Tras la celebración la pasada semana del Magno Vía Crucis, la Catedral se convirtió este sábado en el corazón desde el que partieron los cortejos procesionales de las distintas hermandades cordobesas que aún quedaban en el monumento, corporaciones que emprendieron el regreso a sus iglesias tras permanecer una semana en el primer templo de la Diócesis.
La primera en iniciar el camino de vuelta fue la hermandad de Jesús Nazareno, que partió de la Mezquita-Catedral acompañado por la música de Ars Sacra en un recorrido que le llevó por el centro de la ciudad hasta su capilla. Pocos minutos después, la imagen de Nuestro Padre Jesús del Buen Suceso emprendió su regreso a la parroquia de San Andrés, arropada por la banda de la Salud de Córdoba. A su llegada al número 3 de la calle Hermanos López Diéguez se vivió un especial momento con la bendición del azulejo conmemorativo de los 50 años de la fundación de la hermandad.
La banda de la Estrella toca a Redención
La tarde avanzó con el cortejo de Nuestro Padre Jesús de la Redención, que volvió a su templo, la parroquia de San Fernando, rodeado de la música de la banda Nuestro Padre Jesús de la Redención. La corporación vivió un especial momento a su paso por el convento de las Capuchinas, donde la banda de Redención cedió su sitio a la banda de música de la Estrella, que por primera vez tocó tras el Señor de la cofradía.
Con la banda del Cautivo de Málaga, Jesús Rescatado protagonizó otra de las estampas más esperadas al avanzar por la calle Deanes, uno de los puntos más concurridos y simbólicos de su itinerario antes de llegar a la parroquia de Nuestra Señora de Gracia (Trinitarios). El Señor lució sobre un monte de clásico clavel rojo. Por su parte, la hermandad de la Conversión emprendió su regreso a la parroquia del Rosario acompañada por la agrupación musical Santa Cruz de Huelva, mientras que Nuestra Señora de las Angustias, en su regreso a San Agustín, rememoró tiempos pasados con su paso por las calles Moriscos y la Piedra Escrita, arropada por la banda de música de El Saucejo.
Coronación regresa a Deanes
Especial expectación despertó la vuelta de Nuestro Padre Jesús Humilde en la Coronación de Espinas, que recorrió enclaves tan significativos como Deanes, San Zoilo o los jardines de la Merced, enclaves por los que hace años que la cofradía no transitaba. El Señor de la Coronación caminó en su paso exornado con distintas variedades florales en tonos rojos y acompañado de su propia banda de cornetas y tambores. En la cuesta de San Cayetano, se vivió un momento único gracias a la generosidad de la Archicofradía del Carmen de San Cayetano, que recibió al Señor con la imagen de Santa Teresa de Jesús sobre una parihuela.
La hermandad del Prendimiento realizó su camino hacia el Santuario de María Auxiliadora al son de la Agrupación Musical del Santísimo Cristo de Gracia. En esta ocasión, el paso fue exornado con una amplia variedad floral en tonos salmón y teja. Por su parte, el Cristo de las Penas volvió a Santiago acompañado de la agrupación musical de los Gitanos de Sevilla, recorriendo Deanes y la Compañía, calles que no transitaba desde hacía años. A continuación, Jesús del Perdón se dirigió a la iglesia de San Roque acompañado por la banda de cornetas y tambores Caído Fuensanta. La imagen destacó por su atuendo: una túnica de terciopelo tornasol blanco y un exorno floral con rosas de Ecuador y otras variedades con motivo del Año Jubilar de la Esperanza.
Cerrando esta jornada histórica, Nuestro Padre Jesús Resucitado emprendió su regreso a la parroquia de Santa Marina con la agrupación musical Santa María Magdalena de Arahal. Su paso fue adornado con medias calas, nardos y eucalipto, en tonos blancos con un toque de amarillo. El paso por la estrechez de San Zoilo reunió a numeroso público.
Punto y final a una cita histórica
A medida que las últimas cofradías entraban en sus templos, la ciudad fue recobrando poco a poco el silencio, mientras las notas finales de las marchas procesionales se apagaban entre las callejuelas del casco histórico. La Catedral, una vez más, recuperó su calma, dejando atrás unos intensos días que, pese a algunos inconvenientes, se recordarán como uno de los hitos más importantes en la historia de la Semana Santa cordobesa.
Estos traslados se alzan como el epílogo al Magno Vía Crucis, un evento que no estuvo exento de críticas. Fallos organizativos, retrasos y detalles que generaron comentarios entre los cofrades. Las demoras y pequeños desajustes en algunos itinerarios causaron cierta crispación. Además, la elección musical en la carrera oficial también ha sido objeto de debate, pues en algunos momentos se interpretaron piezas muy poco apropiadas, en lugar de piezas más adecuadas para un acto de este tipo, lo que provocó malestar entre los asistentes y, especialmente, entre muchas de las cofradías participantes, sin dejar atrás la disposición de los pasos en el interior de la Mezquita-Catedral.
A pesar de estas sombras, el Magno Vía Crucis se erige como un testimonio de la fuerza espiritual y cultural de una Córdoba que ha sabido aunar la devoción popular tanto de la capital como de la provincia. Más allá de los contratiempos y de todos los errores, la ciudad se ha convertido en un reflejo vivo de su historia, su patrimonio y su identidad cofrade.