Este martes, festividad de San Fortunato de Todi y San Lúpulo de Capua, al ir al Diaprix a comprar un manojo de cebolla tierna, una pastilla de jabón lagarto y un cuarto y mitad de pavo frío, me encontré sentada en su andador a mi vecina Gertrudis, tenía pintado en su rostro un gesto cansado y mohíno, y, promovido por la preocupación vecinal, le pregunté si se encontraba bien, a lo que me respondió: «Ay hijo, ya no está una para muchos trotes, estoy para el arrastre y no por las ochenta y dos primaveras que una ya ha vivido, que también, sino que, como buena vecina y fan incondicional del alcalde, hice caso a uno de esos vídeos que cuelga en internet como si fuera un reportero de La Revuelta o de Barrio Sésamo invitándonos a todos a participar en los actos que se habían organizado este pasado fin de semana y, como te digo, una es fan de don Pablo, qué digo fan, una admiradora, una amiga, una esclava, una sierva, pues allí que me planté como si fuera parte del decorado en todos y cada uno de los actos organizados, para no perderme ná.
Que si a la Fireta a comprar pan de higo y hacer encaje de bolillos, que si al acto del Día de la Comunidad, que menos mal que se suspendió, que si el Oasis Festival a mover la única cadera que me funciona bien, que si ‘La Virgen del Pilar dice, que no quiere ser francesa, sino capitana de la tropa aragonesa….’ , que si Viva la Guardia Civil, que si al acto de la Hispanidad a escuchar zarzuelas y estrofas de la muerte no es el final, lo que provocó que me saltara alguna lagrimilla que otra, una música muy apropiada y muy hispana, nada de reguetón, ni canciones de Bad Bunny, ni perreo de esos, algo solemne, tradicional y sobrio, como Dios manda, si bien, por la hora que era, eché en falta acabar el acto rezando unas Vísperas o el ‘Alabaré, alabaré, alabaré, alabaré, alaaaaabaré a mi Señor’, cogidos todos los presentes de la mano, pero, a pesar de ello, todo fenomenal, muy plural e inmemorial, como debe ser y como le gusta a nuestro alcalde y a sus socios de gobierno. Como puedes comprobar, la vida no me da para tanto y así esta una, para la chatarrería».
Ante esta proclama que me llevó unos tres cuartos de hora de plantón, y que aquí les resumo, yo me dije: «Qué necesidad tenías de preguntar», y me dispuse a marcharme, pero, eso sí, reprendiendo antes a doña Gertrudis por su actitud arriesgada y patibularia.
Y es que doña Gertrudis no me hace caso nunca a lo que le digo, le recriminé, ya le dije el otro día que el mes de octubre viene más cargado de actos que Papá Noel en Navidad, todo un cúmulo de celebraciones, actos institucionales y otros paripés, que ríase usted de la oferta y programación del Broadway, eso no es nada comparable con la del Ayuntamiento de Elche, que el que no se entretiene es porque no quiere o es un desaborido.
Y allí la dejé sentada, descansando y mientras hacía cola en la sección de ofertas del Dialprix, empecé a rememorar los eventos acaecidos en estos últimos siete días. Todo comenzó en la noche del miércoles, víspera del Día de la Comunidad, que a las 0 horas debido a la previsión de lluvias de la Aemet a algún asesor con pedigrí de esos echados para delante no se le ocurrió otra idea loca que lanzar la mascletà que se tenía prevista para el día siguiente, él pensó: «¡Qué cojones! Ya que la tenemos pagada la tiramos», y así fue, sin más, menudo estruendo, lo que provocó que el vecino de enfrente, Paco, que trabaja en la envasa, que al parecer llevaba durmiendo desde las diez de la noche, se despertara al grito de: «¡Nos atacan los israelitas con drones por culpa de la flotilla esa!». Y menos mal que su mujer lo contuvo en la puerta de la escalera, ya que se disponía a salir en calzoncillos en dirección al refugio del Paseo de los Caídos, hoy denominado de la Concordia. ¡En el Dulcísimo Nombre! Menudo susto nos pillamos, que luego conciliar el sueño fue más difícil que encontrar a la madre de Marco.
Y es que no hemos ganado para sobresaltos en estos días, sin más, el día 9 de octubre, debido a la lluvia y al riesgo de una dana, se suspendieron preventivamente todos los actos organizados para conmemorar el día de la Comunidad Valenciana, y vaya si llovió, como si no hubiera un mañana y además cayeron a la vuelta de la esquina dos relámpagos con sus respectivos truenos que, si no llega a ser porque uno hizo la mili en Infantería de Marina en San Fernando, me hago pipí encima. ¡Un acojono que para qué! Y hablando de sustos, importante fue el que nos llevamos minutos después de lo relatado, cuando en la cafetería en la que me encontraba tomándome el café de todos los días, de repente, así sin más, todos los móviles comenzaron al unísono a vibrar y a emitir un pitido ensordecedor, vamos, como si fueran bocinas de un barco: Moooooook, Mooooook, y en las pantallas apareció el texto de una alarma por riesgo de lluvias torrenciales, en castellano, en valenciano, en inglés y en esperanto, vamos y vamos, para morirse del trabucazo.
«¿Lo habéis oído?», decía un señor con bigote al que le temblaban las manos del sobresalto. «¡Como para no oírlo!», decía una señora que no paraba de santiguarse. Unos se levantaban, otros tocaban todas las teclas del móvil para que se apagara, una señora decía: «¡Nos invaden los marcianos!». En un momento la terraza se convirtió en la antesala del foso del terror, para qué decirles que me tuve que dejar el café y tomarme un tila para sobrellevar la impresión, mientras un señor bajito que estaba sentado a mi lado se tomaba las pulsaciones y exclamaba mirando al cielo: «¡Bendito sea el creador!». He de decir que, durante el día 9, recibí en el móvil la alarma de la Generalitat, la de Sanidad, la de Alerta Elche, la de Protección Civil, la de la ITV y la del móvil que te dice que tienes que hacer más pasos. Ese día no solo estaba alertado, sino también alarmado, mientras la lluvia hacía de las suyas y dejaba la Venta Durá como siempre, bajo el agua, a pesar de las obras realizadas por el Ayuntamiento, que evidentemente no han resuelto el problema. Como se puede comprobar no siempre se acierta y no todo lo que se hace es histórico, brillante y extraordinario.
Una vez superada la dana y la visita oficial del alcalde junto a don José Claudio a los barrancos, eso sí, provistos de botas de agua, como si fueran a marisquear, la programación de actos prosiguió su curso, que si el Oasis Festival, donde la peña disfrutó de la música; que si la Fireta del Camp d’Elx, con sus burritos, sus bolillos, su pan de higo, su concurso de pelar granadas, el cantueso y alguna que otra modernidad como la fruta del dragón, una fruta que evidentemente no es propia de estos lares, que en el súper tiene un precio parecido al jamón de jabugo y que tiene un sabor muy raro. Por último, si ya no fuera bastante que lo relatado hasta ahora, hemos conmemorado el día de la Hispanidad, con los aragoneses con sus jotas, un folklore muy digno y que requiere de una habilidad portentosa. Vaya por delante, mi felicitación al Centro Aragonés de Elche y a su presidente, Javier Jarque, y a todos los que forman parte de esta asociación, por la labor desarrollada en sus 45 años de existencia, todo un logro, ya no solo por mantener sus tradiciones sino por participar activamente en las de esta tierra, que es tan suya como nuestra. Enhorabuena, y como dice la canción:
La jota nació en el campo,
mi abuelo se la encontró
y se la enseñó a mi padre
y después la aprendí yo
Y el culmen de todo ello, el no va más, fue la celebración de la Hispanidad, un acto de esos que le gustan al alcalde, con presencia de uniformes, banderas, proclamas y gente de bien. Para la ocasión, como era lo normal, se quitó las botas de agua y se volvió a calzar los mocasines y en su discurso habló de la unidad de España, de la tradición y la cultura española, de lo que significa querer a la patria y del agua, que digo yo que qué pinta el agua en esto, pero debe ser por alusión a la que había caído o porque siempre se utiliza por la derecha ideológica el agua como instrumento político para rellenar vacíos o contextos o como instrumento electoral.
A pesar de la lluvia, de los sustos y que la selección de fútbol de España jugó en Elche y ganó 2 a 0 a Georgia, todo ha salido a pedir de boca según los responsables municipales, cómo no, y ello a costa de la salud del personal, como mi vecina Gertudis, que ya veremos si se recupera del tute que se ha pegado.
Al salir del Dialprix, allí seguía mi querida vecina, sentada en su andador, bajo los rayos del sol y pelándose una pera de agua, mientras entonaba muy melodiosamente: «Si te quieres divertir, con encanto y con primor, solo tienes que vivir (¿pá donde?), un verano en Nueva York (¡Nueva York)», y recordé aquella frase que dijo Chico Marx disfrazado de Groucho Marx en la película Sopa de Ganso: «¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?».
Suscríbete para seguir leyendo