Cantan, se acompañan, se ríen, se miran y se piensan. Son dos de las voces más activas, cautivadoras y habituales en los escenarios más acogedores de la ciudad. LaLola, esa gata que siempre salta sobre las lluvias y los vientos, y Luisa Arenas, una cantante de cuartos de baño y espejos solitarios, se citan en la taberna Fuenseca dos días antes de su concierto en el Patio de las Tazas. Entre risas, vinos, queso añejo y confesiones, comparten una conversación infinita que va bailando desde lo sagrado a lo cotidiano. Hablan del arte como una manera de explicarse el mundo, del cuerpo como territorio libre, del valor de la belleza, del verdadero significado del éxito. Lo hacen conscientes de que es innegociable el derecho a seguir creando cada día sin pedir perdón ni permiso.
-Santiago Auserón decía que el hombre que baila logra entender su relación con el planeta. ¿Qué es lo que llega a entender quien canta?
-Luisa Arenas: Cantar es llegar a tu profundidad y sacar eso y expresarlo porque no te queda otra, para que no se haga bola ahí dentro. Es un ejercicio que va a la raíz para descubrir quién eres tú y qué estás haciendo aquí, en el mundo. Y también es una manera de sanar. Yo cuando me siento mal, canto. Y a veces lo hago de manera inconsciente. O sea, canto por defecto.
-LaLola: Sí, como cuando vas por Madrid a las 3 de la mañana y estás cagada por si te hacen algo. Y te pones a cantar como una loca. Para que nadie se te acerque. Y vas cantando tu mantra ahí a voz pelada en medio de la calle de Lavapiés.
-L. A.: Sí, para protegerte. Cantar es una manera de salvarse .
-Vuestros repertorios coinciden en nutrirse especialmente de clásicos de nuestro folclore y de América latina. La primera vez que escuché a LaLola me sorprendió mucho cómo bordaba una versión escalofriante de “Barro tal vez”, de Spinetta.
-L.A.: Yo también la canto. La canté la primera vez en el cementerio de San Rafael. Era el Día de los Santos en un bolo que se hizo, maravilloso, en el que se llenaba todo el cementerio de velitas. Nos pasa un montón de veces, que cantamos las mismas canciones, o que yo le escucho una canción y ya la he cantado o la tengo en mi memoria, o me flipa y la quiero cantar. Tenemos el mismo imaginario: nos encanta lo folclórico, lo libidinoso. Cada una desde un prisma diferente.
-LaLola es muy fiera, muy actriz, muy tremenda, y Luisa tiene un poso literario muy rico, lo contextualiza todo perfectamente, y crea una especie de novela en cada concierto. Son dos fuerzas inmensas con energías diferentes, dos formas muy valientes de estar en un escenario.
-L: Para mí, el escenario es como una especie de sacristía, es una liturgia. Por eso me merece tanto respeto, porque ocurren cosas de verdad, que son sagradas y entras en un momento de conexión profunda contigo mismo y entonces lo que tú estás cantando, hablando, moviéndote es la verdad más absoluta que hay. Y llega. Eso llega. Y llega al público. Y tú sabes que está llegando, ves que llega. Y dices ¡guau! Ahora estamos todos en el mismo plano. O sea, yo me he ido a un plano pero es que vosotros habéis venido. He conseguido traeros hasta aquí.
-L.A.: Creo que cuando una persona entra en esa especie de trance, al que lo está viendo no le queda más remedio que entrar contigo porque eso es tan verdad que deja de existir todo lo que hay alrededor y no existe en ese momento nada más que eso que está ocurriendo ahí.
-En el escenario compartís vuestra colección de referentes comunes. Me abruma vuestra cultura musical, sin límites de géneros ni épocas.
L.: Antes tenía muchas más limitaciones musicales, porque sentía que la música tenía que ser de una manera. Y todo lo demás me parecía mierda. Y ahora se me abre un campo de posibilidades…
-Te has quitado prejuicios…
-L.: Claro, me he quitado un montón de cosas porque ya creo que el arte está en otro lado y que la creación está en otro sitio también.
-¿Hay algún artista que os interese ahora especialmente?
-L.A.: Yo ahora estoy a tope con Mon Laferte, estoy obsesionada con ella y no la quiero escuchar demasiado porque sé que me va a influir demasiado y me voy a copiar.
-L.: Me mola tanto su rollo, es tan afín a lo que yo soy. Todas las canciones que canta, las podría haber hecho yo. Dicen lo que yo quiero decir. Es muy fuerte.
-L.A.: Es muy fuerte. Yo me la tengo como dosificada, como si fuese una droguita, que digo: chupa un ratito, chiquitillo, porque si no, claro… Para mí es impresionante.
-L.: De hecho estoy hablando con un chico para tocar la guitarra, y mi idea principal es hacer un tributo a Mon Laferte. Un concierto entero en el que yo cante sus canciones.
-Otra cosa que me gusta de vuestro trabajo es que vais absolutamente por libre, casi contraculturalmente, ajenas a cualquier moda, táctica o estrategia para llegar a esa cosa que llaman “ éxito”.
-L.A.: ¿Qué es el éxito para un artista? Porque se asocia mucho a la fama, ¿verdad? Que te conozca mucha gente, que viajes muchísimo, que tengas mucho dinero… pero prefiero hablar de ser músico como del oficio de ser músico. Es un oficio especial, pero es un oficio. Y lo que venga de bueno y de valioso, proyectos que te hagan crecer, proyectos con los que la gente te pueda conocer, bienvenido sea. Pero todo esto se adereza con un bombo y platillo que, lejos de favorecernos, nos hace tener una idea y un ideal falso y absolutamente edulcorado de lo que es ser artista. La vida de ser artista aquí, hoy, es levantarte, cuidarte físicamente mucho y cada vez que van pasando los años más te cuidas físicamente porque tu instrumento lo llevas contigo todo el rato. Es estudiar, sentarte en el ordenador, hacer mucha oficina, no tiene nada de brillo excepto el momentito de la hora y cuarto que tú estás subido en lo alto del escenario. Esa expectativa que te vas metiendo desde cuando eras pequeña de que tú tienes que llegar a un sitio porque lo vales y te estás metiendo una expectativa y una presión brutal desde siempre que es el hecho de que ni siquiera no llegues ni a la mitad de lo que la gente cree que tienes que llegar ya es súper frustrante para ti y te pasas la vida frustrada porque estás fracasando porque no estás llegando ni a la mitad de lo que la gente cree.
-L.: Es el cuento de ahora con lo de los emprendedores. Y los de “es que si yo tuviera tu voz, si yo tuviera tu voz estaría…”. A ver, tú, a ver, ponte tú. Ponte tú a ver dónde llegas, porque yo no puedo hacer más. Yo estoy haciendo todo lo que puedo.
– L.A.: Sí, totalmente de acuerdo. Y además, volviendo al tema del éxito… ¿Tú serías feliz con esa vida? ¿Así? ¿De que todo el mundo te conozca? ¿De que no puedas salir a la calle tranquilamente con tu amiga a bailar? O sea, ¿tú eso lo llevarías bien? ¿A ti te gustaría? A mí me encanta poder tomarte un vino con mi amiga… Poder hacer mi música. Y poder vivir normal. Lo que no quiero es no saber si el mes que viene voy a ser capaz de pagar el alquiler. Quiero quitarme ese peso y vivir como una persona normal. Con un sueldo normal. Trabajar y cobrar lo normal. Para mí el éxito sería simplemente trabajar de lo que yo quiero estar trabajando. Y poder vivir dignamente. Y tranquilamente… Sin súper excesos ni grandes lujos… Vivir bien… Ese creo que sería para mí el éxito… Poder vivir bien de lo que yo estoy haciendo y de lo que quiero hacer.
-¿Hay una contradicción entre la expresión artística y el mercado?
-L.: Si el dinero se quitara de esta ecuación, a lo mejor no tendría que ser vista o no tendría que llegar a ningún sitio o no tendría que tener público, porque yo simplemente estoy haciendo lo que me apetece hacer y fin. El problema es que como hay un dinero que entra en la ecuación y no quiero hacer otra cosa que no sea arte, pues claro, tengo que ser vista, tengo que gustar y tengo que llegar a mucha gente para poder vivir.
-Vuestra imagen es muy potente. ¿Cómo la utilizáis en vuestro trabajo?
-L: Hay gente me dice que por qué tengo que enseñar cacho, sí. Porque me encanta, me encanta el desnudo. Me flipa el desnudo. Yo me pongo en tetas en cualquier sitio. ¿Por qué? ¿Por qué no? ¿Por qué no puedo enseñar mis tetas y tú sí?
-L.A.: La belleza mola mucho.
-L.: No lo hago para que le guste a nadie. Me encanta a mí. Porque yo me miro al espejo y me veo con el escote y es lo que me gusta. Y me gusta ir así. Porque a mí me gusta la carne. Me gusta que se vea la carne. Me encanta la piel. Y no enseño más porque no puedo. Porque me censuran. Porque me dicen que soy una guarra. Porque me borran el Instagram. Porque mi tata en mi pueblo me dice que si no me da vergüenza. Porque mi padre, porque no sé qué. Por eso no enseño más. Si no, estaría en pelotas todo el día.
-L.A.: Sentirse bella mola. ¿Por qué? Porque es una herramienta con la que a lo largo de la vida has podido jugar. Por eso, cuando vas perdiendo esa herramienta… De repente te empiezan a plantear… ¡Guau! Espérate un momento, entonces… Aparte de esa belleza… Qué tengo. Qué estoy ofreciendo. Qué hay de valor. Que estoy dando que sea realmente artístico. Y esas preguntas, esas dudas, creo que acaban siendo muy necesarias, muy importantes, muy fértiles.














