Del campesino de Iowa a las grandes navieras, la guerra comercial sigue amontonando damnificados. China y Estados Unidos intercambian guantazos a dos semanas escasas de que sus líderes, Xi Jinping y Donald Trump, se encuentren en Corea del Sur. Las tasas portuarias simétricas a los barcos ajenos entorpecen el transporte global de mercancías y lo empuja a aguas inciertas.
El conflicto nace en una investigación ordenada por Joe Biden que concluyó que China se servía de prácticas injustas para dominar los sectores marítimo, logístico y de construcción naval. Trump, quien ha adoptado más políticas de su predecesor de las que admite, aireó esas conclusiones meses atrás, alertó sobre «la peligrosa dependencia de los transportistas chinos», anunció el «renacimiento de la industria naval estadounidense» y recurrió a los previsibles aranceles. Entraron en vigor este miércoles: 50 dólares por tonelada neta a los barcos chinos y un aumento progresivo de 30 dólares adicionales hasta 2028. China se ha inspirado en la fórmula: 56 dólares a los buques estadounidenses con un recargo gradual hasta los 157 dólares en 2028. Quedan afectados las naves de propiedad, operación o bandera estadounidense, los construidos en ese país o con al menos un 25% de su capital.
Las medidas tendrán efectos diversos. Los muros arancelarios recíprocos castigan más a China por una cuestión matemática elemental: sus exportaciones a Estados Unidos cuadruplican a las importaciones. Su gran naviera, COSCO, asumirá casi la mitad de las tarifas del próximo año. Pero le urgía a Pekín demostrarle a Washington que replicará los ataques estadounidenses por tierra, mar o aire. «Si Estados unidos quiere la confrontación, China seguirá hasta el final; si quiere diálogo, la puerta estará siempre abierta», ha insistido el Ministerio de Comercio.
Es dudoso que Washington consiga debilitar una industria ya muy consolidada. En los astilleros, un sector que pretende estimular Trump, Estados Unidos cuenta con un 0,1% del mercado global, por el 53% de China.
Costes disparados
Al transporte marítimo le llega la noticia lidiando con el declinante comercio global y las subidas del precio del combustible. Las nuevas tasas dispararán los costes, modificarán las rutas y rebajarán los volúmenes de carga, aunque no está claro aún en qué medida. Las nuevas tasas son «significativas y con subidas progresivas» por lo que será inevitable que el consumidor pague el sobreprecio, señala Jacobo Peris, profesor asociado de Derecho Mercantil de la Universitat Autónoma de Barcelona y experto en comercio marítimo. El mercado necesita certezas y este cruce arancelario las ha dinamitado. «Desde el punto de vista jurídico se tiene que ver qué ocurre con los contratos cerrados a un precio que no preveían esta modificación sustancial de las condiciones, si se permite o no su revisión en base a las nuevas condiciones radicales como ocurrió con el covid», añade.
Trump se plantea detener las importaciones chinas de aceite para cocinar. «Podríamos fabricarlo nosotros fácilmente, no necesitamos comprárselo a China», ha advertido en su red social. El pleito por el aceite usado (UCO, por sus siglas inglesas) tampoco es nuevo. Estados Unidos se lo compraba en masa a China porque era más barato hasta que Biden, presionado por su sector agrícola, le puso trabas. Los cargamentos se han desplomado un 65% en los ocho primeros meses de este año comparado con el anterior, según datos aduaneros. La amenaza de Trump llega tarde y los mercados apenas la han notado.
Soja argentina y brasileña
Detrás del aceite está su enojo porque Pekín recurre ahora a la soja argentina y brasileña. Al sector ganadero estadounidense, que este año no ha vendido aún ni un kilo a China, ese relevo le empuja al abismo. «Creo que China no compra nuestra soja deliberadamente, causando dificultades a nuestros productores, lo que es un acto económico hostil», ha desvelado.
Parecía el camino desbrozado para que Xi y Trump finiquitaran las tensiones comerciales en la cumbre de la APEC que se celebrará a finales de mes en Corea del Sur. Los pronósticos ahora son más sombríoss tras un encadenamiento de medidas y contramedidas que remite a lo más crudo de la guerra comercial. China aumentó las restricciones a las tierras raras y culpó a Estados Unidos de haber arruinado antes el clima con sus limitaciones a las exportaciones tecnológicas. En este cuadro conserva Trump su optimismo, confiado en su presunta química personal con Xi para desatascar todos los pleitos.
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