El último informe de la OCDE sobre enseñanza y aprendizaje asegura que España tiene un problema de disciplina en las aulas. Un tercio del profesorado (10 puntos por encima de la media de los países de nuestro entorno) reconoce que hay un ambiente ruidoso en clase y que pierde mucho tiempo por las interrupciones del alumnado, sobre todo en secundaria. «Sabemos que en España hay micro desafíos relativos a la disciplina, hay estudiantes que son más difíciles de controlar y esto ha ido en aumento en los últimos años», sentenció, días atrás en Madrid, Andreas Schleicher, responsable educativo de la OCDE.
La gestión del aula es hoy mucho más complicada que hace décadas y emerge como la asignatura pendiente del sistema educativo. Todos los profesores consultados por este diario reconocen que existe un problema de disciplina, entendida como escucha, respeto y compromiso. No hablamos de grandes conflictos con violencia de por medio sino de constantes disrupciones. Por ejemplo, faltas de respeto, ausencia de clima de aprendizaje, desmotivación generalizada o falta de autocontrol.
La comunidad educativa está de acuerdo en el diagnóstico, pero difiere a la hora de explicar las causas y poner encima de la mesa soluciones. Hay profesores que piden recuperar el respeto (no sumisión) hacia la figura del docente y reclaman a las familias que remen en la misma dirección estableciendo normas claras en casa. Otros demandan un cambio de modelo educativo que no se fije tanto en los contenidos puros y duros y apueste firmemente por talleres y clases participativas. También reivindican ir más allá de los aspectos educativos y buscar las causas del malestar de los alumnos retadores que provocan disrupciones para poder ayudarles.
«La indisciplina no se limita al aula. ¿Qué pasa en los hogares de esos chavales? ¿Les ponen límites?»
Dejando claro que la disciplina no es un termino negativo sino una cualidad positiva para la convivencia porque implica respeto y escucha, el pedagogo Luis López Murria apunta hacia las familias y recuerda que la educación viene de casa. “La indisciplina no se limita al aula. ¿Qué pasa en los hogares de esos chavales? ¿Les ponen límites? No tiene sentido que los estudiantes no puedan usar los móviles en el instituto y luego se pasen en casa siete horas delante de la pantalla”, cuestiona el especialista, profesor en la unidad terapéutica Acompanya’m del Hospital Sant Joan de Déu y autor de ‘Educar en llamas’, un ensayo sobre cómo fomentar el buen clima escolar.
Desgaste emocional
López Murria reconoce que los docentes acusan un importante desgaste emocional. “Muchos alumnos nos tratan como si fuéramos sus colegas en lugar de figuras de autoridad, algo que sucede porque la profesión está cada vez más denostada. Siempre se pone en duda nuestra palabra y hay madres y padres que, en lugar de remar en la misma dirección, sospechan de nosotros cuando les explicamos los problemas que tiene su hijo en clase”, concluye tras reclamar más respeto (“no sumisión”) al profesor y la inclusión de normas claras en el aula y en las casas. «Las líneas rojas deberían ser las faltas de respeto, el ‘bullying’ y los insultos», concluye.
En los institutos, el 25% de los docentes asegura que muchos estudiantes no empiezan a trabajar hasta mucho después de que comience la clase, porcentaje que se reduce al 16% en la media de la OCDE
El informe Talis de la OCDE revela que un 25% de los docentes de instituto asegura que muchos estudiantes no empiezan a trabajar hasta mucho después de que comience la clase, porcentaje que se reduce al 16% en la media de la OCDE. “En España se ha normalizado tener que perder de cinco a diez minutos (a veces, mucho más) antes de poder empezar una clase y a ello contribuyen los retrasos constantes, la dificultad para conseguir un ambiente de silencio y orden y cierta desidia generalizada en detalles tan simples como sacar el material o abrir el libro”, explica Pascual Gil Gutiérrez, profesor de secundaria y autor de ‘Schola delenda est?’ (‘¿Debe la escuela ser destruida?’).
El docente y divulgador afirma que los microdesafíos al profesor hacen perder tiempo, enrarecen el ambiente y pueden acabar boicoteando el proceso de enseñanza y aprendizaje de todo el grupo. “El alumno sabe que goza de impunidad y el profesor es consciente de que cuenta con pocos apoyos y recursos a la hora de abordar la indisciplina”, añade.
«El alumno sabe que goza de impunidad y el profesor es consciente de que cuenta con pocos apoyos y recursos a la hora de abordar la indisciplina»
Al igual que López Murria, Gil Gutiérrez mira a las familias. “El respeto y la observancia de las normas de convivencia empiezan en casa. Los padres y las madres deben ver a los profesores no como enemigos con algún malvado interés en amargar o hacer sufrir a sus hijos, sino como aliados en su educación ciudadana y en su formación intelectual”, concluye.
Profesor y director de instituto en Castellón, Toni Solano reconoce que los chavales no están callados una hora ni en clase ni en ningún otro sitio. “Igual, por cierto, que los adultos. ¿Alguien está en un cine una hora y media sin ver constantemente el móvil?”, puntualiza.
Autor del ensayo ‘Aula o jaula’, Solano asegura que el modelo de clase tradicional y explicativa donde todo el alumnado escucha al profesor está totalmente agotado y propone cambiarlo por un sistema más participativo (por ejemplo, talleres), donde las interrupciones no son tan frecuentes. Solano añade otro paso necesario para aumentar el ambiente de trabajo en clase: bajar las ratios, algo que, por fin, se va a llevar a cabo una vez que la nueva ley que tiene entre manos el Gobierno entre en vigor. “Tenemos aulas con 30 chavales donde tres tienen un diagnostico de hiperactividad, otros tres, un trastorno de lenguaje y otros tres, problemas de salud mental. Cada uno requiere una atención especial y obliga al docente a estar muy pendiente. El resto de la clase también nos necesita, sobre todo, si se atascan con algún tema. Atender a todos es muy complicado”, resume.
«Los docentes tenemos que dar soluciones, no nos podemos quedar solo en castigos y partes. Tenemos que ampliar la mirada y buscar las causas del malestar de estos alumnos»
Miembro de la asociación de maestros Rosa Sensat, Mar Hurtado reconoce que existe un problema de disciplina, entendida como compromiso, límites y responsabilidad, pero pide ir más allá de las fronteras de la escuela. Haciendo hincapié en los datos de pobreza infantil y la vulnerabilidad de muchos hogares, la maestra asegura que determinados menores sienten que su superviviencia pasa por estar enfadados con el mundo. En su opinión, los llamados niños disruptivos que se saltan los límites están, en realidad, pidiendo ayuda. “Los docentes tenemos que dar soluciones a ese mensaje que nos están lanzando, no nos podemos quedar solo en castigos y partes. Tenemos que ampliar la mirada y no quedarnos solo en lo académico. Es importante buscar las causas de su malestar. Si no, esos alumnos continuarán pensando que nadie les escucha”, razona la profesional, que recuerda que la educación es un derecho de todos y todas.
En opinión de Hurtado, las posibles soluciones pasan por implantar la codocencia en las aulas. “Es la vía para reducir la soledad del maestro y repartir responsabilidades para poder llegar a todos”, explica. También hace falta reciclaje profesional y más formación para los docentes. Especialmente, sobre gestión del aula. No sirve de nada –insiste– en hacer un curso online de tres horas. “Necesitamos formación presencial sobre cómo actuar en el aula”, reclama. Al igual que Solano, Hurtado reclama un cambio educativo. Asegura que muchos chavales disruptivos los son porque el discurso del docente no tiene sentido para ellos. A pesar de la implantación de la educación competencial, muchas aulas se siguen centrando en el contenido puro y duro. “La guerra civil se puede estudiar con un libro de texto o montando un debate en clase y preguntando a los alumnos en qué bando estarían. “¿No es esta una forma estupenda de implicarles y de que los contenidos tengan sentidos para ellos y su contexo?”, concluye.
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