En los parlamentos, si se trata de gobiernos con un sólido apoyo parlamentario, siempre se produce, sobre la mitad de la legislatura, un momento de modorra más o menos plácida, un paréntesis en las hostilidades verbales, que se prolonga hasta la próxima cita importante en la asamblea. Es lo que está ocurriendo en el pleno que comenzó ayer: orden oficinesco, calma chicha y una suerte de aburrimiento democráticamente compartido. Lo que el presidente Fernando Clavijo bautizó como «el modo canario de hacer política» deriva, en buena parte, de la estabilidad parlamentaria de su gabinete y de la ausencia de cambios dramáticos en el horizonte de 2027 gracias a un tripartidismo solo ligeramente imperfecto: cuatro o cinco diputados colaboradores del centroderecha, tres o cuatro diputados colaboradores del centroizquierda y pare usted de contar. Existen, por tanto, pocos incentivos para desmelenarse, chillar, anunciar el fin de los tiempos o despreciar burlescamente a la oposición. Claro que algunas de sus señorías no necesitan ayuda para adoptar ninguna de esas actitudes.
Clavijo estuvo ausente porque en la mañana de ayer celebraba una entrevista con la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en la Villa y Corte de Madrid. Es menos agotador enfrentarse con Franquis que pedirle a Montero lo que te debe. Franquis solo hace preguntas incomprensibles mientras que Montero es como las tres brujas de Macbeth encerradas en el alma de una echadora de cartas de Triana.
–¿Y entonces los 300 millones?
–Quiyo, esta es la sota de oros y anuncia prosperidá. Todo va bien, nonimá, Fernando.
Las preguntas comenzaron entonces con las dirigidas al vicepresidente y ministro de Economía del Gobierno, Manuel Domínguez, donde la más agresiva, según su costumbre, fue la diputada y mandamás socialista –ella gestiona el partido para que Ángel Víctor Torres disfrute de su ministerio– Nira Fierro. La señora Fierro proporcionó a Domínguez en particular y a sus señorías en general un dato sociológico escasamente difundido hasta el momento: los canarios comen tres veces al día. Como Fierro habló en primera persona del plural («los canarios tenemos la mala costumbre de comer tres veces al día») alguien de su grupo debería informarle que con su sueldo podría también tomar un aperitivo al mediodía, merendar por la tarde y disfrutar de un resopón por la noche, por no hablar del tamaño de las porciones. También, más razonablemente, afeó al vicepresidente que en los próximos presupuestos generales de la Comunidad no se recogieran ayudas para el alquiler de vivienda.
También se le preguntó a Pablo Rodríguez, pero solo un poco, porque le esperaba el rosario de las comparecencias, que a estas alturas el consejero de Obras Públicas, Vivienda y Movilidad reza con el entusiasmo de una monja octogenaria.
Después de la advertencia de la consejera de Hacienda, Matilde Asián, sobre la posible pérdida de pasta desde la UE, porque todos los fondos –donde Canarias tenía consignadas ayudas– se unificarán sin partidas concretas para las regiones ultraperiféricas, le llegó el turno a Jéssica de León, la consejera de Empleo y Turismo, que se ha convertido en una temible desactivadora de los esfuerzos de la oposición para criticar cualquiera de sus áreas. Una lástima que un diputado palmero, Jacob Qadri, mezclara en su pregunta a la esposa de Pedro Sánchez, sobre la que su señoría sabe –sin duda a través de fuentes impecables– que terminará en la cárcel dentro de muy poco tiempo, motivo por el que el presidente no convoca elecciones. Dio bastante vergüencita ajena.
De León repartió su estopa habitual con el helado brío que le caracteriza. Fue particularmente inclemente con Natalia Santana, quien según su costumbre adoptó el papel de suma sacerdotisa de la sagrada izquierda y llamó a la consejera una y otra vez mentirosa por afirmar que la moratoria turística que aprobó el Gobierno presidido por Román Rodríguez hace más de veinte años les costaría cientos de millones de euros a los ciudadanos canarios. Es sumamente curioso que la señora Santana lleve defendiendo empecinadamente la moratoria de 2001 como si fuera un fuego que robó a los dioses Román Rodríguez y no una iniciativa aprobada por un Ejecutivo cuyo vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda era Adán Martín.
Es más: el Parlamento que ratificó la moratoria con los votos de Coalición Canaria –al que por entonces pertenecía Rodríguez– y el Partido Popular. Quien votó en contra fue el PSOE –aunque se admitieron algunas de sus enmiendas–. En su cuentito de buenos y malos –Santana es alérgica a cualquier complejidad y le roncha la Historia–, la diputada de Nueva Canarias se ha hecho un lío un tanto vergonzoso.
La consejera de Turismo explicó que, según sus técnicos, el Gobierno autonómico tendrá que abonar la friolera de 720 millones de euros por las demandas interpuestas por los promotores hoteleros que vieron paralizada la construcción de camas durante varios años. «Hay 36 sentencias condenatorias y ahora vamos a tener que negociar con los demandantes», afirmó De León con gesto adusto, y aseguró que el Ejecutivo «ya debió abonar a uno de los demandantes 19 millones de euros, al tratarse de 36 casos, podríamos llegar a esos 720 millones de euros aproximadamente». Santana, que había afirmado una y otra vez que todas las demandas habían sido archivadas, parecía que no sabía dónde meterse. Quizás en algún volumen de la editorial Progreso.
Lo cierto es que desde hace mucho tiempo nadie ignora que la ley que establecía y regulaba la moratoria fue una chapuza en toda regla y el mismo Rodríguez tenía el propósito de corregirla en 2003, lo que hace todavía más incomprensible la testaruda apología de la señora Santana y nimba la situación de surrealismo, porque, ¿también ignora la consejera que su partido votó a favor de la moratoria? Al acabar Jéssica de León su catalinaria, Santana se acercó al banco azul y estuvieron hablando amigablemente durante un minuto.
También el consejero de Educación, Poli Suárez, practicó el tenis parlamentario muy relajadamente gracias a las preguntas deficientemente formuladas por la oposición socialista. Tal vez la más divertida fue la encargada de la defensa de los jóvenes del archipiélago, la socialista Alicia Pérez, que le preguntó con tono grave al consejero por qué su departamento no había informado sobre el seguimiento de la huelga celebrada en los centros de secundaria rechazando la matanza de palestinos en Gaza.
«Una huelga que demuestra que los jóvenes, contra lo que se dice, no son pasotas, el pasotismo cambió de bando hacia una consejería que no quiso informarles sobre sus derechos ni sobre el resultado de la huelga, que tuvimos que conocer por los centros».
Suárez sonrió ligeramente y le contestó a la señora Pérez que quien recabó información del seguimiento a los centros y les informó sobre la situación general fue la consejería. La diputada socialista torció el gesto: mecachis, le habían fastidiado la pregunta. La huelga fue seguida por el 80% de los alumnos matriculados. Pero ni Suárez ni Pérez reconocieron la verdad: los alumnos se habían tomado el día libre y punto.
No es necesario saltarse un día del calendario escolar para realizar una protesta cívica. Bastaría con un acto simbólico compartido por todos. Es el día libre lo que consigue que la convocatoria sea un (falso) éxito.
El parlamentarismo, en muchas ocasiones, transmite una irrealidad capaz de meterte cierta aprensión en el cuerpo. La irrealidad de suponer, por ejemplo, que los adolescentes canarios tienen la más remota idea del conflicto entre israelitas y palestinos, las bestialidades de Netanyahu o los delirios criminales de Hamás.
La mañana fue tan tranquila y fluida, por lo tanto, que casi no se notó la conducción de los debates por parte de la presidenta, Astrid Pérez, quien de todas formas no decepcionó del todo gracias al lapsus interrumpiendo el pleno, quince o veinte minutos después de haber comenzado, para expresar el pésame de la Mesa de la Cámara por el reciente fallecimiento de la exdiputada de CC Dulce Pérez.
Al final la presidenta nunca defrauda del todo. Tal vez sea una humorista frustrada. Se rumorea que corrige sus propias notas de prensa y hace algunos días se remitió una a los medios de comunicación con un titular insuperable: El Parlamento se ilumina por la Dislexia. La verdad, en el fondo del alma, uno siempre lo había sospechado.
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