El otoño no ha traído buenos vientos para la derecha, cuyas dos formaciones de referencia, el Partido Popular (PP) y Vox, condenadas a entenderse si Alberto Núñez Feijóo quiere suceder a Pedro Sánchez en La Moncloa después de las próximas elecciones generales, continúan con una escalada de incomunicación y ataques cruzados que parece no tener fin. Ni siquiera la Fiesta Nacional del 12 de octubre, quién lo hubiera dicho, ha permitido una tregua o un relajamiento de las hostilidades entre los de Feijóo y los de Santiago Abascal, que distintas voces de la derecha y de su órbita piden desde hace semanas que cesen. Lejos de atender a esos pronunciamientos, los líderes de ambas formaciones se enzarzaron este lunes aún más, con invectivas y calificativos inéditos entre ambos.
Feijóo dijo en una entrevista en Antena 3, tirando de coloquialismo, que a Vox «se le ha ido la pinza», después del plante de su jefe de filas a los actos institucionales del 12 de octubre, tanto el desfile militar en la Castellana como la recepción posterior en el Palacio Real. Abascal decidió protagonizar él mismo la rueda de prensa habitual de los lunes en la sede de su partido en la calle Bambú, donde entre otras cosas acusó el hecho de que, en sus propias palabras, «el señor Feijóo se atreva a compararme con Bildu, a mí… es algo que me deja perplejo», confesó quien lleva a gala su origen como joven militante del PP vasco en los años más duros de ETA, para a continuación afirmar que «el señor Feijóo debe haberse dado un golpe en la cabeza». Esto último porque, según argumento, critica ahora un plante institucional al Gobierno que el propio líder del PP practicó recientemente, singularmente con su ausencia a principios de septiembre al acto solemne de la apertura del año judicial que preside el Rey en el Tribunal Supremo.
Fue el mismo domingo cuando el líder del PP hizo esa equiparación del líder de Vox con los de Arnaldo Otegi por la ausencia de ambos partidos en el desfile y en la recepción presididas por el Rey, si bien cargos institucionales de Vox, como el presidente del Parlamento de Baleares, Gabriel Le Senne, sí que acudieron. También lo hizo el ex secretario general del partido y aún diputado en el Congreso y concejal en el Ayuntamiento de Madrid, Javier Ortega Smith, cada vez más distanciado de Abascal. El líder de Vox no comentó su presencia a preguntas de los periodistas, pero sí justificó la de cargos institucionales, a su juicio con obligaciones distintas a las de él mismo, cuyo cargo es orgánico, además de presidir su propio grupo parlamentario. Feijóo, que en la citada entrevista en el canal de Atresmedia volvió a insistir en la comparación con Bildu, subrayó la presencia de esos cargos de Vox el domingo, sugiriendo una discrepancia interna negada por el propio Abascal. «Vox se parte», afirmó al respecto.
En cuanto a la pinza, el presidente de Vox se agarró en su comparecencia a ese término para replicar que lo que le preocupa es la que se «tienen que poner en la nariz muchos votantes del PP, que ven cómo se traiciona sus principios».
Enconamiento con pocos precedentes
En definitiva, las relaciones entre el partido tradicional de la derecha y el de la extrema derecha viven un enconamiento no inédito, pero sí desde que Feijóo llegase a Génova en la primavera de 2022 procedente de la Xunta de Galicia para suceder a Pablo Casado. Con este último, de la misma hornada que Abascal en las Nuevas Generaciones, la organización juvenil del PP, las relaciones parecían a priori que serían más fáciles, pero terminaron saltando por los aires en octubre de 2020, justo hace un lustro, cuando con motivo de la primera moción de censura de Vox contra Sánchez, con Abascal de candidato, el entonces líder popular se descolgó con un sonoro No, aderezado por un discurso en términos muy duros contra Vox en general y contra su líder muy en particular.
En ese contexto, la llegada de Feijóo se vio como un elemento para destensar la relación entre ambas formaciones, más por su talante dialogante que por una afinidad especial con Abascal, al que apenas conocía. El líder del PP ya heredó nada más llegar el primer pacto de coalición entre ambos, realizado por Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León, la primera comunidad en tener un vicepresidente de Vox. Y después de las elecciones municipales y autonómicas de un año después, en mayo de 2023, esos acuerdos se extendieron por muchas otras comunidades, empezando por la Comunidad Valenciana y por otras como Aragón, Baleares o Extremadura. Las coaliciones duraron un año, justo lo que tardó Abascal en romperlas por el desacuerdo sobre el reparto de los menores inmigrantes de Canarias, aún pendiente, entre el resto de regiones, al que Vox se negaba en rotundo.
Mientras tanto el PP, no en vano parte integrante del Gobierno insular que preside Fernando Clavijo, de Coalición Canaria, se abrió a la negociación de ese reparto con el Gobierno central, aunque sin facilitar la reforma de la ley de extranjería promovida por el Ejecutivo para protocolizar este tipo de repartos, y poniendo objeciones que aún hoy mantienen los populares a un reparto que creen que beneficia a Cataluña, presidida ahora por el socialista Salvador Illa.
Al clima enrarecido en la derecha contribuye, claro está, las encuestas. La del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de este lunes situaba a Vox al borde del sorpasso al PP, y al PSOE muy por delante de nuevo como ganador de las elecciones, algo que no ocurrió en las generales de julio de 2023, cuando quedó segundo. La de Gesop para EL PERIÓDICO publicada este pasado domingo no llegaba a tanto, pero sí dibujaba un cuasi empate en cabeza entre populares y socialistas, con un Vox muy al alza, que se dispararía hasta incluso los 72 diputados, más del doble que los que tiene en la actualidad.
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