Seis países y cerca de un millar de efectivos se entrenan estos días en un mismo cielo: el de Canarias. El espacio aéreo de las Islas, «privilegiado y único» en Europa, acoge el ejercicio Ocean Sky 25, que reúne en la Base Aérea de Gando a los Eurofighter Typhoon y F-18M españoles, los F-16 de Grecia y Portugal, los F-15E Strike Eagle de Estados Unidos y, como novedad, los Su-30MKI de la Fuerza Aérea de la India. Un escenario multinacional donde debe prevalecer la coordinación del Ejército del Aire y del Espacio para obtener un objetivo común: reforzar la capacidad de liderazgo, el adiestramiento, la interoperabilidad y la defensa colectiva del espacio aéreo europeo.
Las condiciones climáticas de las Islas y la baja densidad del tráfico aéreo en la zona sur del Archipiélago -pese a que los aeropuertos de las Islas figuran en ocasiones entre los más transitados –, convierten a la Comunidad Autónoma, según afirmó el comandante Jorge Rodríguez este jueves en declaraciones a los medios, en una «joya aérea» que permite desarrollar operaciones de gran envergadura como la Ocean Sky 25, organizada por el Mando Aéreo de Combate. Además de las fuerzas aéreas de España, Alemania, Portugal, Grecia, Estados Unidos e India, Suecia y Arabia Saudí participan como observadores. El ejercicio se consolida así como uno de los principales entrenamientos de combate aéreo en el continente y es un escaparate para proteger el liderazgo español en materia de defensa.
La Base Aérea de Gando acogerá hasta el próximo 31 de octubre numerosas misiones en el marco de este ejercicio. España, y especialmente Canarias, se consolidan así como una nación anfitriona de referencia. Tal y como destaca el comandante Juan Bengoechea, jefe del 141 Escuadrón del Ala 14, «acoger a tantas unidades y personal extranjero en la Base Aérea de Gando supone un reto logístico y operativo muy grande. Pero lo importante es que cada participante regrese a su país siendo mejor de lo que vino».
En ese intercambio de estrategias y procedimientos, países amigos y aliados refuerzan su cooperación. Un aspecto especialmente relevante en el actual contexto geopolítico, marcado por el aumento de las tensiones internacionales. En este escenario, la protección de la soberanía y la seguridad aérea adquiere un valor estratégico fundamental, particularmente para territorios insulares como las Islas.
Los ojos y oídos de los pilotos
Mientras en el cielo de Gran Canaria multitud de aeronaves surcan el aire simulando combates y maniobras de adiestramiento aire-aire, en tierra, los controladores del Grupo de Alerta y Control (Grualercon) se convierten en los ojos y oídos de los pilotos. Desde la base, supervisan, dirigen y protegen cada misión en tiempo real, garantizando que todo se desarrolle con precisión milimétrica. Lejos de tratarse de una tarea puntual, esta unidad opera los 365 días del año, desempeñando una labor esencial tanto para la defensa nacional como para la OTAN, a cuya estructura de defensa aérea está plenamente integrada.
Analizan información sobre el enemigo, establecen prioridades, optimizan la eficacia de cada aeronave y aseguran que todas actúen bajo un plan común. Su trabajo es silencioso y discreto, pero decisivo para el éxito de cualquier misión aérea.
Una decena de escuadrones
Aunque el aire es el gran protagonista del Ocean Sky, en tierra la actividad no es menor: más de 50 tiendas se han instalado para dar apoyo logístico a las operaciones. La preparación de los militares, tal y como explica Jorge Rodríguez, comienza semanas antes con la llegada del personal y del material necesario, así como con la puesta en marcha de toda la infraestructura logística que hace posible el ejercicio.
Mientras el cielo canario se llena de aeronaves de un tono gris poco habitual para los isleños, una decena de escuadrones internacionales se despliega en la zona, y varios aeropuertos, como los de Lanzarote o Tenerife Norte, participan de manera alterna en la misión.
El comienzo del ejercicio
El ejercicio arrancó con vuelos de enlace y familiarización entre las unidades extranjeras, para después evolucionar hacia misiones tácticas diarias que incluyen operaciones ofensivas y defensivas, ataques a objetivos terrestres y marítimos, misiones de recuperación de personal y ejercicios de coordinación conjunta. Las jornadas de trabajo se extienden hasta 12 horas diarias.
La rutina está claramente definida: por las mañanas se utiliza la totalidad del espacio aéreo designado para el ejercicio, mientras que por las tardes se restringe parcialmente para permitir el tráfico civil. En estas maniobras se alcanzan altos niveles de entrenamiento, con enfrentamientos simulados que pueden involucrar hasta 26 aeronaves contra 24.
Desde el punto de vista técnico, se ha desarrollado una red interna de comunicaciones segura y cerrada, que garantiza el intercambio de información entre todos los participantes. La seguridad operacional es prioritaria: existen protocolos estrictos de emergencia, descanso y sanidad. En caso de incidente, los equipos pueden detener el ejercicio o activar procedimientos de rescate de inmediato. Los servicios de búsqueda y salvamento están preparados para actuar, con capacidad para evacuar y recuperar personal en cualquier circunstancia.
Un ejercicio de gran enevergadura
«Un ejercicio de gran envergadura requiere, a su vez, un gran planteamiento», aseveró el comandante Mourente. Y así se ha demostrado durante el desarrollo del Ocean Sky. Durante los ejercicios se han registrado algunos eventos de seguridad menores, todos ellos resueltos sin incidentes. Por ejemplo, los Su-30MKI emplean paracaídas de frenado en el aterrizaje, mientras que aeronaves como el F-18 pueden necesitar engancharse al cable de frenado situado al inicio de la cabecera de pista en caso de problemas hidráulicos o de frenos.
«En estas situaciones coordinamos los servicios de emergencia, bomberos, personal médico y equipos de barreras para liberar la aeronave con rapidez y seguridad. Al mismo tiempo, puede producirse otra emergencia en la base mientras hay más de 30 aviones en vuelo. Para ello existen protocolos precisos y una coordinación constante con los distintos controladores, de modo que todas las tripulaciones estén informadas en tiempo real de cualquier eventualidad», explicó el comandante Mourente.
Cooridinación
En cuanto a la coordinación entre el ámbito militar y el civil en Canarias, el operativo cuenta con áreas activadas denominadas Workspace, completamente delimitadas y segregadas del tráfico civil. Estas zonas se activan incluso antes de la llegada de las oleadas de aviones, y ningún vuelo civil puede acceder a ellas. Además, con meses de antelación se estudia el flujo de tráfico aeroportuario y se reservan franjas horarias prioritarias para el desarrollo del ejercicio.
Tras cada vuelo, se lleva a cabo un debriefing exhaustivo en el que se analizan las trayectorias de las aeronaves, el uso de armamento simulado y cualquier posible incidencia de seguridad. «Lo primero que revisamos es si ha habido algún evento de seguridad. Si lo ha habido lo estudiamos a fondo para evitar que se repita». Una situación que toma aún más relevancia si se tiene en cuenta que que «participan muchos aviones, muchas personas y muchas naciones; las casuísticas son innumerables».
La conclusión es clara: «Todas las capacidades que puede ofrecer un avión pueden ponerse en práctica aquí», afirmó el comandante. No obstante, reconoció que el ejercicio no está exento de desafíos, pues «integrar distintas aeronaves y doctrinas de vuelo en un mismo espacio aéreo, y operar con naciones que tienen tácticas y procedimientos muy diferentes a los nuestros, supone siempre un reto».
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