El polémico y mediático escritor Arturo Pérez-Reverte ha participado en una nueva entrega de la serie AprendemosJuntos de BBVA, un espacio en el que distintas personalidades del ámbito cultural y científico se dirigen a la juventud para compartir sus aprendizajes vitales. En su intervención, el periodista y novelista ha querido reivindicar el valor de la experiencia y la memoria de los mayores, recordando que los abuelos son una fuente de sabiduría que las nuevas generaciones no deberían ignorar.
A lo largo de la charla el autor de El club Dumas ha reflexionado sobre cómo el mundo contemporáneo ha cambiado la manera en que los jóvenes perciben la realidad. Según explica “vuestra generación os hemos educado en la gran mentira de que el mundo es un lugar donde las reglas se cumplen, donde todo está ordenado y donde estáis a salvo, y es mentira, no estáis a salvo”. Con esta afirmación Pérez-Reverte lanza un mensaje directo: el mundo no es un entorno predecible ni seguro, y comprender esa vulnerabilidad es fundamental para poder vivir con dignidad y fortaleza.
El escritor lamenta que, a diferencia de sus abuelos o bisabuelos, muchos jóvenes de hoy crezcan sin una verdadera conciencia del peligro, sin contacto con la enfermedad, la pérdida o la muerte: “Antes he dicho que el mundo es un lugar muy peligroso, lleno de gente mala. Y es verdad. Pero también hay mucha gente buena”. Para él la clave está en mantener una “saludable incertidumbre” que permita distinguir el bien del mal y estar preparado para los golpes de la vida.
La reflexión de Pérez-Reverte sobre la juventud para los abuelos
En este sentido el periodista denuncia que la sociedad actual ha “apartado” a los jóvenes de la realidad, evitando que se enfrenten a situaciones que antes formaban parte de la vida cotidiana, como la muerte de un ser querido: “Cuando yo era pequeño, moría el abuelo, la abuela y decían: ‘vamos a ver al abuelito’, y tú le dabas un beso… Pero sabías que la muerte existía». Ahora dice que “cuando viene el golpe de la vida, el zarpazo, a veces estáis indefensos”.
Frente a esa falta de preparación el escritor propone recuperar el contacto con las generaciones anteriores: leer, mirar, escuchar. Y sobre todo, hablar con los abuelos antes de que sea tarde. “No os equivoquéis ese abuelo fue guapo, se ligó una señora guapísima, esa abuela fue una mujer inteligente, hizo un montón de cosas… vivieron guerras, lucharon, tuvieron vidas muy duras, hicieron cosas magníficas y sacaron adelante una familia”.
Para Pérez-Reverte la memoria de los mayores es una herencia emocional y moral que puede proteger a los jóvenes de la desorientación del presente: “Que os cuenten el maravilloso equipaje que una vida lleva consigo y estaréis más protegidos”. En su opinión, conocer el pasado y comprender cómo se enfrentaron otras generaciones a las dificultades ofrece “más mecanismos defensivos” y reduce la vulnerabilidad frente a la incertidumbre.
El mensaje final es claro y contundente: “Podéis preguntar, saber, escarbar, mirar, curiosear. Cuando tengáis mi edad o la de algunos profesores vuestros, ya no podréis. Elegid”.











