El Partido de la Libertad (PVV), la ultraderecha islamófoba y euroscéptica de Geert Wilders, quedó destronado como primera fueza en Países Bajos, al obtener cerca de un 25% de los votos, y quedar por debajo del nuevo progresismo representado por Demócratas 66 (D66), según las proyecciones difundidas al cierre de los colegios electorales neerlandeses. El D66, liderado por el exministro de Medioambiente Rob Jetten, se disparó hasta el 27% de los votos, siete puntos por encima del bloque de izquierdas y verdes liderado por Frans Timmermans.
Estas proyecciones, de confirmarse en resultados, suponen un notable revés para Wilders, ya que perderá 12 de los 37 diputados que tenía ahora. Estaba de por sí descartado que encontrara aliados para liderar otro gobierno, incluso en caso de haber defendido la posición de primera fuerza que alcanzó en noviembre de 2023. Las elecciones se celebraban por anticipado, después de que Wilders hubiera pulverizado el pasado mes de junio la coalición de la que era fuerza dominante.
Se perfila un camino complejo para la formación de una nueva mayoría, en un Parlamento muy fragmentado, con 150 escaños. Al veto de la mayoría de los partidos a Wilders se suma que algunas formaciones del centro descartan a Timmermans u otras opciones de signo, a su parecer, demasiado izquierdista.
Las primeras proyecciones fueron difundidas y tras una jornada electoral en que habían circulado todo tipo de pronósticos, inclusive la posibilidad de que Wilders quedase destronado como primera fuerza. En las parlamentarias de noviembre de 2023, se alzó su PVV por primera vez en la historia como la fuerza más votada. Tardó luego ocho meses en lograr un acuerdo de gobierno con tres formaciones centristas, que pusieron como condición que Wilders renunciara a estar en el ejecutivo. Como solución de compromiso se consensuó que el puesto de primer ministro lo ocupara el tecnócrata Dick Schoof, quien sigue en funciones al frente de un equipo reducido desde que el propio Wilders retiró a sus cinco ministros y otro socio le abandonara.
Empate técnico en el último sondeo
La campaña se cerró la víspera de la jornada electoral con un debate televisado entre los candidatos de los principales partidos y con un Wilders desencajado y nervioso. Repetía su mantra de que la culpa de la escasez de vivienda es de los tres millones de inmigrantes, según sus cuentas, llegados a Países Bajos en los últimos años.
Empezaron a cruzarse nuevas estimaciones de voto de última hora, según las cuales el PVV de Wilders estaba prácticamente empatado con los ecologistas y socialdemócratas del GroenLinks-PvdA de Timmermans, mientras subían como la espuma las opciones del asimismo progresista D66 de Rob Jetten. De pronto parecía desinflarse las opciones de la derecha moderada de CDA, liderada por Henri Bontenbal. Recuperaban asimismo terreno los liberales del VVD, el partido del exprimer ministro Mark Rutte, ahora liderado por Dilan Yeligöz, la única mujer entre los candidatos de los grandes partidos.
Wilders aprovechó el momento de depositar su voto, en el Ayuntamiento de La Haya, para lanzar su última arenga a favor del PVV. Algo que, en rigor, forma parte también de la normalidad en Países Bajos, donde incluso en la jornada electoral reparten los voluntarios de los partidos sus papeletas de propaganda. Supuestamente había millones de indecisos potencialmente reclutables, según los análisis de los expertos en demoscopia.
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