¿Cuál es el modelo adecuado para diseñar políticas climáticas efectivas? La respuesta es que no existe un único modelo, y que las políticas a aplicar y las decisiones sobre fijación de precios al carbono deben considerar el contexto económico, geográfico y disciplinario de cada nación. La era de las recetas únicas ha terminado; el futuro exige un mosaico de soluciones tan complejo y diverso como el desafío climático mismo.
No existe un modelo único para diseñar políticas climáticas efectivas. Es la conclusión de un estudio internacional protagonizado por investigadores de Dinamarca, Alemania y Suiza y publicado en ‘Environmental and Resource Economics’, tras encuestar a más de 400 expertos académicos de 39 países, incluido España.
El análisis muestra que, a nivel global, el 49% de los expertos prefieren los impuestos al carbono. Por el contrario, el 29% de los encuestados apuestan por sistemas de comercio de emisiones (cap-and-trade). Pero es que, además, las preferencias varían radicalmente según el nivel de desarrollo económico.
Impuestos o sistemas de cuotas
En países de altos ingresos como Estados Unidos o Dinamarca, los impuestos son claramente favorecidos. «En naciones con mayor PIB per cápita, los expertos consideran que los impuestos son más eficientes y transparentes», explica Frikk Nesje, economista de la Universidad de Copenhague y coautor del estudio.
Dos ciclistas con la ciudad de Oviedo al fondo afectada por la contaminación. / Luisma Murias / LNE
Por el contrario, en países de menores ingresos la balanza se inclina hacia los sistemas de cuotas. «Esto podría deberse a que el comercio de permisos permite transferencias internacionales de ingresos, algo crítico para economías en desarrollo», señala Nesje. En Asia, por ejemplo, el 50% de los expertos prefieren mecanismos híbridos que combinen ambas herramientas.
Uno de los hallazgos más destacados de la investigación es el apoyo casi unánime a los mecanismos de ajuste fronterizo por carbono (CBAM, por sus siglas en inglés). El 74% de los expertos que participaron en la encuesta recomiendan insistentemente su aplicación para evitar fugas de carbono y distorsiones competitivas. «El respaldo es notable considerando los complejos desafíos legales y técnicos que implican estos mecanismos», destaca Nesje.
Teoría económica contra realismo político
Este consenso trasciende fronteras: desde Suiza, donde el 100% de los consultados apoyan los CBAM, hasta Noruega, donde la opinión se divide equitativamente. La Unión Europea (UE) ya está aplicando este enfoque a través de su CBAM, que gravará las importaciones según su huella climática.
Cuando se trata de destinar los fondos recaudados, las preferencias reflejan profundas diferencias disciplinares. Los economistas priorizan medidas de eficiencia: el 43% recomienda reducir impuestos distorsionadores, mientras el 25% apoya transferencias directas a hogares. En contraste, expertos de otras áreas enfatizan la importancia de las inversiones públicas: el 59% propugna financiar I+D verde y el 56% propone compensaciones a hogares vulnerables.

Un participante en la Marcha por el Clima de Washington en 2017, con una camiseta sobre el impuesto al carbono: «Mantengan la calma y pongan precio al carbono». / Mark Dixon
«Esta divergencia refleja el clásico debate entre teoría económica y realismo político», analiza Nesje. Mientras los economistas son partidarios de mecanismos de mercado, otros profesionales dan prioridad a soluciones que aumenten la aceptación social. Un ejemplo claro es Asia, donde el 66% de los expertos recomiendan subsidios a energías renovables, comparado con solo el 25% en Norteamérica.
Tres variables críticas
El estudio identifica tres variables críticas que moldean las preferencias de los expertos:
–Nivel de desarrollo económico. Países con PIB per cápita alto favorecen impuestos (61% de apoyo) mientras que naciones pobres prefieren el comercio de emisiones (33%).
–Existencia previa de políticas climáticas. Expertos de países con impuestos al carbono vigentes son un 16% más propensos a recomendarlos.
–Formación académica. Los economistas recomiendan transferencias directas un 30% más que otros profesionales, quienes priorizan inversión pública en un 40%.
Un momento crítico
Los investigadores subrayan que estos hallazgos no sugieren un camino único, sino un menú de opciones adaptables. «La clave está en combinar efectividad ambiental con justicia económica y viabilidad política», expone Nesje.
Para países en desarrollo, esto podría significar sistemas de cuotas con compensaciones internacionales. En economías avanzadas, por el contrario, el camino podría ser impuestos progresivos combinados con ajustes fronterizos.

Las políticas climáticas deben adaptarse a las circunstancias de cada país, señalan los expertos. / Pixabay
El estudio también alerta sobre sesgos en la asesoría técnica actual. «La mayoría de los expertos consultados en paneles internacionales provienen de países ricos y tienen formación económica», advierte Nesje. Esto explica por qué propuestas como las transferencias universales –populares en Estados Unidos– solo reciben un 15% de apoyo global cuando se prioriza una única opción.
Estos resultados llegan en un momento crítico, ya que, según el Banco Mundial, aunque más de 50 jurisdicciones han aplicado precios al carbono, estas solo cubren el 25% de las emisiones globales.
Una necesidad estratégica
Los autores urgen a los gobiernos a utilizar este marco analítico para diseñar políticas que consideren tres variables: capacidades institucionales locales; estructura industrial y patrones comerciales, y perfiles de desigualdad y vulnerabilidad social
«La transición climática requiere soluciones tan diversas como los países que las aplican. Lo que funciona en Oslo podría fracasar en Nairobi, y viceversa. La adaptabilidad no es una concesión, sino una necesidad estratégica», concluye Nesje.