Nunca le hemos oído decir ‘no puedo’

Mael tiene tres años, una vitalidad que agota y una chispa permanente en los ojos. Y ni la vitalidad ni la chispa le han menguado en el tiempo transcurrido desde que una infección meningocócica en su forma más grave -sepsis por meningococo- puso en riesgo su vida y se resolvió con un duro peaje: la amputación doble de manos y piernas. Unas secuelas que sufren poquísimos niños en España.

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