P. ¿Por qué decide dar el paso a presentarse al Rectorado de la Universidade de Santiago?
R. Mis años de experiencia en la Comisión Interuniversitaria de Galicia me han permitido tener un amplio conocimiento de la base que nutre la universidad; es decir, del estudiantado de enseñanza media, bachillerato y formación profesional. Se trata de una gestión compleja, no solo la elaboración y ejecución de la prueba de selectividad, sino el proceso de admisión en los grados, pues ambos exigen una coordinación que traspasa el ámbito autonómico, para engarzarse en la maquinaria que supone el distrito único nacional. Tengo comprobado que las cosas realmente se cambian desde arriba con puestos de responsabilidad. Se ve desmotivación y hay que intentar recuperar la ilusión.
P. Ocupa el cargo de delegada del rector, una figura de su confianza. ¿Qué pondría en valor de lo conseguido durante estos últimos años?
R. La gente debe tener en cuenta que no he formado parte directa del equipo rectoral en sentido ejecutivo. He sido delegada del rector para una función específica e independiente. Soy responsable de las decisiones sobre la admisión del alumnado, no de las demás decisiones rectorales, en las que no he participado.
P. ¿Qué no ha hecho bien Antonio López?
R. No voy a actuar como Pepito Grillo porque realmente siento profundo respeto y lealtad por la institución. Es la comunidad universitaria, cada uno de sus sectores (profesores, investigadores, personal de servicios, estudiantes), la que está trasladando lo que se ha hecho bien o mal. Se trata de asimilar los diagnósticos certeros y aportar soluciones donde sea factible, con una visión de futuro. No llevo piedras en la mochila.
P. Aunque todavía podría haber nuevas candidaturas, ¿qué referencias tiene de las otras cuatro aspirantes?
R. Todas las compañeras que se animan a dar el paso de presentarse merecen mi respeto, especialmente cuando se trata de mujeres que se comprometen a llevar el timón de una gran institución, que es más que una gran empresa. En cuanto a las referencias sobre capacidades personales, en la USC todos nos conocemos bien.
P. De convertirse en rectora, ¿qué sería lo primero en lo que se pondría a trabajar?
R. Lo primero es articular un buen equipo, que sería el encargado de priorizar actuaciones, pero después me centraría en una concienzuda evaluación y planificación de las mismas. Lo contrario de vender humo apresuradamente, trabajando sin una hoja de ruta.
P. Tendría además que dejar el cargo de presidenta de la CIUG. ¿Qué tiene que saber la gente sobre esta ocupación?
R. Sobre la importancia de la CIUG saben los docentes, los estudiantes y las familias. La profesionalidad de la Comisión viene demostrándose desde hace décadas. Los que ocupamos cargos en ella, tanto aportamos como aprendemos. Puedo decir que pocos organismos e instrumentos de la Administración llevan a cabo un trabajo tan pautado y planificado al detalle, con repercusión tanto en la enseñanza media como en la superior.
P. Si no lograse la victoria, pero finalmente sí fuese una mujer la que llevase las riendas de una institución académica con 530 años de historia, ¿sería un aspecto a poner en valor?
R. Si me presento es para lograr la victoria, y tengo posibilidades de hacerlo. No contemplo otro escenario.
P. ¿Qué pistas nos puede dar sobre las personas que integrarían su equipo?
R. Podría dar pistas sobre el organigrama, no sobre personas. No se trata de mostrar afinidades, y menos de comprar voluntades.
P. Relevo generacional, infraestructuras, internacionalización… ¿Ya tiene un poco claro por dónde va a ir su programa para poder abordar estas cuestiones?
R. Por supuesto que, además de las sugerencias de todos los sectores, tengo propuestas propias para cada uno de esos y otros capítulos. Pero en estos momentos no sería serio resumirlas en dos líneas. En la gestión de la Universidad las decisiones han de ser objeto de profundas reflexiones, no de priorizaciones improvisadas de tipo electoralista.