¡Qué bien te veo! Es lo que le han dicho infinidad de veces a Saray Muñoz Rodríguez y a otras mujeres que, como ella, ‘superan’ un cáncer de mama. Sin embargo, afirma que es lo peor que le pueden decir, «sobre todo quienes más te quieren» porque esta placentina quiere incidir en que, a pesar de que el aspecto exterior sea bueno, las secuelas de la enfermedad siguen con ellas.
«A mí me han puesto un tratamiento hormonal, con una pastilla, durante cinco años, pero conozco a mujeres que lo tendrán hasta diez años». Una pastilla que, desde el exterior, se ve como un mal menor, nada tan agresivo aparentemente como la quimioterapia o la radioterapia.
Dolor constante
Pero Saray Muñoz subraya que, con esa pastilla, «me siento como una mujer de 80 años», y solo tiene 40. Afirma que vive «con dolor desde que me levanto hasta que me acuesto». Tiene artrosis en un hombro y los dolores le impiden dormir del tirón. Además, «el cansancio no se te quita con nada nunca» y la operación le ha dejado un linfedema en el brazo del pecho afectado «de por vida».
Aun así, es autónoma y le apasiona su trabajo en la peluquería Stylo 10 de la calle Talavera por lo que aguanta los dolores, mientras su calvario no ha terminado.
Saray Muñoz, en su peluquería de Plasencia, habla de las secuelas del cáncer de mama. / TONI GUDIEL
«El cirujano me dijo que esto tenía un principio y un final», pero el suyo todavía no ha llegado.
Diagnóstico tardío
El diagnóstico le llegó a los 36 años. Hacía poco tiempo que había tenido a su segunda hija y se notó un bulto en el pecho. «Mi médico de cabecera no me hizo mucho caso, me dijo que podía ser una glándula obstruida porque había dejado de darle el pecho». Sin embargo, ella se notaba muy cansada, había cogido peso, que no era acorde a lo que comía…
Insistió y, con el covid entre medias, le hicieron dos mamografías hasta que llegó a «la categoría que ellos consideran para hacerme una biopsia».
Afirma que, tras las pruebas, en seis meses, pasó «de no ser nada, que es lo que me decía el cirujano, a que me dijera que tenía cáncer de mama y me tenía que quitar el pecho». No obstante, señala que todo el proceso hasta recibir el diagnóstico duró en torno a un año y medio.
Falta de empatía
Saray resalta la poca empatía y comprensión recibida por parte del cirujano porque le había dado el diagnóstico sin haber asimilado que lo que parecía nada se había convertido en cáncer.
«Fue un hachazo porque yo tenía dos niñas, de tres y ocho años, y me preocupaba, no solo morirme, sino que se me cayera el pelo, la reconstrucción del pecho… Le pedí que me quitara también el otro y me dijo que si creía que yo era Angelina Jolie. Me trató fatal».
Pidió una segunda opinión y la operaron en Badajoz. Allí le dijeron que la habían limpiado tan bien que no necesitaba quimioterapia ni radioterapia, solamente tratamiento hormonal porque había sido un cáncer de tipo hormonal.
Incertidumbre
Hace ya tres años que se operó y su vida ha cambiado por completo. El proceso le ha provocado una menopausia precoz, además de los dolores. «Tengo el endometrio de una mujer de 60 años» y, además, ahora, tras pedir una segunda opinión oncológica en la Asociación Española Contra el Cáncer, le han dicho que «me faltaría la mitad del tratamiento, que con la pastilla no es suficiente».
Todo mientras afirma que su oncólogo le planteó incluso dejar de tomársela a partir del 15 de septiembre, cosa que no ha hecho porque, a pesar de los efectos secundarios, no quiere arriesgarse a peder protección frente a otro cáncer.
Hoy por hoy, «no sé qué tipo de tumor he tenido» y, aunque se siente agradecida por no haber tenido que pasar por quimioterapia ni radioterapia, hace hincapié en que sigue sufriendo las consecuencias del cáncer, como muchas mujeres en su situación.
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