En los últimos años, el interés por la pérdida de peso ha impulsado a millones de personas a buscar métodos cada vez más efectivos y rápidos. Aunque las dietas tradicionales siguen teniendo presencia, el uso de fármacos como Ozempic se ha convertido en la opción más seguida por los españoles para adelgazar.
Este medicamento, originalmente diseñado para tratar la diabetes tipo 2, ha ganado popularidad por su capacidad para suprimir el apetito y favorecer la pérdida de peso. Así, la línea que separa la dieta médica de la estética se difumina, y se abre un debate sobre salud, efectividad y riesgos asociados.
El VIII Estudio de Salud y Estilo de Vida de Aegon revela que un 18,6 % de los españoles elige la dieta Ozempic como primera opción para la pérdida de peso (frente al 10,9% del año anterior), seguido de la dieta keto —restricción de carbohidratos y aumento de grasas saludables—, con un 18,1 %, o la disociada con un 17 %.
También, un 14,1 % confirma seguir la dieta fasting, un 8,2 % el ayuno intermitente mientras que un 3,4 % revela hacer una dieta hipocalórica o baja en calorías.
Alvar Ocano, gerente médico de Aegon, nos explica que este fenómeno se debe a una combinación de factores. «Suelen ser medicamentos novedosos, con nuevos efectos sobre enfermedades conocidas, y además gozan del favor de personas famososo como influencers».
Esta nueva clase de medicamentos, inicialmente desarrollados para el tratamiento de la diabetes, «ha ganado tanta popularidad como solución para reducir peso, como preocupación entre los profesionales médicos».
Ozempic y Wegovy, al igual que Mounjaro, han demostrado su alta eficacia para tratar la obesidad. / MANU MITRU
Casi la mitad de los encuestados hace dieta por su cuenta
El especialista recalca que también influye «la eficacia demostrada de estos tratamientos en el control del peso, la creciente concienciación sobre los riesgos asociados a la obesidad y la amplia cobertura mediática que han recibido estos medicamentos. Además, el avance de la medicina hacia terapias más individualizadas ha despertado mayor atención por parte de pacientes y profesionales».
Ciertos perfiles muestran una mayor predisposición que otros. Por ejemplo, quienes se muestran insatisfechos con su aspecto físico (25,5%), los que han hecho dieta en el último año (37,1%), las personas con hijos (21,1%), los que no consideran que su alimentación sea saludable (22,4%) y las mujeres (25,5%) estarían más dispuestos.
No obstante, «es importante recordar que estos fármacos son tratamientos médicos que deben utilizarse bajo prescripción y seguimiento profesional, no como soluciones rápidas o de uso estético».
El estudio indica que solo el 49,4% de quienes hacen dieta cuentan con supervisión profesional. Ocano recalca que el seguimiento por parte de un profesional sanitario garantiza que el proceso sea seguro, adaptado a las características de cada persona y orientado a objetivos realistas.
«En el caso de estos medicamentos, esto es fundamental, porque los efectos por si solos, no son permanentes si no se modifican los hábitos y el estilo de vida. Por otra parte, dado el precio que tienen para el tratamiento de la obesidad, no son nada baratos, lo que evidencia y fomenta una desigualdad aún mayor», matiza a este periódico.
Por qué se ponen a dieta los españoles
El ranking de los principales motivos para seguir un régimen se mantiene estable respecto a años anteriores. Reducir peso o mantener la figura (59,1%) y mejorar la alimentación (49,3%) ocupa la primera y segunda posición si bien se observa un descenso significativo en el porcentaje de personas que lo respalda.
También se identifican razones menos frecuentes como aquellas personas que lo hacen por concienciación medioambiental y respeto a los animales (12,8%), por cuestiones económicas (10,7%) o por influencia externa (9,6%).
Sin embargo, «existe un peligro de difícil solución, ya que refuerza ideales estéticos poco saludables y puede fomentar trastornos alimentarios o conductas obsesivas relacionadas con el peso corporal, con el añadido de que no solo se trata de una talla inalcanzable, sino que además se introduce una sustancia en el organismo para que no cueste».
Sobre el mal uso de estos medicamentos, «hay un gran margen de mejora». La educación nutricional «debería reforzarse desde etapas tempranas y mantenerse a lo largo de la vida». Y es que, un mayor conocimiento sobre hábitos saludables reduciría la dependencia de soluciones rápidas o de tratamientos sin control médico.
«No existen programas en las escuelas que enseñen los buenos hábitos, los comedores escolares no son el mejor ejemplo de una dieta saludable a largo plazo. Tampoco existe acceso a los nutricionistas en el sistema público de una forma más o menos generalizada», hace hincapié Alvar Ocano.














