Humedades en todas las fachadas, falta de accesibilidad en las viviendas que carecen de ascensor y varios puntos de vertidos de aguas fecales son algunos de los problemas que enfrentan a diario los vecinos del barrio de San Francisco, o lo que es lo mismo, la calle Gobernador Marín Acuña, junto al Risco de San Nicolás.
Los pisos, concentrados en cinco bloques de viviendas de entre cinco y siete plantas, todos sin ascensor, evidencian décadas de abandono. Son en total, 571 viviendas.
«Hubo un tiempo en que entre nosotros mismos poníamos una derrama económica para pintar, pero este barrio es actualmente uno de los de mayor exclusión social y las familias no tienen dinero para eso», apunta Manuel Santana, uno de los vecinos residentes que ha enviado un escrito tanto al Ministerio de Vivienda, como al Instituto Canario de la Vivienda del Gobierno de Canarias, a la dirección general de Salud Pública y al Cabildo insular denunciando un «hartazgo» por lo que consideran una reclamación histórica.
Asegura que «han pasado muchos años sin que el Ayuntamiento acometa el prometido estudio sociológico sobre el estado de las viviendas y sus ocupantes, y sin la redacción de los informes de seguridad solicitados a los servicios de Bomberos y Urbanismo», recalca Manuel sobre una antigua propuesta llevada a pleno en el anterior mandato municipal.
«Una propuesta de la que nunca supimos nada, habiendo incluso un compromiso por escrito», añade. «Y si se hizo, no conocemos el resultado». Tanto a él como al resto de vecinos les preocupan los posibles riesgos de seguridad en los cimientos de los edificios. «En mi bloque hemos tenido que reforzar un pilar debido a la antigüedad de la construcción por las grietas que ya estaban saliendo».
Un plan de reposición
La posibilidad de hacer ascensores externos para salvar los problemas de accesibilidad no parece viable, eso apuntan los vecinos que sin ser especialistas en la materia, conocen muy bien las particularidades de su barrio, muchos de ellos nacidos en él que vieron crecer las distintas fases de bloques.
«De un lado está el muro de contención que da al Castillo de San Francisco, no hay hueco. Y, del otro, el barranco del Guiniguada. Y aquí -señalando la vía principal – se comería la calle, que ya de por sí es estrecha».
Por eso, a sus cabezas vienen rápidas las comparaciones. «Un plan de reposición como el de Las Rehoyas o Tamaraceite», apuntan. «Lo que está claro es que la situación ha ido de mal en peor».
Problemas de accesibilidad que sufren, principalmente, las personas mayores. «Hay algunos que incluso han perdido sus extremidades y están en sillas de ruedas o con muletas y que viven en las plantas más altas».
Manuel sigue señalando los desconchones y las muestras del deterioro. En una de las viviendas abandonadas, una planta crece de ella, de entre los propios huecos de la pared.
Pero no es el único, ni el menor de los problemas. Este vecino guía los pasos hasta la parte del edificio que da al Guiniguada. Los bancales de plátanos parecen un mirador perfecto e idílico si no fuera por el olor pestilente de aguas fecales que desprenden los cimientos contiguos. Unos cimientos que quedan al descubierto y en cuya base se ven las piedras que lo rellenan y que dejan a la vista huecos por donde incluso los gatos se meten. «Esto era antes una loma que se desmontó para hacer en ella los bloques».
Dos puntos de vertidos fecales emanan de sus paredes. A pesar de las tuberías de saneamiento colocadas en 2019 y que están al descubierto, las aguas residuales siguen saliendo. Alrededor de ellas, colonias de gallinas, gallos y gatos. «Esto es un problema de salud pública, además de la basura que se ha ido acumulando y donde ya no entran ni a limpiar». Una cancha deportiva con dibujos infantiles asoma por la ladera. «Nos la hicieron, pero hasta miedo da traer aquí a los niños por riesgo a cualquier infección».
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