Por un lado, frenar a la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), un partido que «quiere destruirnos» y con el que «no compartimos nada». Por el otro, culpar a la inmigración de generar un «paisaje urbano» inseguro, ante lo cual debe responderse con expulsiones. Esta es la doble estrategia con la que el canciller alemán Friedrich Merz y su bloque conservador quieren plantar cara al ímpetu de la AfD, a la que algunos sondeos sitúan ya como primera fuerza en intención de voto.
«Pregunte a sus hijos, pregunte a sus hijas, pregunte a sus amigos. Todos le confirmarán que hay un problema, que tienen miedo, a más tardar cuando oscurece», fue la respuesta del canciller este lunes, ante preguntas de los periodistas sobre qué quiso decir hace unos días al sostener que en Alemania hay un problema con el «paisaje urbano». Fue en un acto en el este del país, al citar como éxito la reducción en un 60% de las solicitudes de asilo y asegurar luego que debían «ampliarse las deportaciones» para atajar el problema que, a su parecer, supone la inmigración para el «paisaje urbano».
Las palabras del canciller han desatado críticas del Partido Socialdemócrata (SPD), su socio de coalición, que advierte del peligro de «hacerle el juego» a la ultraderecha. Desde la oposición verde e izquierdista se le ha acusado de racista, mientras en redes sociales se recuerda que el ministro de la propaganda nazi, Joseph Goebbels, culpó a los judíos de «pudrir el paisaje urbano». Incluso el alcalde Berlín, Kai Wegner, de la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merz, se distanció del canciller. Afirmó que su ciudad está orgullosa de ser «diversa y cosmopolita» y advirtió de que no debe vincularse la criminalidad con determinados orígenes. Por contra, la AfD aprovechó las palabras de Merz para difundir imágenes catastrofistas de barrios con dominio de población migrante.
La CDU de Merz celebró este domingo una reunión entre su cúpula y los poderes regionales para perfilar las estrategias ante los comicios en cinco ‘länder’, estados federados, que tendrán lugar en 2026. La AfD, resumió el canciller este lunes, es el «principal rival político» en ese año electoral. No solo en el este, donde se le pronostican resultados sobre el 38%, sino también en el oeste. «No se puede tender la mano a un partido que quiere destruirnos», afirmó. No hay «absolutamente ningún punto en común con la AfD», añadió. Y está descartada «toda cooperación política» con ese partido.
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