Córdoba volvió a vestirse de tradición en pleno mes de octubre. No era Semana Santa, aunque lo pareciera. Miles de personas llenaron las calles para vivir una jornada única: la conmemoración de los seis siglos del primer rezo de las catorce estaciones del Vía Crucis en Occidente, devoción que introdujo el beato Álvaro de Córdoba desde Scala Coeli.
El ambiente acompañó. El calor se hizo notar y los inevitables retrasos fueron parte del guion, pero la emoción y el nivel musical marcaron una jornada que quedará en el recuerdo. La primera en cruzar el altar dispuesto para la ocasión fue la hermandad de las Aguas, de Palma del Río, con apenas unos minutos de demora. Le siguió la Caridad de Pozoblanco, ambas con la singularidad de presentar crucificados en actitud de Vía Crucis y un acompañamiento musical muy cuidado.
El Calvario, con la imponente banda del Nazareno de Arahal, fue la tercera en pasar y la primera de las que, ya en la misma jornada, emprendieron el regreso a San Lorenzo. La Cena y las Angustias completaron este primer bloque, con la impresionante talla de Juan de Mesa acumulando ya cerca de una hora de retraso sobre el horario previsto.
La provincia, en primer plano
El segundo tramo de la jornada tuvo un acento muy provincial. El Huerto de Cabra abrió el bloque con su particular composición, en la que los apóstoles preceden al Señor. A continuación desfilaron el Rescatado, la Columna de Priego, la Coronación de Córdoba y los Afligidos de Puente Genil. El andar malagueño de la cofradía prieguense llamó la atención de muchos, así como la fuerza estética del paso aún en talla de Puente Genil.
También destacó la presencia del Cristo de Zacatecas, con su historia singular, y la hermandad de Pasión, que volvió al Alcázar Viejo. Las Angustias de Montoro, muy arropadas por su pueblo, cerraron este segundo bloque de claro sabor comarcal.
Las Esperanzas, protagonistas
El tercer grupo estuvo marcado por el nombre que más devoción despierta en Córdoba: Esperanza. Abrió la Esperanza del Valle, seguida por la Esperanza de la hermandad homónima y la Paz y Esperanza. Todas, salvo la titular de la Cena, regresaron a sus templos tras su paso, protagonizando algunos de los momentos más emotivos del día. En un año jubilar dedicado precisamente a la Esperanza, su presencia en el Vía Crucis cobró un sentido especial. Las horas se alargaron y la ciudad acompañó hasta bien entrada la madrugada.
Un cierre con sabor a Semana Santa
El último bloque tuvo el aire inconfundible de la Semana Santa cordobesa. Abrieron el Huerto y el Prendimiento, seguidos del Perdón, Redención y Sentencia, antes de dar paso a la Columna de Lucena. La obra de Pedro Roldán dejó una huella profunda, con su paso elegante y el sonido inconfundible del tambor y la banda del Santísimo Cristo de las Tres Caídas.
La Coronación de Fernán Núñez, el Nazareno del Silencio y el Caído de Aguilar prolongaron la emoción antes de la llegada de joyas como el Cristo de la Expiración de La Rambla o el Santo Sepulcro de El Carpio. Entre ellos, Conversión, Penas y Ánimas completaron una procesión de fe y arte sacro que culminó con la estampa final: la Virgen de los Dolores, seguida del Resucitado, poniendo el broche a una noche irrepetible.