descubre qué hay detrás del miedo

Parece una broma de Halloween pero la realidad es que el sonido afecta a todo nuestro cuerpo, incluso nos hace ver cosas que no están, ¿o si? 

Nos adentramos en esta semana del miedo para dar profundizar en qué nos asusta. Te cuento una historia: era de noche en el laboratorio. Varios compañeros de Vic Tandy decían ver “algo” moverse en la sala; sombras que parecían cobrar intención. Tandy midió el aire y encontró una onda estacionaria a 18,98 Hz producida por un ventilador. No había fantasmas: había física. Pero aquella pequeña frecuencia, casi inaudible, había puesto en marcha una cadena de efectos dentro del cuerpo.

Aquella pequeña frecuencia, casi inaudible, había puesto en marcha una cadena de efectos en el cuerpo

La ciencia detrás del sonido

Hablamos de sonidos muy graves, las llamadas bajas frecuencias (unos 10–100 Hz) y los infrasonidos, por debajo de 20 Hz. Muchas veces no los oyes como “ruido”, pero el cuerpo los nota

Esa energía puede desajustar el equilibrio, provocar mareos o esa visión borrosa que confundimos con “algo” moviéndose en la oscuridad

Imagina que cada cosa, y también partes de tu cuerpo, tienen un columpio interior: si le das el empujón en el momento justo, se mueve mucho más. Lo mismo pasa con las vibraciones. Cuando una onda coincide con la “nota” propia de un tejido o una cavidad, la respuesta se amplifica

En diferentes estudios y en testimonios de campo se ha comprobado que algunas vibraciones cercanas a las que responden los ojos pueden provocar visión borrosa o destellos que parecen desplazarse. No es un truco de la mente: es física.

Tu vista inventa historias

Nuestra vista tiene dos modos de funcionar: el centro, que se ocupa de los detalles —leer una palabra, distinguir un color—; y la periferia, la que vigila el bosque mientras el centro mira la hoja. La periferia es rápida, sensible al movimiento, y está programada para avisar ante cualquier cosa sospechosa. Eso fue útil durante millones de años: mejor ver un bulto en la oscuridad, que pasar de largo ante un depredador.

Pero, cuando el cuerpo está alterado —por una vibración persistente, por dormir mal, por tensión acumulada-, la periferia se vuelve un poco hipervigilante. Detecta manchas y las presenta como cosas en movimiento. Y la mente, que siempre busca sentido, rellena los huecos: una mancha se convierte en figura, una cortina en alguien que pasa. A este proceso se le llama pareidolia: ver rostros o formas en patrones vagos. Dicho en simple: el zumbido no crea el fantasma, pero prepara la escena para que lo imaginemos.

Qué dice la ciencia

El ruido continuo pone al organismo en modo alerta: suben la adrenalina y el cortisol, se fragmenta el sueño y el corazón trabaja de más. Todo eso pasa incluso con sonidos que no oímos claramente: las bajas frecuencias e infrasonidos penetran paredes y tejidos y muchas veces se nos escapan por completo porque no los reconocemos.

El problema práctico es que estos tonos bajos suelen quedar fuera del radar de los medidores domésticos y de nuestra intuición. No escucho nada se convierte en no pasa nada, cuando en realidad el cuerpo puede estar reaccionando todo el rato. 

La banda sonora del miedo (y por qué te atraviesa)

Si ahora te suena familiar esa sensación de inquietud en el pecho cuando ves una película de terror, no es casualidad. Los cineastas y técnicos de sonido manejan técnicas que actúan directamente sobre el cuerpo. Por ejemplo, subgraves y vibraciones bajas que se sienten más que se oyen y tensan el torso. O disonancias y golpes cortos que rompen la expectativa y despiertan el sobresalto. También utilizan el silencio calculado: la ausencia potencia la vigilancia; el ruido súbito la explota.

Esos recursos no engañan a la gente; condicionan su estado fisiológico. Un cuerpo predispuesto ve peor, imagina más y es más fácil que una luz o un movimiento inofensivo se interprete como presencia.

Vecinos, ventiladores y casas con historias reales

En barrios cercanos a industrias, turbinas o grandes sistemas de ventilación, los LFN (low frequency noise o ruido de baja frecuencia) pueden afectar a edificios enteros. Un extractor mal equilibrado, un motor con un problema o una sopladora cada mañana, pueden estar detrás del zumbido que no cesa.

En esos casos, la solución es técnica: identificar la fuente, medir con equipos adecuados y tomar medidas de aislamiento o reparación. Es decir: menos exorcismos, más mantenimiento.

Qué puedes probar hoy sin volverte loco

Si has sentido alguna vez esa presencia acompañada de un zumbido, te doy unas claves para que pruebes. En primer lugar, escribe cuándo aparece la sensación: hora, duración, si hay aparatos encendidos.Cámbiate de habitación: si desaparece, apunta a una fuente local. Por último, apaga equipos uno a uno (ventiladores, calderas, extractores, regletas) y observa.

Si persiste, pide una medición acústica profesional: no todos los sonómetros detectan bien las bajas frecuencias.

No hay que reducir todas las experiencias a fórmulas científicas. El miedo es real, y la intensidad de una noche en vela —sea por lo que sea— no deja de ser válida. Pero entender que una vibración puede predisponer al cerebro a inventar cosas: no anula la emoción, pero ayuda.

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