Las inundaciones que devastaron Valencia en 2024 y Emilia-Romaña en 2023 comparten un mecanismo invisible pero demoledor: en ambas regiones, el Mediterráneo actúa como trampa de humedad debido a la proximidad de las montañas, que obligan a la lluvia a quedarse y a descargar en forma de diluvio moderno.
El desastre que sacudió a Emilia-Romaña en mayo de 2023 fue el resultado de una serie de factores meteorológicos y geográficos que convergieron para crear una tormenta perfecta, en el sentido literal y figurado. Miles de personas fueron desplazadas y la economía local quedó profundamente dañada, perdiendo infraestructuras críticas, cultivos y ganado.
Y lo más sorprendente de este evento, indica un estudio italiano publicado en Scientific Reports, no fue la intensidad puntual de la lluvia, sino su persistencia y la acumulación de agua a lo largo de varios días, algo que superó los niveles normalmente esperados durante quinientos años.
Referencia
A cul-de-sac effect makes Emilia-Romagna more prone to floods in a changing climate. Enrico Scoccimarro et al. Scientific Reports 15, Article number: 36823 (2025). DOI:https://doi.org/10.1038/s41598-025-24486-7
Callejón sin salida
La clave de esta tragedia reside en lo que los investigadores denominan el “efecto de callejón sin salida”. En el caso de Emilia-Romaña, esto se traduce en una región semicerrada por montañas, abierta solo al sudeste, que recibe flujos de humedad sostenidos desde el mar Adriático, impulsados por una circulación ciclónica que permaneció estancada sobre Italia durante varios días.
Esta circulación estacionaria, lejos de ser una rareza, fue nuevamente responsable de una inundación similar en septiembre de 2024, lo que subraya la gravedad y la recurrencia de estos procesos en el contexto actual de cambio climático.
Lo que ocurre es que la masa de aire húmedo transportada por el ciclón queda “atrapada” por las barreras orográficas de los Apeninos. Las lluvias no llegan como tormentas violentas y puntuales, sino como una cortina continua y persistente que parece no tener final.
A la vez, la capacidad del aire para retener humedad y transportarla hacia tierra aumenta en una atmósfera más cálida, reforzando el ciclo de lluvias prolongadas. La interacción entre estos ciclos meteorológicos y la geografía del lugar amplificó las precipitaciones hasta convertirlas en destructivas, incluso en ausencia de indicadores extremos como fuertes tormentas convectivas o registros de precipitación en una sola hora.
Todo el Mediterráneo
La investigación examina también la frecuencia e intensidad de estos ciclones estacionarios en toda la cuenca mediterránea. Establece un índice de “persistencia de densidad ciclónica”, que combina el número de ciclones por año y el número de días que permanecen sobre una zona determinada. Este análisis revela que, desde el año 2000, la persistencia de estos ciclones ha aumentado, especialmente sobre Italia, pero también en áreas como Provenza, Valencia y Cataluña, lo que sugiere que el riesgo de inundaciones prolongadas está creciendo en muchas regiones mediterráneas con topografías similares.
El efecto ‘callejón sin salida’ une las inundaciones de Valencia e Italia
Se puede establecer un paralelismo entre lo sucedido en Emilia-Romaña y la DANA de 2024 en Valencia. Ambos eventos comparten los siguientes elementos esenciales:
- Lluvias extremadamente intensas y persistentes: En ambos casos, la acumulación de precipitaciones en un breve periodo superó todos los registros históricos, colapsando drenajes y desbordando ríos y barrancos. En la DANA de Valencia hubo zonas donde se recogieron hasta 500 litros por metro cuadrado, alcanzando cifras similares a las de Emilia-Romaña durante varios días consecutivos.
- Origen meteorológico mediterráneo: Tanto la catástrofe italiana como la valenciana nacieron de sistemas meteorológicos típicamente mediterráneos: ciclones estacionarios en el caso de Emilia-Romaña y una DANA en el caso valenciano. En ambos, la atmósfera se cargó de humedad gracias al Mediterráneo y las condiciones se mantuvieron estáticas sobre la región afectada, alimentando día tras día las lluvias extremas.
- Efectos amplificados por la orografía y la ocupación del territorio: La topografía jugó un papel fundamental en potenciar el desastre. Tanto Emilia-Romaña, rodeada por los Apeninos, como Valencia, flanqueada por montañas cerca del mar, presentan configuraciones que favorecen el “atrapamiento” de la humedad. Otro estudio ha confirmado que la presencia de barreras montañosas próximas al litoral valenciano potencia el ascenso forzado de la humedad marina y favorece episodios de lluvias extraordinarias, funcionando como un auténtico “callejón sin salida” meteorológico. A esto se sumó la ocupación humana de zonas ya vulnerables, como valles y ramblas, multiplicando los daños.
- Impacto social y económico gravísimo: Los dos eventos supusieron auténticos desastres históricos, con cientos de víctimas mortales (más de 200 en Valencia) y pérdidas millonarias en agricultura, ganadería e infraestructuras fundamentales.
Mejorar la alerta temprana
Estos hallazgos tienen profundas implicaciones para la gestión del riesgo de inundaciones y la anticipación ante eventos extremos. El estudio italiano sugiere que el análisis de la persistencia ciclónica, junto con la identificación de regiones “callejón sin salida” desde el punto de vista orográfico, debería incorporarse a los sistemas de alerta temprana.
Porque cuando la lluvia no llega como una embestida rápida, sino como un asedio persistente, las infraestructuras y los ecosistemas pueden verse superados en cuestión de días.
De hecho, los autores reconocen que aún queda mucho por investigar sobre cómo factores como el uso del suelo, la humedad previa y el estado de las infraestructuras hidráulicas influyen en el desenlace, pero el patrón es claro: el Mediterráneo se enfrenta a un nuevo tipo de amenaza, silenciosa y sostenida.













