Matías (nombre ficticio) es un alto funcionario andaluz de 62 años que un día vio en Twittter un anuncio para realizar inversiones en criptomonedas donde prometían una rentabilidad altísima. Envió un mensaje y un supuesto ‘account manager’ le contactó al instante. Invirtió 200 euros y a la semana le devolvieron desde la plataforma sus 200 euros más otros 100 de ganancias. «Le hicieron creer que había ganado un 50% en muy pocos días. Ahí comenzó el engaño», relata Victor López, abogado de LBO Legal especializado en criptoestafas.
La segunda vez le dijeron que había que invertir un mínimo de 15.000 euros. Viendo la rentabilidad conseguida lo hizo. «A los pocos días le enviaron una captura de pantalla de una web fraudulenta donde le hacían ver que su inversión en una cartera cripto [conocida como ‘wallet’] crecía al doble«, relata López. Y así se vio atrapado en la rueda, invirtiendo cada vez más dinero sin poder recuperar sus supuestas ganancias hasta que llegó un punto en que le pidieron acceso remoto a su ordenador con la aplicación anyDesk.
Supuestamente era para «ayudarle» a que él gestionara su propia cartera, pero lo que hicieron fue obtener el control total sobre su banca ‘online’. Esa fue ya su perdición. «Le pidieron tres microcréditos a su nombre». En total le estafaron 45.000 euros que fueron transferidos a una ‘wallet’ en Malta. La estafa está denunciada, pero «el dinero será muy difícil de recuperar», de acuerdo a su abogado.
Un aumento del 500% en ocho años
El caso de Matías no es un caso aislado. El número de diligencias por estafas cometidas ‘online’ en España se ha incrementado en un 508,1% entre 2016 (70.178) y 2023 (426.744). Solo entre 2023 y 2024 ha crecido un 14,3% la ciberdelincuencia. Es de hecho el delito que más crece, según el último balance de Criminalidad del Ministerio de Interior, espoleado en gran parte por los fraudes en la inversión cripto.
Ante «la incidencia progresiva» de estas estafas en España, desde la Fiscalía General del Estado se ha pedido en la última Memoria Anual protocolos específicos. «Resulta ya imprescindible la elaboración de un protocolo de actuación para articular adecuadamente las gestiones de almacenamiento y, en su caso, realización de las criptomonedas incautadas con ocasión de investigaciones criminales», aprecia la Fiscalía, que ya cuenta desde hace años con una Unidad especializada en Criminalidad Informática.
Un hombre consulta sus datos en una wallet de criptomonedas en Barcelona. / ELISENDA PONS
Hace pocos días, en colaboración con otras Fiscalías europeas, ayudó de hecho a desarticular una red criminal internacional que estafó más de 102 millones de euros con falsas oportunidades de inversión online en Alemania, Francia, Italia y España.
«La punta del iceberg»
Se calcula que solo en España hay más de 20.000 estafados en los últimos años, de acuerdo a dos asociaciones creadas por bufetes de abogados para presentar denuncias colectivas, el despacho Aránguez y Zaballos Abogados, que canalizan miles de denuncias ante la Audiencia Nacional y distintos juzgados de toda España. «Es la punta del iceberg porque solo denuncian un 10% de las personas afectadas», revela Francisco Jiménez, de Zaballos Abogados.
Lo cierto es que es un delito que sigue creciendo imparable. Desde la Fiscalía de Lleida también se alertó la semana pasada de este incremento de las criptoestafas que, según fuentes de varios despachos de abogados, tienen a personas mayores entre sus objetivos prioritarios. De hecho, entre los 60 y los 75 años está el target principal de las redes de estafadores, que suelen operar internacionalmente, con sede principalmente en el sudeste asiático, en África o en paraísos fiscales.
Los mayores de 60 años suelen tener Twitter, Fabebook y otras redes sociales, pero no saben discernir si un anuncio es falso o verdadero
«La gente mayor de 60 años es población más vulnerable porque son mayores como para caer en la trampa, pero no lo suficientemente como para no usar la tecnología y ser más reacios. Suelen tener Twitter, Facebook y otras redes sociales, pero no saben discernir si un anuncio es falso o verdadero», señala López.
En EEUU este tipo de delitos se ha convertido en un problema de gran envergadura. Según el FBI, la criptomoneda estuvo detrás de la mayor parte de la ciberdelincuencia registrada en 2024. Casi 150.000 denuncias implicaron el uso de activos digitales, lo que supuso 9.300 millones de dólares en pérdidas, un 66% más que el año anterior.
«Las pérdidas económicas para una sola persona suelen superar con facilidad los 100.000 euros, ya que muchas víctimas acaban pidiendo préstamos personales o dinero a familiares», revela López, que dice que en los últimos meses se han multiplicado las consultas que reciben sobre delitos de criptos, que no deja de ser «la clásica estafa de inversión disfrazada con un término de moda para ganar credibilidad».
Según fuentes legales, la clave de la estafa se produce en las fases más avanzadas, cuando el inversor intenta retirar lo que ha invertido. Cada intento se bloquea con la excusa de que hay que abonar un nuevo “depósito de seguridad” para pagar los impuestos que han generado las ganancias. En esa última fase, se les comunica que el dinero “está en la Blockchain” [libro de contabilidad digital descentralizado que registra transacciones con criptos] y que el sistema exige repetir pagos hasta completar confirmaciones suficientes para liberar los fondos.

Imagen de una operación de la Guardia Civil y los Mossos D’Esquadra contra una empresa de estafa con criptomonedas. / EL PERIÓDICO
«En muchos casos, cuando el cliente quiere retirar el dinero no puede, y entonces le facilitan el acceso a remoto a su ordenador a los delincuentes», aprecia Ricardo Oliva, socio director de la firma Algoritmo Legal y abogado experto en regulación de los criptoactivos y en criptoestafas transnacionales, que ahora mismo representa a las víctimas del ‘caso Shirtum‘, un presunto fraude de tres millones de euros con criptomonedas y NFT que usó de anzuelo a futbolistas de élite.
En muchos casos los estafados cuentan con ahorros o con capacidad para endeudarse y más allá del dinero, el daño emocional es devastador; algunos caen en depresión
Los estafadores exprimen a sus víctimas hasta el último céntimo. «En muchos casos los estafados cuentan con ahorros o con capacidad para endeudarse y más allá del dinero, el daño emocional es devastador, algunos caen en depresión, medicados con ansiolíticos», comenta López, que relata que muchos clientes sienten «vergüenza» por haber sido engañados o «tienen miedo» a contarlo a familiares o amigos porque a veces han perdido los ahorros de toda su vida.
Hay que denunciar «de inmediato»
Las posibilidades reales de recuperar el dinero son muy bajas, ya que las transferencias se dispersan rápidamente a través de cuentas extranjeras a países como Malta, Lituania o Reino Unido, o a paraísos fiscales, lo cual entorpece enormemente la investigación.
Los abogados recomiendan denunciar «de inmediato» ante la Unidad de Delitos Financieros (UDEF) de la Policia Nacional o la Unidad del Crimen Organizado (UOC) de la Guardia Civil , guardar todas las pruebas y contactar con un despacho especializado en derecho penal y ciberdelitos para acompañar el proceso.
«Si las criptomonedas están alojadas en la Unión Europea la cosa es más fácil, porque los países tienen unas reglas en el código penal parecidas, pero si están en Arabia Saudí, o paraísos fiscales es mucho más complicado», señala Oliva sobre un procedimiento que la Policía especializada en Ciberdelincuencia repite siempre.
Tras recibir un peritaje sobre el supuesto fraude, exigen bloquear la cartera de inversiones con requerimientos a los exchanges -casas de cambio en línea-, algunas veces -las menos- lográndolo con éxito. «Seguir el rastro de las criptomonedas es muy difícil. Con mil euros las organizaciones criminales pueden llegar a hacer 100.000 transferencias que a la vez van a múltiples billeteras que a su vez se recogen y se lanzan a lo que se llama piscina. Se necesita un software potentísimo para hacer la trazabilidad», revela Jiménez sobre el titánico trabajo que supone esclarecer una simple estafa.
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