En las últimas décadas, China ha expandido enormemente su influencia en África. Aunque la Unión Europea sigue siendo el principal socio económico del continente (467.000 millones de euros en 2023, según Bruselas), Pekín se ha convertido en el principal acreedor bilateral individual de la deuda africana y, en paralelo, ha ejecutado una agresiva estrategia de expansión comercial, sobre todo haciéndose con sectores estratégicos para las economías del futuro. Lo que ha abierto la puerta a la competición, aunque también a la cooperación.
Uno de estos sectores clave es, de hecho, el de los llamados minerales críticos, como el litio y el cobalto. Estos recursos son esenciales para una vida más digital, menos contaminante y radicada en las tecnologías actuales, en síntesis, también la transición verde. La razón es que sirven para tres principales industrias: la de las energías renovables, los coches eléctricos y las baterías de los teléfonos de última generación. Pero Europa no tiene suficientes minerales críticos propios, mientras África —se descubre cada año más— sí.
En concreto, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Centro Africano para el Desarrollo de la Minería (AMDC) indican que el continente posee cerca del 30% de los minerales críticos necesarios para la energía verde y la transición energética. África cuenta con reservas significativas de cobalto (República Democrática del Congo), bauxita (Guinea), manganeso (Sudáfrica y Gabón), metales del grupo del platino (PGMs) (Sudáfrica), grafito (Mozambique), níquel (Madagascar) y litio (Zimbabue). Y en la actualidad —con la excepción de Suráfrica— la casi totalidad de estos países poseen muy limitadas capacidades de procesamiento, por lo que hay una gran presencia de empresas extranjeras.
A velocidad de misil
Aquí es donde China está avanzando a velocidad de misil balístico. Como reconocía un reciente estudio del centro Africa Policy Research Institute, «las empresas chinas son especialmente prominentes en la República Democrática del Congo (RDC) con el cobre y el cobalto, en Guinea con la bauxita, y en Zimbabue y Malí con el litio». En esta línea, según el Informe Global sobre Minerales Críticos 2024 de la Agencia Internacional de la Energía (IEA), la mitad de los proyectos de litio que se lanzarán en África para 2027 serán chinos. En 2023, Benchmark Minerals pronosticó que China dominará la producción de litio en África durante la próxima década.
En este marco, Europa ha mantenido una actitud no excesivamente competitiva. Un reciente informe del Centro Europeo para la Gestión de Políticas de Desarrollo (ECDPM) sobre las percepciones del compromiso de China y la UE en la transición ecológica de África confirmó que la participación de la UE está impulsada en parte por el deseo de diversificar sin que esto suponga un perjuicio para las relaciones con China. En esta línea, los funcionarios de la UE han reconocido la importancia de moderar la narrativa de «confrontación con China» para dar prioridad a la oferta europea hacia los países africanos. Sin embargo, en medio de las tensiones geopolíticas que rodean a los minerales críticos, asegurar el acceso a proyectos mineros es estratégicamente importante para la Unión Europea.
En este marco, está el desafío de Europa. También porque, si bien Europa está intentando diversificar sus cadenas de suministro, no está nada claro que confíe en China para su futuro verde. La respuesta que ha dado el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR) es de compromiso. «Los responsables políticos necesitan definir políticamente dónde están los riesgos más grandes y qué constituye una dependencia tolerable, buscar activamente socios en el mundo para preservar la competencia y comunicar con claridad sobre los compromisos necesarios», ha señalado el instituto, en un informe publicado en mayo del año pasado.
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