Más que analizarlo pareciera que lo ha rumiado. Porque el informe de la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes Marítimos (Ciaim) sobre el naufragio del ‘Villa de Pitanxo‘ fue sometido al escrutinio de su pleno —entre octubre de 2024 y el pasado abril— en al menos siete ocasiones, para desesperación de las familias y del juez Ismael Moreno. Fue en la reunión de ayer de este organismo, adscrito al Ministerio de Transportes pero de carácter independiente, que se produjo el acuerdo. El punto y final. La fumata blanca, tal y como avanzó FARO en primicia en su edición digital. Mil trescientos cuarenta días después de que al buque de Pesquerías Nores se lo tragasen las impenitentes aguas de Terranova con 24 personas a bordo; solo sobrevivieron tres. Ninguna de las partes tiene el documento.
Aún sin carácter punitivo alguno, el documento notificado a las partes ha sido considerado como «esencial» por el magistrado de la Audiencia Nacional que ha dirigido la investigación, que es quien ha evitado cerrar la fase de instrucción —media docena de prórrogas mediante— hasta no contar con el análisis de estos técnicos. Ahora sí podrá darle carpetazo y, finalmente, emitir auto de apertura de juicio oral. Por lo pronto, el capitán del Pitanxo, Juan Padín, la propia armadora y sus dos principales directivos, José Antonio Nores Rodríguez (director general) y José Antonio Nores Ortega (Flota) tienen la consideración de imputados (investigados). Sobre la mesa pesan acusaciones de 21 delitos de homicidio por imprudencia grave, contra los derechos de los trabajadores, falsedad documental y encubrimiento.
La primera pericial: «Error humano del capitán»
Los expertos de la Ciaim ya se habían pronunciado con anterioridad sobre las causas que, a su juicio, causaron la catástrofe. Pero lo hicieron en calidad de peritos designados por el juez Moreno —firmaron Alejandro Iglesias y David Bejarano—, no en representación de la comisión de investigación. Sus conclusiones fueron expeditivas: el Pitanxo se hundió por la extrema presión a la que el patrón, Juan Enrique Padín Costas, sometió al motor para intentar liberar el aparejo de un embarre (enganche) en el fondo del mar. «Se concluye que la causa más probable del hundimiento del buque fue un error humano del capitán, por la falta de percepción cabal del riesgo de hundimiento que suponía la maniobra que realizó para librar el embarre del aparejo del fondo marino». Una maniobra, abundaron, que ejecutó «a las bravas», ahogando el motor con una escora de más de 30 grados. Como ya había analizado este periódico, no existe precedente en el mundo de ningún naufragio de estas características motivado únicamente por la parada del motor principal, que es lo que ha defendido en todo momento Padín y Pesquerías Nores.
El informe provisional: Negligencia y sobrepeso
Fue entregado a las partes la pasada primavera a fin de que aportaran sus alegaciones. Pero su dictamen también era claro: el hundimiento se produjo como consecuencia de maniobras y procedimientos negligentes, tanto en el puente de mando aquella noche como desde los despachos años y meses antes. Porque el pesquero había espichado (llenado de sedimentos y lodo) el aparejo durante la maniobra de virada (recogida); porque quedó escorado a babor en medio de un «fuerte temporal», durante el cual continuó sus trabajos de pesca; porque llevaba años coqueteando con la suerte, con un sobrepeso que comprometía su estabilidad derivado de obras irregulares a bordo; porque su capitán trató de izar las redes sin «valorar debidamente» hasta qué punto el buque estaba sentenciado, y lo hizo con el trancanil (tolva de desperdicios) y el desagüe abiertos. Porque forzó el motor hasta la extenuación, hasta convertir al Pitanxo —de 50,3 metros de eslora por 9,7 metros de manga— en un exánime barquito de papel, sin gobierno y a merced de olas de hasta más de 10 metros.
En este texto provisional la Ciaim ratificó la investigación de FARO, el medio que divulgó que el Villa de Pitanxo tenía prohibido operar en el caladero de NAFO tras haber sido sometido a un informe de estabilidad de febrero de 2018.
Imagen submarina del barco del «Villa de Pitanxo» hundido en aguas de Terranova. / FdV
«Con obra de reforma de cambio de cubierta de francobordo, se han instalado 16,077 toneladas de lastre en la quilla. El lastre fijo no podrá ser modificado sin autorización previa de la inspección de buques. Se prohibe navegar en zonas de formación de hielos. Se prohibe llevar carga sobre cubierta». El mismo día en que se le entregó el informe, cuando faltaban trece minutos para las ocho de la tarde, el Villa de Pitanxo puso rumbo, desde Marín, al caladero de Terranova. Un área de pesca ubicada, según el Convenio internacional de Torremolinos (1993), en el corazón de la denominada ‘Zona A’, precisamente de acumulación de hielos. Ninguna administración se lo impidió; lo hizo en 18 ocasiones más.
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