Durante el verano de 1812, Napoleón reunió a más de 685.000 soldados para invadir Rusia. El despliegue de su ‘Grande Armée’, el ejército más grande jamás formado hasta el momento, presagiaba una victoria segura en Moscú. Pero tras varias derrotas frente a las tropas del zar Alejandro I y con la llegada del gélido invierno ruso, las tropas napoleónicas empezaron a caer y, finalmente, se calcula que para finales de año se calcula que prácticamente no quedaba nada de la ‘armée’ francfesa. Durante siglos, los historiadores han debatido sobre los factores que contribuyeron a la derrota de Napoleón. Pero ahora, según anuncia ‘Current Biology’, un equipo de genetistas ha logrado dar con un «enemigo invisible» hasta ahora desconocido que pudo haber matado a miles de soldados de forma silenciosa: una combinación de bacterias entericas y de fiebres recurrentes que actuaron sobre cuerpos ya quebrados por el frío y la desnutrición.
El hallazgo, firmado por el equipo de la Unidad de Paleogenómica Microbiana del célebre Institut Pasteur, se basa en el análisis del ADN extraído de los dientes de 13 soldados napoleónicos enterrados en la localidad de Vilnius, uno de los numerosos puntos donde se sepultaron los cuerpos del ejército francés de 1812. Según explican los especialistas, tras recuperar los fósiles de estos mercenarios se aplicaron técnicas de secuenciación genética de nueva generación adaptadas al de muestras muy degradadas. A partir de ahí se trabajó, por un lado, para identificar restos de posibles microorganismos y, por otro lado, para comparar los efectos observados con los síntomas descritos en los relatos de la época. El resultado de esta labor, afirman los expertos, proporciona una nueva mirada sobre la caída de este ejército.
El análisis del ADN extraído de los dientes de 13 soldados napoleónicos enterrados en la localidad de Vilnius, uno de los numerosos puntos donde se sepultaron los cuerpos del ejército francés de 1812
Y es que durante décadas se había dicho que la ‘Grande Armée’ había muerto por tifus. Pero los análisis apuntan a algo distinto. Al menos cuatro de los trece individuos analizados dieron positivo a ‘Salmonella enterica’, un microorganismo responsable de la paratifoidea o fiebre paratifoidea, una enfermedad entérica que provoca fiebre alta, dolor abdominal y diarrea. También se detectaron varios casos de infecciones por ‘Borrelia recurrentis’, otra bacteria causante de la fiebre recurrente, una enfermedad transmitida por piojos y caracterizada por picos febriles intermitentes seguidos de periodos de mejora. Los expertos afirman que los males provocados por estas bacterias no solo se reflejan en los relatos de las fuentes médicas y militares de la época sino que explicarían hasta qué punto estas infecciones podrían haber agravado la condición de soldados ya exhaustos por el hambre, el frío y la insalubridad y haberlos llevado a la muerte.
Retrato de las tropas de Napoleón saliendo de Moscú. / Adolph Northen
Amenaza biológica
El análisis descarta, contra todo pronóstico, al tifus como principal responsable de la muerte de los soldados porque, según reportan los expertos, en las muestras analizadas no se halló ni el ADN del agente causante, ‘Rickettsia prowazekii’, ni de la bacteria de la fiebre de las trincheras, ‘Bartonella quintana’. El resultado sorprende ya que estudios habían encontrado muestras de estos patógenos pero, frente a esto, los especialistas afirman que las técnicas utilizadas son menos sensibles al ADN muy degradado y, por lo tanto, pudieron arrojar falsos negativos. Lo que sí ofrece el estudio es evidencia directa de que había infecciones que circulaban entre soldados y que se convirtieron en una amenaza biológica que, junto al frío extremo, la inanición y la desorganización logística, contribuyó al colapso de la expedición.
«Es muy emocionante utilizar la tecnología que tenemos hoy para detectar y diagnosticar algo que estuvo enterrado durante 200 años»
«Es muy emocionante utilizar la tecnología que tenemos hoy para detectar y diagnosticar algo que estuvo enterrado durante 200 años», afirma el autor principal de este trabajo, el científico Nicolás Rascovan, uno de los especialistas en genética antigua del Instituto Pasteur en Francia. «Esto demuestra el poder de la tecnología del ADN antiguo para descubrir la historia de enfermedades infecciosas que no podríamos reconstruir con muestras modernas», afirma el científico tras la publicación de estos fascinantes datos que ayudan a entender más y mejor un episodio que marcó tan profundamente la historia del mundo.
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