La cultura china nos regala tradiciones y también supersticiones que, desde el punto de vista occidental –al menos para mí–, resultan muy interesantes. Cuando en 2008 me fui con mi familia de año sabático a la Universidad de Berkeley, decidimos vivir en la ciudad de Albany, a unos cinco kilómetros de dicha universidad. La razón fue que los colegios públicos eran excelentes, algo que, en parte, estaba relacionado con el hecho de que gran parte de la población era de origen chino, es decir, chino-estadounidense, y es bien conocida la importancia que los chinos otorgan a la familia y a la educación.
Me llamó la atención que en la urbanización donde vivíamos no existía el número 4. En muchos edificios de China (y también en otros países de Asia oriental como Japón, Corea o Taiwán) se evita este número porque se considera de mala suerte. Esto se debe a un fenómeno lingüístico llamado homofonía, es decir, cuando dos palabras suenan muy parecidas, pero significan cosas diferentes. En chino mandarín, el número cuatro se pronuncia sì, mientras que la palabra muerte se pronuncia sǐ. Me pareció magnífico. Por la misma razón, en Francia ningún niño se llama Adolphe –no vaya a ser que a la criatura le crezca un bigote cepillo de dientes–.
Unos años más tarde, cuando visité Singapur, oí hablar de los maestros de Feng Shui, una antigua práctica china que busca armonizar los espacios para promover el bienestar, la prosperidad y la energía positiva de quienes los habitan. Son como maestros decoradores del bienestar. El significado literal de Feng Shui es viento y agua, dos elementos que representan el flujo natural de la energía (o chi) en el entorno. Según me contaron, el hotel Marina Bay Sands fue diseñado siguiendo los principios del Feng Shui, combinando la modernidad con la armonía energética. Su forma más famosa –el «barco» que une las tres torres– representa equilibrio, unión y buena fortuna. Según el Feng Shui, nada puede crecer en el aire, porque la energía vital necesita una base sólida para fluir y sostener la prosperidad. Por eso, el «barco» no se construyó directamente en lo alto, sino que fue edificado en tierra firme y luego elevado y montado sobre las torres, siguiendo las indicaciones del maestro de Feng Shui a los arquitectos e ingenieros. De esta manera, se respetó el principio de que toda estructura debe tener «raíces» antes de elevarse, garantizando estabilidad y buena energía para el conjunto del edificio.
Complicarse la vida es, a veces, simplificarla.
Este hecho me lleva a una reflexión más profunda: necesitamos en occidente maestros de Feng Shui, en España y particularmente en Asturias, donde se vive en una completa distopía respecto al concepto de «paraíso natural», de amor y desamor a la tierra, que algún día explicaré. También en nuestra forma de hacer y comportarnos, dada la falta de profesionalidad con la que a menudo se gestiona lo que es de todos y las relaciones privadas, lo cual atenaza el futuro de bienes y empresas. Finalmente, en la política, donde muchos llegan huérfanos de toda ética, para servirse y no para servir. Sobran los ejemplos.
Pero ¿cómo sería un breve manual de Feng Shui político?, y que fuese válido para cualquier rector-decisor-organizador, empresario, sindicalista, pescador, agricultor, ganadero, trabajador del sector primario, secundario, terciario y cuaternario, para toreros y deportistas, influencers, youtubers, y toda esa maraña de cuentacuentos y vividores de lo ajeno, es decir, aplicable «a-tó-quisqui»
Vamos a ello y resumámoslo en 10 puntos, cada uno de los cuales posee carácter fractal, dado que ilumina diferentes aspectos de nuestra cotidianidad.
1. Ordena tu espacio, ordena tu mente. Tus reuniones deben fluir como un río. Evita la acumulación: la confusión externa genera decisiones confusas. Nunca te sientes de espaldas a la puerta: el líder debe ver quién entra y anticipar movimientos.
2. Encuentra el equilibrio. Combina el Yang (firmeza) y el Yin (suavidad). Establece límites claros, transmite autoridad y, al mismo tiempo, escucha, negocia y abraza la diversidad. Si solo eres firme, te vuelves temido; si solo eres suave, te vuelves ignorado. El arte está en la alternancia.
3. Armonízate con el entorno. Conoce la historia y la cultura de tu pueblo: no impongas, acompasa. Un líder en sintonía con la energía social genera confianza sin esfuerzo. La desconexión con el entorno es como una casa construida contra el viento: tarde o temprano se resquebraja.
4. Haz circular el Chi del diálogo. Escucha activamente: las palabras no oídas se convierten en bloqueos de energía. Abre espacios de comunicación, incluso con tus opositores. El estancamiento político es como el agua encharcada: primero huele mal, y después se vuelve enfermiza.
5. Identifica y suaviza el Sha Chi. Evita reuniones tensas o bajo luces agresivas. Cuida tus palabras y evita alianzas tóxicas que clavan flechas envenenadas en tu reputación. Donde veas confrontación, busca redondear las aristas con diplomacia, haciendo que lo legítimo se convierta en legal.
6. Usa los cinco elementos como brújula del tiempo.
-Madera (expansión): momento de sembrar ideas y proyectos.
–Fuego (visibilidad): momento de hablar fuerte y mostrarse.
–Tierra (estabilidad): consolidar lo alcanzado, cuidar las bases.
–Metal (estrategia): cortar lo innecesario, optimizar recursos.
–Agua (adaptación): fluir en tiempos de crisis y ser flexible. Nadie puede mirarse dos veces en el mismo espejo y ver la misma cara, porque las ideas cambian.
7. Lidera con símbolos vivos. Crea escenarios con armonía y fuerza: plazas abiertas, luz natural, contacto con la gente. Usa colores, gestos y palabras que transmitan seguridad sin agresión. El pueblo percibe más con el corazón que con los oídos. Desgraciadamente el miedo funciona.
8. Unidad y enfoque integral. En el pensamiento oriental, tanto el Feng Shui chino como la filosofía japonesa buscan la unidad entre el ser humano y la naturaleza. En Japón, este principio se expresa a través de diferentes ideas como:
–Shizen: naturalidad; dejar que las cosas sigan su curso sin forzar el entorno.
–Wabi-sabi: belleza de lo simple, lo imperfecto y lo pasajero.
–Ma: el espacio vacío o el silencio que da equilibrio y armonía.
–Kanso: simplicidad elegante; eliminación de lo innecesario para dejar lo esencial.
–Seijaku: quietud o serenidad interior; la calma de los espacios en paz.
–Wa: armonía entre las personas, la comunidad y la naturaleza.
–Yūgen: misteriosa profundidad; asombro ante la belleza sutil del mundo.
–Mottainai: apreciar y no desperdiciar; gratitud hacia los recursos naturales y hace la madre naturaleza.
–Kachō-fūgetsu: flor, pájaro, viento y luna; disfrutar de la belleza cambiante de la naturaleza.
9. Paz en la guerra. Aunque no lo parezca, la política no es una guerra por el control, sino un arte de armonizar energías humanas y sociales. El líder que comprende esto no necesita imponerse: su sola presencia organiza el caos. Cualquier rector que crea que solo los que piensan como él no están equivocados, es un dictador(a), y merece el desprecio social. Nunca muerdas la mano que te da de comer. Amén!
10. Alpha und Omega. Omnes morituri sumus; memoria eligitur opere. Quien vive como un villano, morirá como un mendigo.
Ahora miren a su alrededor e intenten identificar conductas Feng Shui-compatibles. ¡Desolador!
Tomen nota, porque el futuro tiene los ojos rasgados.
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