Philippe Lazzarini (Neuchâtel, Suiza, 1964) tiene vetada la entrada en Gaza. Tras visitar el enclave en cuatro ocasiones desde el inicio de la guerra, Israel le prohíbe el acceso desde el pasado mes de marzo. “Supongo que el motivo principal es que he sido demasiado franco”, dice con una media sonrisa. Como comisionado general de la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos (UNRWA), Lazzarini ha sido uno de los diplomáticos más efectivos a la hora de transmitir el calvario de la población civil de la Franja y denunciar las constantes violaciones del derecho humanitario por parte de Israel. Las circunstancias ahora son algo diferentes. El alto el fuego ha devuelto un poco de esperanza a la región y quizás por eso se muestra más prudente de lo habitual. Conversa con EL PERIÓDICO en el foro de debate World In Progress que estos días se celebra en Barcelona.
Han pasado más de diez días desde que empezó el alto el fuego. ¿Cuál es la situación en Gaza?
La buena noticia es que el alto el fuego todavía se mantiene, a pesar de haber estado bajo una tremenda presión durante la última semana. Mantenerse significa que las armas han callado y la gente ya no tiene que preocuparse cada segundo por morir. Pero más allá de eso, todas las demás necesidades de la población siguen ahí. Cientos de miles de personas han regresado del sur al norte y muchos de ellos han quedado completamente en shock al descubrir barrios totalmente arrasados. Hay un nivel de destrucción sin precedentes e infinidad de vidas han quedado simplemente destrozadas. La curación y la recuperación serán un proceso muy largo.
¿Ha aumentado la cantidad de ayuda humanitaria permitida por Israel desde el alto el fuego?
No ha aumentado al nivel previsto. Hablábamos de al menos 600 camiones al día. Estamos muy lejos de esa cifra. 600 incluiría camiones privados y de organizaciones humanitarias. Ha entrado mucho menos. Y obviamente lo que necesitamos hoy es revertir la tendencia hacia la hambruna, revertir el hambre creciente que sufre la gente, y abrir todos los pasos fronterizos. Durante el primer alto el fuego a principios de año, entre enero y comienzos de marzo, demostramos que, si no hay obstáculos, podemos ofrecer asistencia a gran escala, de forma ininterrumpida y llegar a la gente allá donde esté.
Desde el inicio de la tregua ha habido ataques de ambos bandos. Decenas de palestinos han sido asesinados, al igual que dos soldados israelíes. Ambos lados se acusan mutuamente de violar el alto el fuego. ¿Quién tiene razón?
Efectivamente ambas partes se acusan recíprocamente, pero afortunadamente tenemos a los garantes del pacto, que están totalmente comprometidos en mantener el alto el fuego. Los garantes son Estados Unidos, pero también Qatar, Egipto y Turquía. Y hoy sabemos que en Tel Aviv se encuentra el vicepresidente de EEUU [J. D. Vance], así como el enviado del presidente Trump. Están allí para asegurarse de que el alto el fuego no se rompe porque, si bien es cierto que ha habido incidentes, debemos asegurarnos de que no provocan el colapso de la tregua.
¿Han violado ambas partes el acuerdo?
No soy un experto militar, así que no sé quién ha hecho qué. Pero sé, por ejemplo —como informan los medios regularmente y nos dicen nuestros colegas sobre el terreno— que existe una llamada “línea amarilla” en la Franja de Gaza, que separa la parte ocupada por el ejército israelí del resto del territorio, donde reside la mayoría de la población y que sigue bajo control de Hamás. La gente no sabe realmente dónde está esa línea. Parece ser una especie de línea ficticia, al menos en la mente de la mayoría. En sus inmediaciones se han reportado varios incidentes, varios palestinos han sido disparados.
Entonces, ¿quién es responsable?
Una de los problemas estriba en la falta de claridad sobre lo que se decidió. Pero también muestra lo frágil e inestable que es la situación.
Hablemos del plan del presidente Trump para el futuro de Gaza. Se le ha llamado acuerdo de paz, pero ¿realmente lo es, teniendo en cuenta las medidas que contempla? ¿Es un plan realista?
Para empezar es un acuerdo de paz que no ha sido firmado por los dos principales protagonistas, sino únicamente por los garantes del acuerdo. Creo que marca una dirección para la recuperación y la reconstrucción de Gaza. Pero las partes todavía deben acordar los detalles porque el plan no los establece. La próxima dificultad será pactar el futuro gobierno transitorio de Gaza, así como un estructura de seguridad transitoria. Cualquier transición debe involucrar y empoderar a los palestinos, y también implicar a la Autoridad Palestina.
Pero eso no es lo que dice el plan. A corto plazo no hay participación de los principales partidos políticos palestinos. Se habla de un comité de tecnócratas sin autonomía en la toma de decisiones.
Aun así, los detalles del plan en sí deben seguir negociándose, discutiéndose y acordándose. Y esto es lo que queremos decir con pasar de la fase uno —el alto el fuego, la liberación de rehenes y detenidos, la entrega de cuerpos— a la fase más difícil.
Ha sido una sorpresa ver como tras una larga campaña de desprestigio contra UNRWA y las agencias de la ONU por parte de Israel y EEUU se haya permitido a sus agencias seguir gestionando la ayuda. ¿Cómo se ha conseguido?
El acuerdo vuelve a hablar de la necesidad de una respuesta humanitaria coordinada de las Naciones Unidas en Gaza. Es cierto que en los últimos meses vimos un intento de marginar la respuesta de la ONU y sustituirla por lo que yo llamaría la infame Fundación Humanitaria de Gaza, que básicamente demostró que no era el instrumento adecuado para responder a las necesidades humanitarias de la población. Cuando la Fundación estuvo operativa, el hambre se extendió hasta llegarse a la declaración oficial de una hambruna. Así que claramente no era la respuesta. Además, acabó siendo una trampa mortal para muchos palestinos que, además, excluía a los más vulnerables, aquellos que no podían llegar a sus tres o cuatro centros de distribución. Por eso creo que es un acontecimiento importante que se reconozca la eficacia y la experiencia de las agencias de la ONU como un pilar para atender las necesidades humanitarias críticas.
¿Quién ha disparado contra los civiles que esperaban ayuda en los puntos de distribución humanitaria?
Para eso se necesita una investigación, pero sabemos por la Oficina de Derechos Humanos que más de 1.700 personas han sido asesinadas cerca de esos centros de distribución. Todos estaban ubicados justo al lado de posiciones militares israelíes. también. Así que, ¿quién disparó? Pudo haber sido cualquiera de los dos: los militares o la seguridad privada de la Fundación.
¿Qué está haciendo Hamás tras del alto el fuego? ¿Tratan de retomar el control?
Lo que hemos visto es que Hamás está efectivamente tratando de reafirmar su control, pero también de establecer un mínimo de ley y orden. Al mismo tiempo hemos visto excesos, como ejecuciones sumarias de personas acusadas de pertenecer a bandas armadas. No hay duda de que son imágenes impactantes. Por otro lado, también entendemos que Hamás está llenando nuevamente el vacío que había quedado y tratando de establecer un mínimo de orden.
¿Eso es bueno o malo?
Tener un mínimo de ley y orden es, sin duda, algo bueno. Todo depende de a qué nos refiramos exactamente. Si estamos hablando de restablecer la función básica de lo que debe ser la policía, de devolver algo de confianza a la población, eso es absolutamente necesario. La verdadera pregunta es si ese es el único objetivo o si hay otros objetivos de los que todavía no somos conscientes.
¿Qué hay de las milicias que los israelíes han armado en Gaza? Entre otras cosas han sido acusadas de robar la ayuda humanitaria. ¿Qué papel están desempeñando ahora mismo? ¿Son visibles? ¿Contribuyen al caos?
Israel ha establecido muchos grupos armados a su servicio, pero creo que es una gran equivocación y no debería suceder. Los únicos interlocutores que deberíamos tener en el futuro, si queremos promover un camino hacia la paz, son las autoridades palestinas. Ese debería ser el único interlocutor. Creo que es un error tremendo trabajar con distintos clanes y bandas locales, algunas incluso con antiguos presos convictos.
Gaza ha quedado prácticamente arrasada, casi por completo. ¿Existe algún mecanismo mediante el cual los palestinos puedan reclamar sus propiedades y sus tierras? Muchos de ellos incluso han perdido los documentos y títulos de propiedad.
En UNRWA tenemos una agencia especializada en tierras y propiedades. También tenemos expertos catastrales. No debemos olvidar que Gaza es una comunidad muy cohesionada. La gente sabe perfectamente a quién pertenece cada pedazo de tierra. Pero eso no significa que no vaya a haber disputas en el futuro. También tenemos que ver qué se puede recuperar de los archivos locales. ¿Han sido completamente destruidos? ¿Hay copias duplicadas fuera de Gaza? Son preguntas que no puedo responder ahora. Pero sin duda será un problema.
¿Cuál es la situación actual de la UNRWA? En los últimos meses Israel le impuesto multitud de restricciones e incluso ha forzado la evacuación de algunas de sus sedes. ¿Puede la agencia seguir funcionando a medio plazo si estas no se revocan?
En primer lugar, la agencia opera en Líbano, Jordania, Siria, Cisjordania, Jerusalén Este y Gaza. A pesar de todas estas limitaciones, la agencia ha estado muy activa, incluso en Gaza. Nuestros colegas allí nunca han dejado de prestar atención sanitaria primaria, de realizar exámenes nutricionales, garantizar el acceso al agua potable, gestionar refugios, ofrecer apoyo psicosocial a los niños y ocuparse de la gestión de residuos para prevenir enfermedades transmisibles. Todas esas actividades siguen funcionando. Y ahora estamos tratando de restablecer algunas formas de aprendizaje para los niños, tanto en espacios seguros y temporales como mediante aprendizaje en línea a través de grupos de WhatsApp, como hicimos durante el covid.
Sigo diciendo a los Estados miembros que es absolutamente esencial que tanto la Autoridad Palestina como la UNRWA —las dos principales fuentes de empleo en Gaza— reciban apoyo desde el principio para restaurar todos los servicios esenciales para la población. Son imprescindibles si queremos que haya recuperación y una transición exitosa. Si no se permite a ambos empleadores seguir operando, repetiremos el desastre de Irak en 2003, cuando se desmanteló toda la Administración iraquí. Y ya vimos adónde nos llevó eso.
También nos enfrentamos, además de estas restricciones, a campañas de desinformación contra la agencia. Y sufrimos una crisis financiera sin precedentes. Nuestro principal donante, Estados Unidos, ha retirado su apoyo a la agencia. Tenemos que encontrar formas de cubrir el déficit que ha dejado, pero también debemos asegurarnos de que, en cualquier periodo posterior al alto el fuego, la agencia esté en condiciones de cumplir con lo que la gente sobre el terreno espera de ella. Y para eso necesitamos recursos que no tenemos.
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