Después de ser azotado con saña el pasado jueves en la Euroliga ante el Zalgiris y de que el Palau mostrara, pañuelo en mano, su hartazgo ante el devenir crepuscular de la sección de baloncesto, el Barça de Joan Peñarroya logró recomponerse un poco (100-85). Lo hizo gracias al estibador Joel Parra (14+5+4) y al empeño del alero estadounidense Myles Cale (13 puntos, 15 de valoración), quizá en su actuación más celebrada como barcelonista, y frente a un Breogán que, en cualquier caso, compitió el duelo durante buena parte de la tarde. El triunfo fue el segundo de los azulgrana esta temporada en la ACB (por dos derrotas, eso sí).
Cale, procedente del Trento italiano y que hasta la fecha no había logrado asomar demasiado ante la jerarquía del veterano Clyburn (21 puntos), protagonizó las acciones más espectaculares del partido. Especialmente un mate a dos manos que sirvió para exhibir muelles y un estético tapón que el Palau celebró a lo grande. Quizá consciente de que hay que quedarse con este tipo de episodios. A Cale le ayudó muchísimo esta vez Joel Parra en la pintura y la mejoría defensiva grupal del equipo, aunque ello no evitó que el Breogán llegara a los 85 puntos.
Cierto. Clyburn, que frente al Zalgiris se quedó sin anotar (aunque entonces sólo quiso tirar tres veces en 25 minutos), decidió esta vez implicarse en la tarea. Amasó sus 21 puntos en apenas 17 minutos de juego, demostrando que, cuando le viene en gana, continúa siendo uno de los grandes estiletes de Europa.
Pero este Barça necesita muchas más cosas. De ahí que la victoria coral frente al Breogán con un actor secundario como Cale al mando sentara tan bien al equipo. Con ventajas para los azulgrana que acostumbraron a bordear los 10 puntos pese a la gracia anotadora de Francis Alonso, Brankovic y Cook, Peñarroya agradeció que Shengelia estuviera despierto, que Willy Hernangómez pensara más en defender que en sumar créditos a su estadística, y que Joel Parra decidiera trabajar por todos mientras, también, se apuntaba canastas inverosímiles (como un lanzamiento desde detrás del tablero).
No fue esta vez necesario que Punter (10 puntos) se disfrazara de llanero solitario o que Brizuela se exprimiera demasiado en su regreso.
Peñarroya respiró viendo a sus hombres ser rápidos en transición y recibiendo el perdón del Palau. A estas alturas, no es poco.
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