Puente es palabra polisémica: refiere al dueño de la cartera que maneja los trenes y las carreteras y también a la infraestructura que une orillas. Polemizar con el Ministro conlleva peajes. La tarea de tender puentes con el Ministerio en la discusión del futuro del canon de paso por el Huerna ha sido encomendada a Alejandro Calvo. ¿Dónde hallar el santo grial que permita defender los intereses del Principado sin despeinar la disciplina del partido? Si Puente es el yang por bronquista, Calvo es el yin.
A Puente se le estrecha la pasarela con Asturias. Es obvio que no soporta que el Gobierno autonómico, de su mismo color, le monte un atasco político en medio de la autopista.
La guerra de apellidos –Puente contra Calvo– conlleva peajes reales y simbólicos: el Ministro acusa al Principado de hacerle el juego al PP, mientras el Consejero intenta no despeñarse al tiempo que transita por este puente escabroso. Solo de pensar que populares y podemistas van a llevar al Congreso el peaje del Huerna para obligar a que los diputados asturianos se retraten, a Calvo se le eriza el cabello, y no es el único.
La escena roza la tragicomedia. Un ministro que se apellida Puente cerrando el paso; un consejero Calvo intentando cubrirse la cabeza, y una región entera preguntándose si la igualdad territorial pasa por darse cabezazos contra la montaña.
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