Es salir las gaitas a la entrada del Hotel de La Reconquista y empezar a pararse los peatones. El ritual de la llegada de los primeros premios “Princesa de Asturias” de 2025 fue salpicando la tarde de este domingo de pericotes y flashes mientras el público se repartía entre la curiosidad de quién viene aquí y el partido del Sporting en las pantallas de alguna cafetería cercana. En medio de toda esa puesta en escena, tantas veces reproducida, la primera en llegar, la fotógrafa Graciela Iturbide, premio “Princesa de Asturias” de las Artes, lo hizo tan pronto que no vino, salió. A las cinco de la tarde, como estaba previsto, su presencia magnética fue haciéndose presente desde el interior del hotel hacia el exterior, donde el “Pericote” de la banda de gaitas de Corvera y una nube de fotógrafos la esperaba.
Con los ojos muy abiertos y el cansancio de quien había llegado a Oviedo la noche anterior a la una de la madrugada apenas recuperado, sus primera palabras, sonriente, sincera, todo amor, fueron para sus colegas. En cuanto la Fundación dio por finalizada la primera parte del posado y gráficos y redactores superaron la cinta de seguridad y se aproximaron a retratarla, ella les lanzó una mirada pícara y rogó: “No me hagan tan cerca que me sacan las arrugitas”.
Graciela Iturbide, vestida de largo, oscuro, inspiración indígena y unos pendientes que parecían de azabache asturiano se dijo “feliz” de tener el “Princesa”. “Es increíble, no lo podía creer”. También de estar aquí para recogerlo. Porque a pesar de sus series de fotografías por la geografía española, nunca había estado en la región. “Conozco mucho España, pero no conocía Asturias, aunque uno de mis tatarabuelos vivió en Asturias”.
Iturbide con Teresa Sanjurjo a la entrada del Reconquista. / Irma Collín
Iturbide tiene, efectivamente, sangre vasca, aragonesa y asturiana. Y ese mestizaje es uno de sus motivos de orgullo. Lo dijo luego, cuando explicó que el premio es un honor para ella pero también “para los fotógrafos de México y de toda Latinoamérica” e insistió en que su condición: “Soy mestiza, parte española y parte mexicana, y amo mucho a los dos países”.
Esa última reflexión vino a cuento de la exposición “España y México”. Iturbide explicó que participó en la selección y que los trabajos allí expuestos de las series realizadas en España son de hace tiempo. “Esas fotos las tomé hace muchos años, desde los 70 a los 90 venía mucho a España, porque España me encanta”. Ese amor se extiende a lugares como Lanzarote, donde la fotógrafa ha estado trabajando recientemente y donde quiere seguir trabajando, contó a la entrada del Reconquista: “Es un lugar que adoro”.
Pasada algo más de una hora, con cierto retraso sobre el horario previsto, la escena de las gaitas y los curiosos agolpados, también los huéspedes del hotel despistados con el móvil listo para desenfundar, y la sensación de que algo gordo estaba sucediendo, volvió a instalarse en la entrada del Reconquista con la llegada de la genetista Mary-Claire King. Para entonces la organización ya había arriado y retirado la bandera de México de uno de los mástiles del exterior. Bajo una lluvia muy fina, apenas un orbayu tímido, la premio «Princesa» de Investigación Científica y Técnica se bajó del vehículo y se quedó parada mirando entre la sorpresa y la diversión a los veinte músicos de la banda de gaitas de Corvera.

Mary-Claire King posa para los medios a su llegada la Reconquista / Irma Collín
Teresa Sanjurjo la esperaba en la puerta de entrada, tres escalones más allá. King tardó en salir del ensimismamiento algún segundo más, pero cuando lo hizo se fue rápido a fundirse en un abrazo sincero con la directora de la Fundación Princesa. Y así, después de posar para las fotos, agradecer con las manos y no sin declaraciones, premiada y directora se volvieron a saludar y enlazadas por los hombros, como dos viejas amigas, se perdieron por el interior del hall del Reconquista. Los Premios ya entraban en otra velocidad.
Suscríbete para seguir leyendo