«Nunca permitas que el miedo decida tu futuro»
El afán de poseer no solo dinero, sino fama, bienes, honores, reconocimiento profesional y social, etc. nos genera miedo. El miedo no es más, ni menos que la incertidumbre, la desconfianza de los demás, de nuestro entorno en general y ello nos impide ver la realidad.
Sófocles afirmo que «para quien tiene miedo, todos son ruidos».
El título de la presente columna es producto de unas lecturas y reflexiones sobre el evangelio del pasado domingo, día 28 de septiembre, sobre la parábola del rico (epulón) y el pobre Lázaro (el ayudado de Dios).
El rico vive aislado en sí mismo, es un egocéntrico, un auténtico egoísta, solo piensa en sus cosas. El rico de la parábola no tiene nombre propio, porque no representa a un individuo, sino a una tipología, en cambio el pobre sí tiene nombre, Lázaro, porque ningún pobre es anónimo para Dios.
Las personas miedosas son por naturaleza inseguras y para ellas el miedo no es un mecanismo de alerta ante futuros o posibles peligros, sino que es la antesala de una posible depresión, motivada por la pérdida, en muchos casos, imaginaria de los bienes materiales, fama, prestigio social, etc.
Frente al miedo está la felicidad. San Pablo, consideraba, la felicidad en función del amor: «si no tengo amor, nada soy». Si no considero a mis amigos, a mis compañeros, a mis vecinos como hermanos, si no les dedico tiempo y, solamente pienso en mi coche, en mi casa, en mis vacaciones, en mi trabajo, en definitiva, en mis cosas, soy como el rico (epulón- banqueteador) del evangelio, un egoísta y un miedoso.
La persona de Lázaro nos invita a perder los miedos, a vivir con paciencia, a ser comprensivos con los demás, no se trata de analizar lo que tenemos, sino de interrogarnos cómo vemos, cómo miramos y nos dirigimos a las personas que sufren, y en esencia preguntarnos qué lugar ocupa Dios en nuestras prioridades.
No olvidemos que «Todo el que se enaltece, será humillado, y el que se humilla, será enaltecido».
Para concluir diremos que somos epulón cuando nos desinteresamos de la precariedad, de la pobreza y del sufrimiento del prójimo, a veces, por miedo.
Pedro Bécares
Suscríbete para seguir leyendo