Fundó Varones Unidos. Se dedicaba a usar las redes para hablar de denuncias falsas, de las maldades del feminismo y de cómo los hombres eran perseguidos. Y ha acabado asesinando a su expareja, a la madre de ella y secuestrando a su hijo. Ha ocurrido en Argentina. Él era de Uruguay, cruzó la frontera en su empeño por cometer el crimen y, de paso, también asesinó al chófer que usó para el traslado. El caso ha producido una sacudida en los dos países, sobre todo en una Argentina que, desde la llegada de Javier Milei, se ha dedicado a tirar por tierra los años de lucha feminista de las mujeres.
Este tipo, ya detenido, se llama Pablo Rodríguez Laurta. Se forró hablando mal del feminismo. Para algunos, era un héroe, y hubo políticos afines fotografiándose con él. A través de mentiras y bulos contribuyó a distorsionar la mente de otros tantos hombres que odian a sus exparejas o que consideran que el sistema los persigue o les resta derechos. También tuvo momentos en algunas intervenciones mediáticas. Cuando se trata de echar por la borda los derechos de las mujeres, hay televisiones y tertulianos que corren a por el titular polémico y morboso, alimentando la mente criminal de tipos como Rodríguez para reforzar sus convicciones. Hoy, es su expareja, Luna Giardina, la que está bajo tierra, a la que destrozó con una vida infernal y con una muerte escabrosa. Y si no lo hubieran detenido, a saber qué hubiese hecho con su hijo. Aunque es probable que, de cara a la galería, fuera un padrazo.
Habrá quien diga que este caso nos pilla lejos, pero nos interpela directamente. Primero, como sociedad. No se trata de callar a los hombres por ser hombres, se trata de callar sus mentiras y de no darles alas. Claro que pueden tener problemas, pero si son explotados en sus trabajos no es culpa del feminismo, sino de sus empresarios y de sus condiciones laborales. O si tienen problemas de salud mental, no es culpa del feminismo, sino de ausencia de políticas o de terapias donde se den cuenta de cómo el machismo limita y daña su salud mental.
Segundo, por el impacto mediático. Porque aquí también se da pábulo en televisión a tertulianos y representantes de estas asociaciones que no son portavoces de los hombres, sino de machistas. Y cuando les dan voz, esos medios son cómplices de los efectos que ocasionan. Primero, porque bloquean el diálogo y transforman un debate necesario en una guerra cultural. Segundo, porque alimentan el odio y la polarización, sobre todo en unas redes donde tienen vía libre para propagar mensajes misóginos y violentos. Y tercero, porque debilitan las luchas reales sociales para reemplazarlas por debates ideológicos basados en falsedades. Resulta curioso seguir el rastro del dinero que financia a algunas de estas asociaciones.
Así que es urgente tener ética y capacidad crítica. Cuidado con a quién damos voz y respaldo. No vaya a ser que ocurra como en Argentina, donde aquel héroe de machistas ha desvelado su verdadera cara. Un tipo que iba de víctima, pero era un asesino.
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