Soñar no es de locos. Una frase que hace referencia a Mario Cazorla, un nombre que al igual que su etiqueta de aventurero heredó de su padre ya fallecido. No era de extrañar que después de haber navegado en velero durante siete meses por el Caribe junto a su figura paterna como héroe y su hermana Valeria, a él le entrara el gusanillo de probar esos impulsos de descubrir qué hay más allá. Con los estudios de Guía Turístico finalizados y cansado de encadenar puestos de trabajo temporales tomó las riendas de su vida. Se dejó llevar por los impulsos que le dictaba su corazón y no lo dudó ni un solo momento: lo que comenzó con una aventura en Holanda para ganar dinero terminó en un viaje solitario a Cabo Norte con su bicicleta como compañera de fatigas.
Mario Cazorla posa en Cabo Norte, después de cuatro meses pedaleando hacia su destino / LP/DLP
En marzo de 2023 llegó el momento que había planeado en su cabeza después de haberse leído un libro. Preparó sus bártulos, organizó con todo detalle su bicicleta y puso rumbo a Huelva, donde comenzó oficialmente su recorrido hasta el que es, oficialmente, el punto más al norte de todo Europa al que se puede llegar por carretera. «Llevaba tiempo queriendo hacer un viaje así porque lo veía como una manera completa de descubrir el mundo. De esta forma ves lo que hay antes y después, lo auténtico de los países», comenta este grancanario.
Cazorla aclara que no es un ciclista, sino un aventurero que actúa por corazonadas y con su padre como guía en todo momento. «Me asfixio subiendo las cuestas pero con paciencia todo pasa. Vas con la velocidad perfecta para parar donde quieres y hablar con quien te apetezca. Es sacrificado porque me hacía hasta 85 kilómetros diarios, pero volvería a repetir esa experiencia mil veces más», explica convencido. Un periplo que realizó de manera solitaria y que le llevó algo más de cuatro meses. 134 días en los que disfrutó de la vida, de rincones maravillosos y de su propia compañía. «Aprendí a estar solo, a hablar conmigo mismo». Con su propia cocina a gas y una sartén pequeña, sus noches fueron una acampada eterna en las que el miedo dejó de existir a los pocos días.
Cerrar el ciclo de la misma manera
Fueron meses enriquecedores en los que a pesar de tener en vilo a su hermana, aprendió que viajar desintoxica y que nada es imposible. Por eso al terminar esa primera experiencia en bicicleta, regresó a Holanda para ahorrar y llevar a cabo su segundo capítulo, aunque esta vez a la inversa: «estuve trabajando desde agosto de 2023 hasta junio de 2025 y tomé la decisión de cerrar el ciclo. No quería volver cogiendo un avión y regresé a Gran Canaria de la misma manera que me fui», indica. Desde Holanda cogió un avión hasta Dinamarca y tras visitar a varios amigos, en agosto decidió poner fin a la aventura y emprender un viaje de vuelta de algo más de dos meses junto a su bicicleta.

Cazorla en su llegada a Italia / LP/DLP
Sobre ruedas iban 30 kilos de una vida enmarcada por la adrenalina. Ropa para cuatro o cinco días que lavaba a mano o en alguna que otra lavandería, capacidad para tres litros de agua, una cocinita, sillas o incluso su portátil. Al día, intentaba gastarse como mucho 20 euros y en los supermercados intentaba que el hambre o la ansiedad no ganaran la batalla. «A veces iba sediendo, veía una Coca Cola y me la quería beber, pero en muchas ocasiones me detenía su elevado precio», recuerda. «Me quedo con la gente, porque me han hecho entender que todavía quedan personas buenas en el mundo», explica convencido.
Al menos una vez en la vida hay que ser la persona que ha emigrado, porque es ahí cuando te das cuenta de que ya no estás en casa, sino que juegas en otro sitio
Un viaje de ida y vuelta en el que el punto final siempre ha sido Gran Canaria, la isla que le vio crecer y le enseñó a perder. «Mi padre me contagió esta locura de los viajes y las experiencias. Cuando eres pequeño, has vivido tantas aventuras y sabes que no son sueños inalcanzables quieres experimentarlo. Esto es tan sencillo como saber que si otros pueden tú también», asegura.
Más de 3.000 kilómetros sobre ruedas en los que la figura de su padre siempre estuvo presente. Porque en parte, toda esta mentalidad de no rendirse nunca se la debe a él y al cariño que puso en los 16 años que tuvieron el placer de compartir. «Mi padre si levantara cabeza diría que estoy loco, pero yo le contestaría que viajar hace resolutivo. Él lo sabe bien». Tampoco deja pasar el tren a la hora de hablar de su hermana Valeria, la que describe, con alguna que otra lágrima en el ojo, como un apoyo incondicional. «Si tuviera que dar un consejo a alguien le diría que al menos una vez en la vida hay que ser la persona que ha emigrado, porque es ahí cuando te das cuenta de que ya no estás en casa, sino que juegas en otro sitio», sentencia.
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