JUAN JOSÉ MILLÁS | Farmacología extraña

Farmacología extraña. / ShutterStock

La química es puntual, burocrática. Uno se toma un comprimido, pongamos un ansiolítico, y a la hora ya está en la sangre (en el torrente sanguíneo, como suelen decir los manuales), flotando como un pasajero que ha pagado su billete en la estación del hígado. Los prospectos son claros: concentración máxima en sesenta minutos, efecto sostenido durante seis horas, eliminación renal, etc., todo en orden. La biología tiene la cortesía de avisar con relojes y cronómetros, con curvas de absorción que podrían enseñarse en una clase de matemáticas.

Fuente