Llevaba unas semanas pensando en qué tema abordar desde estas columnas que me permiten reflexionar sobre algo que nos toca mucho pero que quizá no valoramos lo suficiente como es el arte. En ocasiones, por ser tan cotidiana su presencia que no reparamos en ella y, en otras, directamente por ignorancia. Cuando ha saltado la noticia: la vandalización de la pintura del Primer homenaje a Colón de José Garnelo dentro del Museo Naval de Madrid.
Cada vez nos quedamos menos perplejos ante la anomalía. Pues lo es. Ya he hablado en otras ocasiones sobre los ataques al patrimonio artístico, – ‘El poder de las imágenes’ (2021), ‘La Gioconda, el Louvre y el chicle’ (2022)-, desde las más diversas ópticas. Desde el supuesto fin reivindicativo – lo que pudo ser en su momento el apuñalamiento de la Venus del espejo de Velázquez en Londres-, a la mera gracia de “yo he estado aquí”. Lamentablemente, lo peor que puede pasar es que se viralice, pues parece que todos los museos que se precien tienen que pasar por una de estas acciones vandálicas del signo que sea. Esta vez le ha tocado al Museo Naval de Madrid, uno de los museos más interesantes y relevantes para la historia de España. Una verdadera joya en sus fondos y de una gran dimensión didáctica para todas las edades.
No sé por dónde empezar. Si la elección de la obra atacada se debe a la conmemoración del 12 de octubre como la llegada de la expedición castellana de Cristóbal Colón a las Indias, pues ese es el lugar al que creían que habían llegado y que estaban buscando en esa nueva ruta hacia oriente; o si se confunde la llegada a esas tierras, que no sabían en ese momento que era un nuevo continente, con todo el coraje que tuvieron unos hombres que se embarcaron hacia lo desconocido sólo alentados por su curiosidad y su afán de mejorar económicamente. Por más que intento buscar una coherencia entre la elección de la obra atacada (que por cierto en 1893 ganó la medalla de oro en la exposición universal de Chicago, es decir en tierras americanas) y la organización que ejerció el acto vandálico, que según su ideario pretende sensibilizar contra el cambio climático y la necesidad de comer sólo plantas, no la hallo por ninguna parte. ¿Qué tiene que ver la pintura de José Garnelo con la organización atacante? De hecho, leyendo su ideario de creencias, este ataque dinamita todos sus principios: sentido crítico ¿de qué?, pues la pintura no tiene ningún tipo de relación con su posicionamiento y mucho menos cuando fue realizada a finales del siglo XIX; justicia, ¿es justo atacar el patrimonio de todos para salir en la prensa y tener atención mediática?; solidaridad y colaboración ¿dónde y cuándo?, pues no se ha pensado para nada en la sociedad española que deberá pagar los desperfectos causados por ellos, ¿dónde esta esa solidaridad y respeto por los otros?; y autonomía, desde luego este debe ser el único punto dónde sí tienen coherencia, hacen lo que les da la gana como les da la gana sin respetar a los demás. Desde luego, el principio de cuidar las libertades de los otros, no lo saben aplicar.
Siempre tienen que ser situaciones límite las que reclaman normas a situaciones injustas. Son muy pertinentes las medidas anunciadas por el museo naval y el ministerio del ejército, que es de quien depende. Primero, que los responsables del ataque y la organización en nombre de la que actúen asuman todos los gastos derivados de la restauración, desmontaje y montaje de la sala, y segundo, exigir una compensación por el daño moral, y yo añadiría que no sólo al museo sino también a la sociedad española. A esto, hay que añadir una tercera medida que se ha fraguado a través de change.org “pena de cárcel para quienes destruyan o intenten dañar el patrimonio artístico”, y que ya lleva un buen número de firmas. La ley de patrimonio ya prevé penas de cárcel para quienes lo destruyan, pero la realidad es que pocos pasan por prisión. Atacar el arte sale demasiado barato.
Si fuera de esa organización me borraría al momento, al igual que de cualquier otra que alentara el ataque sistemático al patrimonio artístico, sea en museos, calles o iglesias. Si la única forma que se tiene para llamar la atención sobre un tema es dañando lo que es de todos, quizá entonces, lo que se supone que defiendes ni es justo ni es por el bien de todos.