juan Antonio Yáñez, estuvo nueve años en el gabinete internacional de Felipe González: entramos en Europa por fin, el referéndum de la OTAN, el reconocimiento de Israel…
La carrera diplomática, ¿es mayoritariamente de derechas?
Un diplomático, si es buen diplomático, ejerce como tal, ni de derechas ni de izquierdas. Lo otro es un político vestido de diplomático. Tú tienes una misión; tu ideología es otra cuestión.













