Tendemos a refugiarnos en la verdad como cueva clarificadora de lo inexplicable. Lo cierto es que la verdad única no existe. Siempre está retocada por la interpretación de los hechos. Es un clásico. Los más inocentes aseguran que no es así, pero el día a día insiste en que esa es la única forma de entender las posiciones divergentes ante cualquier cuestión.
Para la sociedad en masa José Luis Ábalos es un corrupto. También Santos Cerdán y Koldo García. No hay más que hablar. Para la justicia y los que se dedican a cubrir información judicial, Ábalos es un presunto corrupto. Las sociedades democráticas son garantistas, lo que obliga a demostrar el nivel de corrupción de cualquier investigado en estas cuestiones. Ello significa que deben ser tratados con la presunción de inocencia pertinente.
Hasta aquí todo según la norma. Sin embargo, por ejemplo, déjenme elucubrar sobre qué piensa José Luis Ábalos de José Luis Ábalos. El que fuera ministro y secretario general del PSOE hizo una gira de radio en radio, de periódico en periódico, de tele en tele, durante unos meses para demostrar, con convicción y desparpajo, que todo era mentira y que las acusaciones que se hacían contra él eran una invención descabellada e irrisoria.
Ahora, cada semana nos llegan más detalles de la investigación sobre su patrimonio, sus relaciones y su día a día. El magistrado de la Audiencia, Leopoldo Puente, los ha llamado a declarar la próxima semana para cotejar los nuevos datos revelados por la UCO. Y escribo cotejar por no ser más contundente, ante las nuevas informaciones sobre el volumen de chistorras que parece distribuía Koldo García a sus amistades. ¿Chistorras o billetes de 500?
El caso es que Ábalos ya ha declarado que “lo que me consta, por el tiempo que estuve con Koldo, es que él traía muchas chistorras de Navarra, es verdad”. La respuesta dada en TVE por parte del político es hábil, porque utiliza la verdad de una de las interpretaciones sobre si son billetes de 500 o embutido. El símil es gracioso, pero da para muchas versiones.
Debajo de todo está la verdad. Ábalos es el único que conoce todos los movimientos de Ábalos en los últimos diez años. Él sabe si fue un corrupto o no. Conoce la verdad de la verdad. Lo fascinante es cómo conociéndola se muestra seguro ante lo que el resto de la sociedad duda. Mejor dicho, no cree.
Este es un gran misterio: cómo construyes tu argumentación en contra de tus recuerdos. Ábalos sabe perfectamente si su economía personal se movía con dinero negro o no. Debe visualizarse pagando con billetes sacados de un sobre. Sin embargo es capaz, y fue capaz, con mucha gracia y fuerza durante meses, de crear la duda razonable, un principio jurídico fundamental.
Fueran billetes de 500 o chistorras, lo cierto es que el dinero negro sale de dinero negro, como las chistorras del cerdo. Nadie ennegrece dinero, en todo caso lo blanquea. Para pagar en negro hay que cobrar en negro y eso, en relación con un partido es grave, da igual cual sea. La conclusión es delicada: ¿de dónde sale el dinero de las cajas B políticas?
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