Seis nombres y una historia compartida. Pilar y Leire, Esther y Nerea y Alicia y Beatriz son madres e hijas respectivamente y han unido sus voces para denunciar una causa común: las jóvenes, que tienen 21 años y tienen más de un 75% de discapacidad, no tienen, por ahora, plaza en la red del Instituto Aragonés de Servicios Sociales (IASS). Y critican que no saben «ni cómo ni cuándo ni a dónde» podrán acceder las veinteañeras, ya que los centros para los que aplicaron hace cuatro meses no tienen disponibilidad en estos momentos y, aunque el Gobierno de Aragón autorizó en septiembre un nuevo acuerdo marco por el que el número de plazas aumentaba en 130, este todavía no está adjudicado. «Estamos desbordadas. Es muy complicado», remarca Pilar, una de las madres afectadas.
Pilar desgrana la situación que sufren las familias. Hasta los 21 años, las tres hijas estudiaban en el colegio público de Educación Especial (CPEE) Jean Piaget, en el zaragozano barrio de Parque Goya. Al concluir la educación obligatoria, y como explican desde la consejería de Bienestar Social y Familia del Gobierno de Aragón, los jóvenes que conviven con la discapacidad pueden solicitar una plaza de la red del IASS o de programas de educación no formal. Y así lo hicieron las tres familias. Esther marcó tres opciones de la provincia de Zaragoza, que apunta que es el máximo permitido: el centro especial Cedes, la Asociación Utrillo y la Fundación Down. Por su parte, Pilar y Alicia pusieron una única opción, que fue la misma que escogió su compañera en primer lugar.
Eshter comparte que en agosto la llavaron dos veces del IASS. «Estaba trabajando en el bar y no pude atender el teléfono. Ya no me volvieron a llamar”, denuncia. Esta madre mandó un correo electrónico al IASS y, al cabo de unos 14 días, contactaron con ella para comunicarle que no había plaza en ninguna de las opciones solicitadas. “No me plantearon ningún otro centro. Es surrealista”, dice. Su hija tiene un grado 2 de dependencia y un 95% de discapacidad.
Pilar y Alicia cuentan que a ellas también las llamaron a finales de agosto para indicarles que no había vacantes en Cedes, la única opción que habían elegido. “Nos ofrecieron otro centro que no se ajusta a las necesidades que tienen nuestras hijas», subraya Pilar. Ambas hijas tienen un grado un grado 3 de dependencia y más de un 75% de discapacidad.
Alicia concreta su caso particular: “Cedes está en san Gregorio, cerca de San Mateo de Gállego, que es dónde vivo, y me ofrecen transporte de la mancomunidad. Tiene comedor, club de ocio y muchas actividades, y mi hija lo necesita porque es muy movida. Hay que estar de forma continuada con ella porque sino se aburre y se duerme”. A estos agrega otros motivos como que el horario, algo fundamental porque su hija, que requiere de una rutina. “Por ejemplo, en otros sitios les piden llevarse la comida de casa y que se la calienten allí. Si ella va allí, o no lo haría o igual le explota el microondas”, expone con crudeza.
El malestar de las madres aumenta porque el Gobierno de Aragón autorizó en septiembre un nuevo acuerdo marco por el que el número de plazas de estos centros aumentaba en 130 hasta alcanzar las 2.992, pero su licitación “ha empezado tarde” y, a mitad de octubre, sus hijas están sin la atención que requieren “con todo lo que ello conlleva”, apostilla Pilar. “Es un retroceso en todo y las familias no podemos estar así”, sostiene.
“Nuestra reivindicación está en que, si saben que los jóvenes tienen que entrar a los centros en septiembre, los trámites empiecen antes”, defiende Esther. Esta madre sostiene que, en junio, el IASS ya sabe cuántos niños que terminan en colegios de Educación Especial van a requerir una plaza, ya que es entonces cuando las familias tienen que solicitar el cambio de PIA de un tipo de centro a otro.
El origen problema para Esther está en que, como estos recursos de la red del IASS son “para toda la vida” -es decir, el joven entra con una edad de entre 18 y 21 años y recibe atención a partir de entonces durante las distintas etapas de su vida- y desde el IASS no se crean nuevas plazas, nunca hay vacantes. «Los centros se llenan y los siguientes que llegamos no tenemos hueco. Todos los años llegan nuevos niños y es lo mismo”, remarca. Y se debe tener en cuenta que “no se puede ofrecer el mismo espacio a todos los niños porque cada uno tiene unas necesidades muy distintas”, matiza.
Desde la Consejería de Bienestar Social y Familia explican que, si en el centro que las familias eligen como primera opción no hay disponibilidad, les plantean otras posibilidades de la red del IASS “de modo que puedan ocupar plaza en otro recurso adecuado a sus necesidades y circunstancias”. Ellas deciden si aceptan o no. En esta línea, concretan que si se produce “un desajuste entre oferta y demanda en un centro concreto, el criterio es mantener en el mismo recurso a los ex escolares -que es posible que lleven toda su vida en él- en lugar de propiciar un nuevo ingreso”.
En cuanto al nuevo acuerdo marco, que las familias consideran que “llega tarde” al no estar en marcha todavía, desde la Consejería de Bienestar Social y Familia indican que está previsto que se adjudique antes de que termine 2025 y que tiene una duración de tres ejercicios (hasta 2028). Además, recuerdan que comprende una inversión de 197,2 millones de euros, que con el mismo se pasa de las 2.862 plazas actuales a las 2.992 y que se crean nuevas tipologías para adaptar el sistema a las necesidades de las personas con discapacidad.
Pero Pilar, Esther y Alicia denuncian que, por ahora, son ellas las que cuidan día y noche a sus hijas, que “pierden” al no recibir una atención integral adecuada. “No somos educadoras especialistas. Sabemos mucho, pero no estamos formadas. Hay chicos que se hacen pis encima, otros dejan de comer…”, expone Esther.
Ante esta situación, y de forma temporal con la esperanza de que se resuelva la situación, Pilar y Esther han optado por elegir plaza en un centro privado para sus hijas. “Hacemos un gran esfuerzo económico para que puedan tener una vida digna. Necesitan estar atendidas, relacionarse…”, señala Pilar. No es la misma situación la de Alicia, que tiene a su hija en casa. “Por asuntos personales no la puedo llevar a un centro privado. Estoy día y noche para ella, y es muy complicado. Ella necesita una rutina y no puedo estar continuamente para eso”, comparte. Son seis nombres, tres familias y una historia compartida.