El Barça de Flick no es el Barça de Flick, al menos en su juego. Ni tampoco Flick es Flick. Son ya dos meses de competición y aquel equipo armónico, atrevido hasta la inconsciencia, sólido y firme que asomaba antes del ‘shit november’ de 2024 en la prodigiosa transformación de un grupo campeón (tres títulos de cuatro posibles) no se parece en nada a este conjunto deshilachado, inconsistente, frágil y sin puntería que sigue en las alturas de la Liga, pero emitiendo, zarandeado por las bajas, síntomas inacabables de debilidad.
Ni siquiera Hansi, un tipo inmune entonces al volcánico entorno azulgrana, parece Hansi, sumergido, ahora sí, en momentos de máxima tensión para gestionar un vestuario donde los liderazgos, tras la inesperada y sorprendente marcha de Iñigo Martínez a Arabia una semana antes de empezar el curso, no se han sustituido abriendo fisuras en una plantilla extremadamente joven -el once ante el Girona tenía una media de apenas 23,5 años- en la que todo se ha movido. Nada es, de momento, como lo fue antes.
Dos rojas en 10 meses
Ni siquiera Flick, un tipo extremadamente frío, capaz de gobernar sus emociones, camuflado en su enorme experiencia. Ahora, en cambio, lleva semanas verbalizando cosas que no le han gustado nada del equipo, culminado todo con aquella frase («los egos matan el éxito»), pronunciada en Vallecas tras un frustrante 1-1 contra el Rayo donde ya dejó claro que no se calla nada. Ni con nadie. Y en 10 meses (de diciembre a octubre) en el fútbol español ha sido expulsado dos veces, reconstruyendo así el camino trazado por su predecesor.
Araujo celebra el gol de la victoria del Barça ante el Girona. / Jordi Cotrina
A Xavi le enseñaron hasta tres tarjetas rojas, más en su época de entrenador del Barça que de jugador. O sea, en sus 767 encuentros como futbolista solo le expulsaron en dos ocasiones. En su última temporada, ya como responsable técnico, fueron tres (Getafe, Atlético de Madrid y Paris SG). Flick, y siempre, según recordó él, por el mismo motivo, acumula dos. En Sevilla, y ante el Betis, cuando hizo un gesto que le costó la roja. «No me dirigía al árbitro», argumentó luego tras confesar que «no estoy nada orgulloso de mí mismo».
Mensaje que no repitió, sin embargo, tras el sufrídísimo triunfo sobre el Girona (2-1) que destapó la versión nunca vista del alemán. Expulsado en pocos segundos por ver dos amarillas, aún con el 1-1 en el marcador, no abandonó el banquillo -estaba en un lugar que no podía estar- y estalló con el gol de Ronald ‘Alexanko’ Araujo dejando dos cortes de manga para la historia.
La carga de esfuerzos
Dos bien visibles y otro, el tercero, ya de vuelta al banquillo, algo más camuflado.Integradas ya esas butifarras («es un plato típico de Catalunya, se ve que Hansi está muy integrado», ironizó el vicepresidente deportivo azulgrana Rafa Yuste) en el imaginario culé como las de Schuster, Urruti, Giovanni, Laporta y ahora el alemán.

Hansi Flick enfadado tras recibir dos amarillas. / Joan Monfort / AP
«El fútbol es emoción, no iba dirigido contra nadie», alegó después. Y esa emoción retrata la tensión que ha supuesto (y supone) para el alemán trabajar para mantenerse en la cima, maniatado como anda por las bajas (Lewandowski, Ferran Torres, Joan Garcia, Gavi, Dani Olmo, Ter Stegen) y más pendiente del Excel de la carga de esfuerzos (retiró a Pedri y Lamine Yamal a la hora de partido contra el Girona) temiendo que la fatiga muscular les enviara a la enfermería.
Y lo hizo en un escenario delicadísimo porque el empate aún estaba en la montaña de Montjuïc y el temor de que el Madrid se fuera a cuatro puntos en la semana previa al clásico del Bernabéu. «No tenía más opciones, tenía que cuidarlos», afirmó luego, fiel al mensaje que trasladó cuando reprochó a Luis de la Fuente, el seleccionador español, que le devolviera lesionado a Lamine.

Lamine Yamal felicita a Roland Araujo por el gol ante el Girona. / Jordi Cotrina
Por unos segundos, presa de la euforia del gol de Araujo (mucho más que un gol), Flick se ‘laportinizó’ tal si estuviera en Arabia Saudi en enero pasado cuando el presidente también hizo un corte de mangas al conocer que el CSD había autorizado la inscripción de Dani Olmo. El sábado, Hansi vivió su segunda expulsión.
En la grada del Bernabéu
No estará en el banquillo del templo blanco, aunque el club recurrirá esa sanción, mientras mastica los problemas de un Barça que va involucionando con el paso del tiempo. No está nada bien. No es, y ese es el mayor castigo que puede recibir, el equipo de Flick. No tiene frescura física -las lesiones lo han debilitado hasta en el plano emocional- y se siente transparente ya que su presión -el motor- se ha aflojado de tal manera que se ha desconfigurado.
«Cuando presionas mal y tienes la línea tan arriba es muy fácil para el contrario crearte ocasiones. Con un pase que no está presionado se pueden quedar solo ante el portero», denunció Pedri, mientras recuperaba la imagen de Vanat, Portu y Bryan Gil ante un desamparado Szczesny. Y, además, el Barça no amenaza arriba -cuatro goles ha marcado solo en los tres últimos partidos-, necesitado Flick de encontrar la respuesta adecuada porque, como dijo también Pedri, «no estamos igual de finos con el balón que la pasada temporada».
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