Fue uno de los protagonistas de la crónica negra de Canarias en los años ochenta y noventa. A base de venta de dosis de heroína, detenciones, entradas y salidas de prisión —y algún que otro incumplimiento de condena– forjó su leyenda. Con canción de pop-rock a su nombre incluida. El rey de la heroína, líder de narcos, rey de los bajos fondos de Las Palmas de Gran Canaria… Así lo apodaron los medios. Fuera de los periódicos, José Manuel Rodríguez Rodríguez era El Guaca desde los años setenta, Manolo, el Peludo —por su larga melena, parte de ella, aunque blanca, todavía la conserva— o Manolito —para diferenciarlo de su padre, Manuel— sobre todo en su cuartel general: el barrio de San José, donde creció y se convirtió en traficante desde su búnker ubicado en el número 22 de la calle Amparo la casa familiar.
La de El Guaca es la historia del día de nunca acabar. El Guaca, otra vez El Guaca. A finales del siglo pasado, durante la epidemia de heroína que consumió a la juventud de la Movida, sembró el terror en San José, con vecinos hartos del ir y venir de toxicómanos y vigías que a los que sometía a cambio de una dosis. A quienes no se postraban ante él llegó a amenazarlos con quemarles las viviendas. Y ahora —con la salvedad de ese terror de antaño— repitió parte de su ‘modus operandi’ para controlar la venta de droga en su barrio.
El Guaca rodeó su fortín de grandes medidas de seguridad para tratar de evitar la acción policial. Creó incluso una red de aguadores, estos son toxicómanos que vigilaban los alrededores de su domicilio a cambio de dosis, sobre todo, de heroína, y que tenían la misión de alertar si detectaban la presencia de los agentes para que el negocio y el modo de vida de El Guaca no se pusiese en riesgo.
Pero el dispositivo establecido no sirvió de nada. Tras intensos meses de investigación y vigilancias en el marco de la lucha contra el tráfico de droga, la Policía Nacional y la Policía Local de Las Palmas de Gran Canaria ejecutaron el operativo el martes, pillando por sorpresa al histórico narcotraficante —que cuenta con 47 detenciones previas y 24 años de condenas en firme por delitos contra la salud pública—, a su mujer y a su red de vigías, que en ese momento —con el sol todavía oculto— no se encontraban en sus puestos de trabajo.
La organización, sostiene la Policía, mantenía activo el punto de venta durante las 24 horas del día, lo que generó hartazgo y preocupación entre los vecinos, por el constante trasiego de clientes. Solo en lo que va de año, en un radio de 200 metros del inmueble, se han ejecutado 155 intervenciones policiales y 70 actas por tenencia o consumo de droga, lo que evidencia el impacto en la comunidad que tenía este punto de venta.
Droga intervenida y armas
Los agentes, en la entrada y registro, incautaron 1,3 kilogramos de heroína, incluidos 248 envoltorios termosellados listos para la venta; 88 dosis de crack preparadas para su distribución; más de 400 gramos de cocaína; 17.000 euros en efectivo, joyas y numerosas armas blancas.
Además de El Guaca, fue detenida su pareja, que también participaba según los investigadores en la venta directa de la droga.
El operativo lo lideraron agentes de la Policía Nacional adscritos a la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) de la Brigada Provincial de Policía Judicial de Las Palmas, en colaboración con el Grupo Operativo de Intervención y Apoyo- nidad Especial (GOIA-UE) de la Policía Local. También participaron unidades especializadas como el GOES (Grupo Operativo Especial de Seguridad), la UPR (Unidad de Prevención y Reacción), así como Sistemas Especiales, Subsuelo y Guías Caninos.
Esta es la nueva caída de El Guaca un histórico traficante de 67 años que acumula antecedentes por usurpación, lesiones, robo con fuerza en las cosas, tráfico de droga y violencia de género, y más de tres décadas de trayectoria profesional en el mundo del lumpen. En 1991, la banda canaria Los Coquillos le dedicó la canción La Prisión Provisional, cuando aún no había sumado su primera condena en firme, pero su ir y venir de Salto del Negro era ya constante. Sobre las dos ruedas de su moto, controló San José, Zárate, San Cristóbal y las chabolas de Martín Freire. De su banda formaron parte su padre y muchas de sus exnovias y amantes. Tuvo guardaespaldas armados y expandió sus tentáculos a las playas y centros comerciales del sur de Gran Canaria y Telde. Venido a menos, sus últimos pasos por la cárcel estuvieron marcados por la violencia de género. Esta es la última de El Guaca, que espera en calabozos su pase a disposición judicial tras su detención. Y ya es la número 48.