El 25% del estudiantado universitario español (alrededor de 300.000 alumnos y alumnas de grado sobre un total de 1.300.000 matriculados) dispone de una beca. Estas ayudas económicas suponen mil millones de euros del total del presupuesto educativo. Los becarios suelen tener mejores resultados académicos, abandonan menos los campus y eligen, básicamente, estudios relacionados con las ciencias sociales. Las mujeres son, además, mayoría. Un informe de Esade, publicado este martes, analiza el sistema de becas en España y se pregunta si cumplen con su objetivo: fomentar la igualdad de oportunidades.
El informe subraya dos elementos. Por un lado, las becas no son homogéneas en toda España. Extremadura y Canarias reciben el doble que Madrid, Cataluña y Navarra, territorios donde hay más hogares con rentas altas, aunque también el coste de la vida sea más elevado. Y por otro, apunta lo que considera uno de los grandes fallos del sistema: la tardanza en el pago.
Los becarios tienen mejor rendimiento académico, pero la pregunta es si esas buenas notas están directamente ligadas al hecho de tener la ayuda o hay otras causas detrás. Los autores del estudio reconocen que todavía hay poca evidencia sobre la efectividad de las becas, así que las conclusiones son difíciles. “Una de las principales limitaciones para el análisis del sistema de ayudas es la escasez de estudios rigurosos que permitan evaluar si ese contribuye de forma efectiva a los objetivos explícitos de igualdad de oportunidades, la continuidad y la mejora de los resultados académicos en la educación superior”, concluyen.
Las becas universitarias, que se conceden en función de la situación económica de las familias, no son homogéneas en toda España. El informe destaca que alrededor del 40% de los estudiantes en Extremadura o Canarias reciben beca mientras que en comunidades como Navarra o Cataluña, la cifra es casi la mitad (21%). Madrid es la comunidad con un menor porcentaje: 19%. Los autores del estudio, Lucía Cobreros, investigadora del centro de Políticas Económicas de Esade (EsadeEcPol), y José Montalbán Castilla, del Institute for Social Research de la Universidad de Estocolmo, destacan que esta disparidad se explica en parte por las diferencias en los niveles de ingresos de la población residente en cada territorio.
Los autores destacan que el sistema de becas tiene un fallo estructural: el pago de las ayudas económicas se produce muy avanzado el curso académico. En promedio, el desembolso no ocurre hasta después del primer cuatrimestre (habitualmente en febrero), a pesar de que los estudiantes requieren ese apoyo desde el inicio del curso. Esta anomalía afecta especialmente al alumnado de rentas más bajas, ya que la beca, que debería facilitar el acceso a la universidad, llega cuando ya se han asumido los principales costes. Los autores concluyen que el potencial efecto de la beca en la matriculación inicial queda prácticamente neutralizado debido al momento en que se solicitan las ayudas. «Como consecuencia, cabe la posibilidad de que una parte significativa y (probablemente la más) vulnerable de estos potenciales beneficiarios no llegue siquiera a matricularse por no poder anticipar ese gasto», lamentan.
Las becas no son cheques en blanco. Los estudiantes que acceden por primera vez a un grado se les concede la beca de forma automática si cumplen los criterios económicos. Sin embargo, en los cursos sucesivos deben acreditar un rendimiento académico mínimo. Este rendimiento se calcula como el porcentaje de créditos superados en el curso anterior y varía en función de la carrera. Un estudiante de la rama de Ciencias debe superar al menos el 65% de los créditos matriculados mientras que uno de Ciencias Sociales -la mayoritaria entre los becados- debe aprobar el 90%. La beca se puede perder por no cumplir los requisitos académicos mínimos establecidos o por un incremento significativo en el nivel de renta familiar que sitúe los ingresos por encima del umbral.
Los estudiantes becarios obtienen resultados académicos superiores. Sin embargo, los investigadores de EsadeEcPol se preguntan si estas diferencias se deben al efecto directo de recibir la ayuda o al hecho de que ambos grupos (becarios y no becarios) son muy distintos. También podría deberse a una combinación de ambos factores.
Los estudiantes con beca superan, en promedio, el 86% de los créditos matriculados en un curso académico mientras que los que no tienen ayuda aprueban solo el 70%. El 86% de los becarios se gradúa en el tiempo previsto, frente al 62% de los no becarios. También abandonan mucho menos el sistema universitario: 10% frente al 18% de los que no tienen beca.
Un estudiante sin beca con bajo rendimiento tiene una probabilidad de abandono seis veces mayor que uno con alto rendimiento. En el grupo de estudiantes becarios se observa un patrón similar: los que tienen bajo rendimiento abandonan el campus en mayor proporción desde el primer curso.
Los estudiantes becarios provienen, mayoritariamente, de familias con un menor nivel educativo. Mientras que el 68% de los no becarios tiene al menos un progenitor con estudios superiores en el caso de los becarios solo es el 45%. Además, los becarios son, de media, cuatro años más jóvenes que los no becarios. El 37,7% de los estudiantes con beca son hombres y el 62,3%, mujeres. Hay diferencias claras en la elección de los estudios. Los becarios se matriculan en grados del área de Ciencias Sociales y Jurídicas en una proporción un 15% mayor que los no becarios pero su presencia es menor en áreas tradicionalmente asociadas a mayores sueldos, como Ingeniería, Arquitectura y Ciencias de la Salud. Mientras que el 40% de los estudiantes sin beca se matriculan en grados considerados de mayor dificultad, solo el 28% de los becarios accede a estos estudios.
La cuantía fija de la beca incluye el equivalente al importe de los créditos en los que el estudiante se matricula. Un componente por renta familiar baja (1.700 euros), otro por residencia fuera del domicilio familiar durante el curso (2.500 euros en la actualidad, 1600 euros en 2021/2022) y un pequeño complemento por excelencia académica (entre 50 y 125 euros). Una vez asignadas las cuantías fijas a todos los solicitantes que cumplen los requisitos, el importe restante hasta completar el presupuesto total se reparte entre los beneficiarios mediante un componente adicional de carácter variable. «Este importe -recuerdan los investigadores- se determina a través de una fórmula que pondera progresivamente la renta per cápita familiar y la nota media: cuanto menor sea la renta y/o mayor la nota, mayor será el importe recibido».
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