Liliana Fernández Steiner (Benidorm, 4 de enero de 1987), cuya carrera deportiva contó con el respaldo de la Fundación Trinidad Alfonso, dejó el vóley-playa de élite tras participar en los Juegos Olímpicos de París con su nueva compañera en la arena, Paula Soria (Orihuela, Alicante). Londres 2012, Río de Janeiro 2016, Tokio 2020 ya habían visto en acción a la alicantina junto a su inseparable Elsa Baquerizo (pareja deportiva desde 2007 a 2021). En las cuatro ocasiones rozaron el diploma olímpico tras quedar novenas. Junto a Elsa ganó tres medallas en Campeonatos de Europa, llegando a ser subcampeonas continentales y se impuso en varios Campeonatos de España.
Liliana supo compaginar, con mucho esfuerzo y sacrificio, el deporte de élite con la maternidad.
Con ella iniciamos la serie de deportistas destacados de la Comunitat de l’Esport, que ofrecermos en la web de Superdeporte todos los viernes hasta final de año.
Después de una fructífera y exitosa carrera deportiva, en 2024 tomas la decisión de dejar el deporte de élite después de participar en los Juegos Olímpicos de París. ¿Qué te supuso dar este paso? ¿Qué es de tu vida ahora?
Obviamente dejar el deporte de élite es un cambio radical. A los 13 años empecé en el voleibol, aunque el gran cambio fue a los 18 cuando me vine a Tenerife y me pasé al vóley-playa. Ahí mi rutina, aparte de estudiar cuando podía la carrera universitaria (Grado en Turismo y posteriormente máster de Innovación y Marketing Turístico), consistía en entrenar mañana y tarde o mañana o tarde de lunes a sábado. Gimnasio, parte física, doble sesión en arena, o sea, era dedicación cien por cien.
Ahora estoy todavía en un proceso de adaptación porque no es fácil desprenderte de una rutina a la que llevas acostumbrada 20 años, pero bueno fue una decisión que tenía bastante clara. Con dos niños, 37-38 años, ya el cuerpo me pedía parar y mis niños y mi marido me pedían estar más en casa. Era algo que tenía claro, pero no quita que eche de menos ciertas partes de la rutina y la competición, quizás no echo de menos el coger el coche todos los días, dos horas y media en total, una hora y cuarto para bajar, otra hora y cuarto para volver, porque no entreno al lado de casa. Yo vivo en el norte de la isla y la playa estaba en el sur. Había una rutina diaria que me quitaba muchas horas. Debía compaginar horas de coche y entrenamiento con el colegio y la guardería de los niños. Después, para poder conciliar, la mayoría de las veces el entrenamiento de fuerza lo hacía en casa, en un pequeño gimnasio que montamos en la pandemia con la pequeña bolsa de dinero que nos dio la Fundación Trinidad Alfonso. A lo mejor la parte de sacrificio diario no la echo de menos, pero sí los viajes y competir, lo bonito.
Ahora me he metido con mi marido a gestionar un centro de podología y de fisioterapia, él es podólogo y fisio y yo me estoy encargando más de la parte de la gestión y poco más. Entreno cuando puedo, hago algo de pesas, de pilates, de hipopresivos, un popurrí y un par de veces he ido a tocar balón, aunque eso es lo que menos he hecho. Estoy intentando adaptarme y hacerme a la nueva rutina por decirlo así.
Has participado en cuatro Juegos Olímpicos, ¿qué ha significado para ti? ¿con cuál de estas cuatro experiencias te quedarías y qué destacarías de cada una de ellas?
Yo desde pequeña soñaba con ir a unos Juegos Olímpicos, y para mí, haber participado en cuatro, me parece una pasada todavía a día de hoy. Para mí Londres ya fue un sueño hecho realidad, unos Juegos Olímpicos muy especiales porque fueron los primeros con Elsa. Si tuviera que elegir, me quedaría con Londres.
Río fue un poco agridulce, creo que podríamos haber conseguido más, haber llegado al diploma, o quién sabe, pero tuvimos un mal partido contra las rusas y creo que no nos merecíamos ese resultado, pero bueno, el deporte es así.
Tokio fue triste, porque no había público, Elsa ya sabíamos que se retiraba, que no iba a ir por otro ciclo olímpico. Eran nuestros últimos Juegos y fueron tristes y duros por ese motivo. También mi madre estaba muy malita por aquella época. En Tokio, el resultado fue un noveno, pero nuestro juego no era bueno. Elsa se retira, diagnostican a mi madre de cáncer, fue un ciclo malo. Al fallecer ella me dije, no me puedo retirar así, tengo que hacerlo con un poco más de alegría en la arena. Mi idea con Paula simplemente era volver a la competición, a la arena, disfrutar y retirarme disfrutando. Empecé con Paula, segundo niño, fue bastante dura la conciliación, el compaginar los viajes, el trabajo de mi marido, los niños, fue muy duro. Solo teníamos un año y medio para clasificar para París 2024, éramos un equipo nuevo, Paula empezaba con Sebas, con nuestro entrenador, con lo cual eran indicaciones nuevas, filosofía nueva.
Era un cambio radical, yo no esperaba ir a París, simplemente quería disfrutar en la pista, retirarme feliz y ya está. Y cuando empezó 2024 y vimos que empezamos a obtener buenos resultados, a recortar en el ránking, lo vi viable y dije, esto se nos está poniendo de cara, no sé qué o quién nos está ayudando, pero lo tenemos que aprovechar. Y dicho y hecho, se nos dieron todos los resultados para finalmente clasificar. Me quedo también con París, fue muy bonito. Fueron los primeros Juegos de Paula, por fin pudieron venir mi marido y mis hijos a verme, porque a Tokio se canceló todo y solo estaba Saúl, Oliver todavía no había nacido. Fue muy bonito por eso, porque fue una retirada en unos Juegos, se lo dediqué a mi madre, mi marido y mis hijos pudieron asistir y pudieron verme y creo que fue la retirada perfecta. Así que me quedaría con los primeros con Elsa, que fue Londres y con los últimos con Paula, los de París.
Liliana Fernández y Paula Soria, en los Juegos Olímpicos de París 2024. / RFEVB
De tu palmarés deportivo, ¿cuál es el éxito que más te ha llenado o del que guardas especial recuerdo?
Me acuerdo de cada medalla, de a quién gané y del resultado y de dónde fue. Guardo recuerdos de cada éxito, pero sí que es verdad que las primeras veces siempre son especiales. Como los Juegos de Londres, o el primer Campeonato de España que gané con Elsa, a nivel Sénior ya.
La primera medalla de Europeo que gané con Elsa fue en Holanda, quedamos terceras. La primera medalla que gané en WorldTour fue en Finlandia y quedamos segundas. Y así me acuerdo de todas, pero por ejemplo, también es una victoria especial, la que tuvimos en China en septiembre de 2019, que nos dio el billete directo a Tokio. Estábamos jugando súper bien. Eso fue después de volver de dar a luz a Saúl, al primero de mis hijos, y estábamos jugando increíble. Y ahí llegó el COVID y nos cortó el ritmo, la vuelta no fue igual. Por eso te digo que los Juegos de Tokio fueron regulinchis. Incluso esos meses previos hubo alguna competición y fue bastante mal. Me quedo con esos recuerdos, también el Future de Madrid que gané con Paula en 2023.
Por fin conseguimos una medalla Paula y yo en Polonia, que nos ayudó a sellar el billete a París, al quedar terceras. Obviamente los Juegos son torneos especiales que guardas en tu recuerdo porque son primeras veces y se quedan ahí. Aunque también guardo recuerdos de turismo en Tailandia, en Nueva Zelanda, o en Suiza. Guardo recuerdos también, no solo de lo deportivo, sino también de lo extradeportivo.
Tras quince años compitiendo junto a Elsa Baquerizo, llegaste a los Juegos Olímpicos de París formando pareja con Paula Soria, ¿qué destacarías de ambas?, ¿fue complicada la adaptación con Paula?
Después de quince años con Elsa, pensé que la adaptación con Paula iba a ser complicada, eran muchos cambios. Más por mí que por ella que sí había tenido diferentes parejas y estaba acostumbrada a esos cambios y rotaciones, pero yo no porque llevaba toda mi vida con Elsa. Me preocupaba más como lo iba a llevar yo, y la verdad es que fue más un drama que otra cosa porque Paula se adaptó muy rápido a Sebas, nuestro entrenador, entre nosotras también nos adaptamos bien, tuvimos encontronazos como todo el mundo pero siempre dentro del respeto, sin palabras feas. Fue muy fácil y fuimos competitivas desde el primer torneo. Solo hacía falta tiempo y paciencia. A base de seguir y no bajar los brazos conseguimos la clasificación para París. Fue trabajado, nada regalado, en un año y medio hacer lo que hicimos es muy difícil en vóley-playa porque adaptarse a una pareja lleva tiempo y además yo había dado a luz por segunda vez y mi cuerpo necesitaba más tiempo de recuperación que tras el primer niño.
Cuando empecé con Elsa, las dos éramos más niñas y era todo más intenso, se vivía todo con más pasión y todo te afectaba más. Con Paula ya estaba más madura, ella también tenía ya 30 años y quieras o no afrontas las dificultades de otra manera, desde el diálogo, menos pasional.
Deportista de élite y madre, ¿cómo se compagina esto?, ¿cómo le afectó a tu carrera los paréntesis para tener a tus dos hijos?
A nivel deportivo no es lo mismo ser papá que ser mamá. Al final la mamá es la que deja de competir, de viajar y de ingresar el cien por cien de lo que podría ingresar, porque por mucho que mantengas a los patrocinadores, que a veces no está asegurado, no cobras la parte de los torneos y los premios. No es una baja como cuando estás contratada por una empresa. Al final estás cobrando a lo mejor el 50% de lo que podrías estar ingresando. A ello hay que unir el parón, el cambio físico, el cambio de vida, dar el pecho, empezar una rutina de cero, ya que necesitas llevar contigo al bebé y que esté acompañado por alguien mientras entrenas porque has de parar para darle de comer… No ha sido fácil.
En el primer embarazo entre mi marido, en casa, y mi madre, cuando estaba en la playa, se apañaban. Cuando empezó la guardería todo fue menos complicado, pero igualmente tenía que cuadrar horarios. Después con Oliver, más de lo mismo. Saúl ya estaba en el cole, pero a Oliver me lo tenía que volver a llevar a la playa y mi madre ahí ya no estaba con nosotros, ella había fallecido al mes de dar yo a luz, y tuve que contratar a alguien. Cuando empecé a viajar el papá pidió la baja por paternidad y fuimos compaginando hasta que Oliver cumplió un año y pudo ir a la guardería. Ahí mi marido se reincorporó al trabajo y tuvimos que organizarnos para cumplir con todo, mis viajes, entrenamientos, el trabajo de mi marido, los coles de los niños… No es fácil pero se puede hacer.
¿Qué papel ha jugado tu familia en tu carrera deportiva, cómo te han apoyado?
Sin mi madre, sin mi marido, sin mi suegra que también ha cuidado a los dos niños cuando estaba de viaje y mi marido trabajando, hubiera sido imposible mi carrera deportiva. El principal apoyo es tu marido, pero la familia es un gran colchón, un gran soporte como puede ser en cualquier casa, peor en una persona que es deportista profesional porque está ausente por la competición. La familia ha sido clave.
¿Cómo has logrado mantener tu nivel de motivación durante tu carrera deportiva?
La motivación diaria va y viene, es difícil mantenerla en periodos largos de tiempo y más si te lesionas o estás en una mala racha de juego o entrenamiento. Hay veces que lo gestionas mejor y otras peor. Más que la motivación, lo que ayuda en el día a día es la disciplina y el tener la convicción de estar comprometido con un proyecto, un objetivo. Yo el vóley-playa lo hacía porque me encantaba, para mí no era una obligación dedicarme a eso. Unos días eran mejores que otros, había días que pensabas en retirarte, pero después se te pasa el calentón y sales adelante.
La motivación de querer una medalla, por ejemplo, no te mueve todos los días. A mí lo que lo hacía era que amaba el vóley-playa, el compromiso y la disciplina que tenía. Si te comprometes a entrenar al cien por cien, a hacerlo con alegría , con positividad, con entrega, al final no dependes de la motivación, tienes otra guía que es la disciplina, el disfrutar con lo que haces y en no crear grandes problemas con las derrotas.
¿Qué recuerdos tienes de tus inicios en el vóley-playa y cómo has visto la evolución de este deporte?
Mis inicios fueron de rebote, por casualidad. Yo bajaba a la playa porque lo compaginaba con la pista. En Benidorm, donde crecí, en invierno jugabas al voleibol y en verano te ibas a la playa a jugar pachangas. Empecé así de forma informal, pero tras un Campeonato de España Juvenil en Finestrat me vieron y ofrecieron unirme al Centro Especializado de Tecnificación Deportiva de Voley-Playa de Arona en Tenerife y, con 18 años, no lo dudé porque no me veía con futuro en la pista y la playa siempre me había supuesto un reto, además creía que ahí podía aportar más que en un equipo de seis. Con el apoyo de mi madre, me vine a la aventura y probar.
Desde esos inicios en los que prácticamente no había referentes femeninos, todavía un equipo español no había conseguido ir a unos Juegos Olímpicos, mis referentes eran jugadoras de otros países. En España estaba Olga Mateva, Esther Alcón, Nadie Campisi, Clara Lozano, que competían a nivel internacional. Ellas iniciaron ese camino y nosotras terminamos de abrirlo. Seguimos por él y fuimos las que conseguimos esas medallas a nivel internacional y esa primera clasificación para unos Juegos, gracias a nuestra inversión personal y a creer en nosotras porque hasta que tuvimos esa clasificación para Londres no hubo respaldo institucional.
A día de hoy, están como referentes Tania Moreno y Daniela Álvarez, que clasificaron para los Juegos Olímpicos de París y consiguieron diploma olímpico. Elsa y yo siempre nos quedamos a las puertas de él, al igual que Paula y yo en París. Ellas han dado un pasito más, a ver cuánto más pueden abrir ese camino y qué pueden conseguir.
Veo más futuro en el vóley-playa femenino español quizás, que en el masculino con la retirada de Pablo Herrera. Está Adrián Gavira empezando con Ale Huerta, una pareja nueva de la que hay que ver aún su potencial y adónde pueden llegar. Cuando se retire Adrián, no hay una pareja joven que esté despuntando en chicos, como puede estar pasando con Tania y Daniela, que ya están en torneos Élite y peleando con las mejores.
El vóley-playa ha evolucionado, pero no tiene la visibilidad que le correspondería al crecimiento que ha tenido. Se puede trabajar mucho más y que tengamos presencia en los medios de comunicación.
Aquí en la Comunidad Valenciana, la Fundación Trinidad Alfonso a través del Proyecto FER y de la Comunitat de l’Esport ha apoyado al desarrollo de deportistas y clubes para llegar a la élite, ¿a nivel personal, que ha supuesto este respaldo para tí? Y a nivel general ¿qué destacarías de esta entidad?
A nivel personal el Proyecto FER no me ha podido ayudar más. Llevó con ellos desde el 2013 ó 2014, han estado conmigo durante 10 años y me han apoyado en ambas maternidades dándome el cien por cien de la beca, incluso sin competir. El año del COVID, como ya he comentado, nos dieron una bolsa de dinero específica para ayudar en material deportivo, que invertí en tener un gimnasio en casa, que me ha facilitado mucho la vida a la hora de conciliar.
Ellos apoyan muchísimo a todo tipo de deportistas y deportes. Son un apoyo fundamental entre el deportista que está creciendo y tiene proyección, pero que no tiene los apoyos porque todavía no tiene los resultados, y las federaciones, el Comité Olímpico Español, el Consejo Superior de Deportes, a los que accedes cuando ya tienes los resultados. ¿Qué pasa si no tienes dinero para poder viajar para tener esos resultados? Hay un vacío que hay que cubrir y creo que el Proyecto FER lo está haciendo muy bien ahí en la Comunidad Valenciana, aunque obviamente no puede llegar a toda España. Sería necesario que otra entidad a nivel nacional lo hiciera porque creo que hay muchos deportistas que se pierden porque tienen proyección, pero no tienen el dinero, entonces si no pueden viajar cómo van a obtener resultados. Al final es una pescadilla que se muerde la cola. Muchos optan por dejarlo por el tema económico.
Fundación Trinidad Alfonso y Proyecto FER han hecho y siguen haciendo un trabajo increíble.
¿Qué mensaje te gustaría dejar a las jóvenes jugadoras que se inician en este deporte?
Que no se rindan, que si realmente algo les gusta, no tiene que ser deportivo puede ser algo relacionado con música, arte, pintura… cualquier pasión que tenga una persona, si realmente le gusta hacerlo y lo disfruta, que no se rinda. A veces nos rodean personas que no son las adecuadas, no saben enseñarnos, ni guiarnos. Yo tenía mucho carácter y no sabía cómo encauzarlo, en ocasiones algunas personas de mi alrededor tampoco sabían cómo, pero eso no significaba que no se pudiera o que yo no sirviera para el deporte. A mí me llegaron a decir que no servía para esto… y la prueba ahí está.
Nosotros mismos tenemos limitaciones y tenemos que acudir a un buen profesional, ya sea entrenador o psicólogo, que nos sepa encauzar. Otras veces no está en ti, está en el entorno, si la persona que te está entrenando no cree en tus posibilidades, mal vamos, eso no va a funcionar. Así que necesitas rodearte de personas, sean entrenadores o profesores, que crean en tu potencial, te animen y te apoyen. Partiendo de esa base te van a ayudar a trabajar los defectos para canalizarlo hacia algo útil. Hay que tener paciencia , no tener miedo a los cambios si son necesarios.
Las animo a seguir con lo que les gusta, no es un camino fácil, pero con trabajo, esfuerzo y sacrificio, al final van a ir viendo poco a poco los resultados. Que no se rindan, que busquen apoyo familiar y de profesionales que les apoyen y entiendan y confíen en ellos. Si tú no confías en ti y la persona que está a tu lado tampoco, no vas a ningún lado.