Si en 1850 hubiéramos colocado en un lado de la balanza a todos los seres humanos del planeta y en el otro a todos los mamíferos salvajes del globo, el ejercicio habría concluido mostrando que, a grandes rasgos, ambos grupos pesaban aproximadamente lo mismo. Pero ahora, casi dos siglos más tarde, este equilibrio ha cambiado radicalmente. Según revela un estudio publicado este lunes en la revista ‘Nature Communications’, la biomasa de los mamíferos salvajes, es decir, su peso, se ha reducido a la mitad desde mediados del siglo XIX, mientras que la de los humanos y sus animales domésticos ya representa alrededor del 95% de toda la masa mamífera del planeta. Se trata, según los expertos, de un cambio que muestra hasta qué punto la huella humana no solo se está expandiendo por el planeta sino que está haciéndolo a costa de otras formas de vida salvaje.
El trabajo, liderado por el Instituto Weizmann de Ciencias, se presenta como la primera estimación global que pone cifras a cómo la humanidad ha redistribuido el peso de la vida en el planeta. Su análisis se ha basado en un modelo que integra desde censos poblacionales históricos de miles de especies hasta bases de datos agrícolas y pesqueras y simulaciones matemáticas de dinámica poblacional para estudiar cómo ha cambiado la biomasa global de mamíferos durante los últimos 175 años. Según explican los impulsores de este trabajo, el planeta ha vivido un aumento drástico de la biomasa en el último siglo pues ha pasado de 400 millones de toneladas en 1850 a más de 1.100 millones de toneladas que se registran en la actualidad. Pero no porque la vida animal ha prosperado con más alegría sino, tal y como apunta el análisis, por el aumento de la huella humana.
El planeta ha pasado de albergar 400 millones de toneladas de animales en 1850 a más de 1.100 millones de toneladas que se registran en la actualidad
El análisis apunta a que los humanos hemos pasado de sumar unas 50 millones de toneladas al planeta hace casi dos siglos a más de 420 millones en la actualidad. Y el ganado, sobre todo vacas, cerdos y ovejas, ha pasado de 130 a 650 millones en menos de dos siglos. La suma de ambos grupos, afirman los expertos, representan hoy más del 90% de toda la masa mamífera de todo el planeta. Los datos también apuntan a que el aumento de las formas de vida relacionadas con la actividad humana coincide con un declive de las poblaciones de animales salvajes. Tanto es así que, según constata el estudio, el peso de los mamíferos salvajes se está desmoronando.
Los humanos hemos pasado de sumar unas 50 millones de toneladas al planeta hace casi dos siglos a más de 420 millones en el presente
El declive salvaje
Los datos confirman que grandes perdedores de esta historia son los animales que no viven bajo control humano. Los mamíferos marinos, como las ballenas, los delfines o las focas, han perdido cerca del 70% de su biomasa desde 1850. En tierra firme, el panorama no es mejor. El estudio constata que la biomasa de los mamíferos terrestres salvajes como elefantes, bisontes, zorros y ciervos ha caído más de un 50% en apenas 175 años. Los investigadores calculan que ha pasado de unos 50 millones de toneladas a poco más de 20 millones. Aunque es posible que estas cifras sea aún mayores, ya que los expertos recuerdan que la falta de datos sobre algunas especies podría estar ocultando un declive todavía más preocupante en algunas poblaciones.
Los expertos afirman que el declive de la biomasa salvaje se traduce en ecosistemas más pobres y cadenas tróficas más frágiles, por lo que urge redoblar las políticas de conservación de la naturaleza
Los expertos afirman que detrás de estas cifras no hay solo una pérdida de equilibrio entre vida domesticada y vida salvaje. Lo que más preocupa es que el declive de la biomasa salvaje se traduce en ecosistemas más pobres y cadenas tróficas más frágiles. La pérdida de poblaciones de mamíferos, por ejemplo, pone en jaque procesos esenciales para el funcionamiento del planeta como es la dispersión de semillas, el reciclaje de nutrientes o la fertilización de los océanos. En otras palabras, afirman los expertos, la disminución del peso de la vida salvaje implica también un empobrecimiento silencioso de los sistemas naturales de los que dependemos. «Estas cifras no son un destino inevitable, sino un espejo de nuestras decisiones», concluye el estudio, quien aboga por seguir apostando por las políticas de conservación y restauración de la naturaleza.
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