Guillermo del Toro cuenta a menudo que, de niño, sus únicos aliados eran los monstruos protagonistas de los libros y las películas que devoraba para evadirse de un entorno que le era hostil; no los veía como una amenaza, sino como seres incomprendidos e injustamente acosados por los humanos, que proyectan en ellos sus propias bajezas. Entre todos esos amigos de infancia, el que más ha influenciado su trabajo como cineasta es el que ocupa el centro de la novela más ilustre de Mary Shelley, publicada en 1818, y así lo demuestran títulos de su filmografía como ‘Cronos’ (1997), ‘Pinocho’ (2022), ‘Blade 2’ (2002), el díptico ‘Hellboy’ y ‘La forma del agua’ (2017). Eso significa que su nuevo largometraje, ‘Frankenstein’, supone una culminación para él. “Llevo queriendo hacer esta película desde antes de agarrar una cámara por primera vez, y toda mi obra previa fue como un entrenamiento”, confirma el mexicano a El Periódico. “Considero el libro de Shelley como la Biblia desde que lo leí con 11 años. Y tenía solo siete cuando descubrí su adaptación cinematográfica de 1931; al ver a Boris Karloff cruzando el umbral de la puerta y darse la vuelta, pensé: ‘Ese soy yo’. Aquel monstruo, imperfecto e inadaptado, me representaba”.
El actor Jacob Elordi en ‘Frankenstein’, donde hace el papel de la criatura. / EL PERIÓDICO
Lo cierto, en cualquier caso, es que su ‘Frankenstein’ se toma muchas más libertadas narrativas respecto a las páginas de Shelley de las que su devoción casi religiosa hacia ellas podría invitar a suponer. “Las adaptaciones más respetuosas de otras obras no son las que se parecen más al modelo, sino las que se hacen desde la sinceridad y la empatía”, matiza Del Toro. “Mi primera versión del guion no incluía ninguna frase extraída de la novela; los personajes de la película, además, son distintos a los del libro y actúan de forma diferente. Es una adaptación reverente pero viva, y no algo petrificado a causa de su obsesión por la fidelidad. Además, la novela de Shelley es profundamente autobiográfica, y no se me ocurre mejor forma de rendirle homenaje que con una película que también lo es”.
Recuérdese que tanto el libro original como sus versiones cinematográficas previas -entre ellas la dirigida por James Whale en 1931, la protagonizada por Robert De Niro en 1994 e incluso la parodia de Mel Brooks ‘El jovencito Frankenstein’ (1974)- hablaban sobre todo de los peligros potenciales que el uso descontrolado de la tecnología y el empeño en jugar a ser Dios acarrean. La película de Del Toro, en cambio, presta atención sobre todo al daño psicológico causado por padres egomaníacos que moldean a sus hijos a su voluntad y luego los rechazan, lo que la convierte en la última reflexión sobre progenitores fallidos en una filmografía plagada de ellas. “Me alegro de haberla completado en este momento de mi vida”, comenta el director. “Si la hubiera hecho hace dos décadas habría sido una película sobre mi relación con mi padre, y su perspectiva sería exclusivamente la de un hijo. Pero ahora, además de hijo, yo también soy un padre que ha acabado pareciéndose a su propio padre de lo que jamás creyó posible, y también he aprendido mucho de mis críos”.

Un fotograma de ‘Frankenstein’. / ‘Frankenstein’
La bondad y la maldad
Después de crearlo con pedazos de cadáveres y electricidad, el doctor Victor Frankenstein repudia a quien en la práctica es su hijo. Y el monstruo, inocente e inicialmente fascinado con su nueva vida, se convierte en alguien vengativo. Los dos son figuras trágicas y, en realidad, la criatura no es sino un reflejo del niño maltratado y abandonado que Victor fue un día. “Las historias que contaba cuando yo era más joven decían que los monstruos son buenos y los humanos son malos, pero ahora prefiero demostrar que la bondad y la maldad conviven dentro de todos nosotros”, afirma Del Toro. “Supongo que, ahora que el mundo en el que vivimos se ha convertido en un lugar tan dolorosamente simplista, yo necesito complicar un poco a mis personajes”.
En películas como ‘Frankenstein’, el monstruo casi nunca es solo un monstruo, sino que se ofrece también a modo de símbolo del diferente. “Reivindica nuestro derecho a ser imperfectos y a entender las imperfecciones del otro”, añade el director acerca de su película, que también es política de otras formas. “Victor es un hombre dominante que se ve a sí mismo como una víctima, y eso es común entre todos los tiranos, del pasado y el presente. Y el peligro que entraña poner la tecnología más prometedora en manos de la gente insensata también es con lo que convivimos en la actualidad”.
‘Frankenstein’ es una película que apabulla a través tanto de decorados monumentales, movimientos de cámara acrobáticos y una banda sonora testarudamente grandiosa como de su suntuoso melodramatismo, y, por tanto, reclama ser vista en la pantalla más grande posible. Sin embargo, puesto que es una producción de Netflix, la mayoría de sus espectadores solo tendrán oportunidad de verla a través del televisor o un ordenador. Del Toro, defensor a ultranza del espectáculo cinematográfico, es claro al respecto. “Si la única solución para hacer esta película es aceptar que parte de su vida comercial será en ‘streaming’, no lo dudo ni un instante”.
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