Lo contencioso-administrativo equivale a contemplar a Charlie Chaplin aplastado por los engranajes de Tiempos modernos. Se advierte sin embargo un destello de perplejidad en el auto del Tribunal Supremo que deniega radicalmente la pretensión del Govern de no acoger menores migrantes de inmediato. Puede deberse a que el ponente Francisco Javier Pueyo lleva menos de un año en el cargo, pero concluye con estrépito que «los argumentos que utiliza el recurrente no revelan urgencia alguna en la adopción de la medida». Otro triunfo para la abogacía de la Comunidad de Antònia Perelló, habitualmente hueca en sus pretensiones.
Por tanto, el Govern deberá esperar entre uno y dos años para conocer la resolución de una situación urgente, de acuerdo con los plazos obrantes en la sala Tercera. El Supremo reprende pero no sorprende, al declarar que «el recurrente no ha acreditado» su petición. En su competición con Vox por la ocupación de la ultraderecha, el PP balear debió aclarar que solo pretende tratar a los migrantes como si fueran nativos, puesto que considera en ambos casos que carecen de derecho alguno a permanecer en Mallorca.
Tal vez el Supremo se hubiera ablandado si el Govern hubiera abonado «la especial urgencia» de vaciar a Mallorca de sus indígenas, y de evacuar por los mismos argumentos a los africanos pobres que recalan en la isla. El Tribunal hubiera sido más comprensivo con una medida cautelar concebida para acelerar la implantación de los extranjeros ricos que roban las casas a los mallorquines. Incluso podría haberse aportado el argumento transversal de que este proceso ya fue iniciado con éxito por la izquierda, así que PP/Vox se limitan a rematar, nunca mejor dicho, la faena.
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